“Tratar el cáncer es como lanzar una batalla medieval”
El especialista en tumores pulmonares estudia los atributos de la alcachofa
Ferran Balsells Barcelona1 MAR 2012 - 00:25 CET
No parece hipocondriaco, pero el doctor Rafael Rosell, referente internacional en la investigación sobre el cáncer de pulmón, arranca la comida buscando antídotos contra el tumor: alcachofas. “¡Alcachofas!”, señala sin desviar la mirada de la carta. Diez minutos después, ya ataca el plato a rebosar del alimento que estos meses centrará parte de sus investigaciones. “Estamos iniciando un proyecto para medir cómo las alcachofas inhiben el crecimiento de células cancerígenas”, detalla. “Es muy interesante: ahora que se desarrollan fármacos ultracaros y muy sofisticados... resulta que un alimento natural puede ser muy eficaz”, observa. El jamón de bellota que el camarero desliza sobre la mesa, lamentablemente, no tiene estas propiedades. “Tiene otros atributos... para las papilas gustativas”, celebra el doctor.
Rosell, recientemente galardonado por la comunidad científica con el premio Raymond Bourgine en reconocimiento a sus hallazgos en el campo de la oncología, ha contribuido a trazar una revolución en la lucha contra los tumores. “Para tratar el cáncer, lo normal no sirve de nada”, señala. “Lo normal es insuficiente. Hay que hacer mucho más: debemos plantearlo como una batalla medieval que requiere un trabajo exhaustivo de estratega. Elaborar una táctica militar adaptada para cada caso”, esboza mientras por su flanco izquierdo hace avanzar el cuchillo hasta desgajar por completo el carpaccio de atún.
El mundo de la oncología ha cambiado de arriba abajo desde que Rosell empezó a trabajar en este campo, allá a principios de la década de los ochenta. “Ahora parece otra profesión”, ilustra el doctor. Antaño, los doctores huían del cáncer de pulmón. “Trabajando en Nueva York me di cuenta de que este tipo de tumor, del que en España nadie quería saber nada, se empezaba a tratar”, refiere. “Es un tumor poco amable por su elevada tasa de mortalidad”, asume Rosell. Pero el doctor no se arredró, sino que lo convirtió en el centro de su carrera profesional. “Fue algo espontáneo”, recuerda.
Tres décadas después, aquella decisión aparentemente fortuita le ha colocado en primera línea de la investigación oncológica. Pero Rosell rehúye el concepto de la especialización excesiva. “Los avances de los últimos años muestran que el especialista limitado a un solo tipo de tumor está condenado a ser un analfabeto”, advierte.
Más allá de los tumores, la biología molecular ha retratado que muchas alteraciones genéticas emplean mecanismos similares. “Desde hace años se vislumbra que el cáncer, el alzhéimer, la diabetes... tienen una especie de mínimo común denominador. Un especialista pierde de vista esta perspectiva y quedará obsoleto en poco tiempo”, señala.
Entonces, ¿estos avances permitirán ganar la batalla contra el cáncer? “Los médicos de cabecera dispondrán de herramientas con las que tratar eficazmente el cáncer, alzhéimer, diabetes...”, confía el doctor. Pero hasta entonces... ¿qué? Rosell da dos consejos: alejarse del tabaco siempre que sea posible, y no ofuscarse con enfermedades como el cáncer. “No hay que obsesionarse”, asegura mientras deja a medio comer el plato de alcachofas.
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