SALUD | Patología mental
La mente de un pirómano
Un bombero junto al incendio de la Gomera, el pasado 4 de agosto. | Efe
- De los iniciadores de incendios, sólo un 3% son estrictamente pirómanos
- Se caracterizan por la fascinación en la contemplación del fuego
- Muchos intentan sin éxito convertirse en bomberos y se hacen voluntarios
Los pirómanos sufren un transtorno del control de los impulsos que les lleva a una conducta repetitiva de provocar incendios, sin motivo aparente, por una atracción desmedida hacia el fuego; es una enfermedad mental que, en sentido estricto, sólo la padece el 3 % de los que inician los fuegos deliberadamente.
La piromanía es un transtorno mental que requiere un tratamiento psicológico y psiquiátrico, tal y como apuntan los doctores Manuel Martín Carrasco -secretario de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEPSIQ) y director del Instituto de Investigaciones Psiquiátricas- y José Gil-Martínez, psicólogo clínico y profesor de la Facultad de Psicología de Valencia.
Son dos expertos en el tema que coinciden en las características esenciales de este transtorno: la presencia de una conducta reiterada de prender fuego, la fascinación en la contemplación de este fenómeno, el intenso interés por todos los elementos que le rodean, un aumento de la tensión antes de producirlo y alivio emocional una vez realizado.
Se trata de un transtorno "relativamente poco frecuente", según Martín Carrasco, que incide en ese "mínimo porcentaje de personas que padecen piromanía en sentido estricto" dentro de las que inician fuego deliberadamente, el 3 %.
Gil-Martínez también considera que la prevalencia es escasa y que en España se estima que no hay más de cien personas que sufran este transtorno y con diferentes grados. "Muy pocos incendios forestales son provocados en el país por pirómanos. La cifra es menos de un uno por ciento", precisa.
¿Como inician el fuego? Según el experto en psiquiatría, lo hacen habitualmente de una forma poco organizada o apresurada y, con frecuencia, también promueven falsas alarmas.
En el momento de iniciar el fuego, según declaran las propias personas que sufren el transtorno, se encuentran en un estado de "conciencia alterado, como de trance", aunque los psiquiatras matizan que "son conscientes de lo que hacen y no dan importancia a los daños personales o materiales que puedan causar".
Muchos se mantienen en las cercanías del fuego e incluso participan en las tareas de extinción o de búsqueda del culpable y cuando son detenidos se muestran colaboradores y, rápidamente, admiten sus hechos, aunque no sienten remordimiento o culpa por ello. No es raro que incluso se entreguen, según Martín Carrasco.
Gil-Martínez también coincide en que a este transtorno, que se va consolidando desde la infancia, se le une generalmente un cociente intelectual bajo y una personalidad aislada y poco sociable con dificultades para el aprendizaje.
Algunos de ellos llegan a mostrarse indiferentes aunque el daño realizado haya significado la muerte de una persona, según el psicólogo, que indica que algunos de ellos buscan relacionarse con el departamento de bomberos, al que no pueden acceder debido a sus problemas intelectuales. De ahí que en ocasiones "se hacen voluntarios", argumenta.
Los psiquiatras creen necesario distinguir la piromanía en sentido estricto de los comportamientos incendiarios de personas con enfermedad mental, como esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión, y de las conductas pirómanas de sujetos con trastorno antisocial de personalidad, en los que prima sobre todo "el afán de destruir y el sentimiento de omnipotencia asociado".
También de otros casos de personas con enfermedad de alzheimer u otra demencia que pueden iniciar un fuego de forma accidental. En cada caso hay que establecer el tratamiento adecuado y el de la piromanía, según los especialistas, es "de tipo holístico, y se basa en el estudio psicopatológico individual".
Un tratamiento que incluye medidas farmacológicas, ya que cada vez se conocen mejor los mecanismos neurobiológicos de control de los impulsos, y también psicoterapéuticas, como las terapias de grupo o las de tipo cognitivo conductual. Los tratamientos son a largo plazo y en un porcentaje alto de casos, alrededor del 60 %, se produce una mejoría significativa.
La piromanía es un transtorno mental que requiere un tratamiento psicológico y psiquiátrico, tal y como apuntan los doctores Manuel Martín Carrasco -secretario de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEPSIQ) y director del Instituto de Investigaciones Psiquiátricas- y José Gil-Martínez, psicólogo clínico y profesor de la Facultad de Psicología de Valencia.
Son dos expertos en el tema que coinciden en las características esenciales de este transtorno: la presencia de una conducta reiterada de prender fuego, la fascinación en la contemplación de este fenómeno, el intenso interés por todos los elementos que le rodean, un aumento de la tensión antes de producirlo y alivio emocional una vez realizado.
Se trata de un transtorno "relativamente poco frecuente", según Martín Carrasco, que incide en ese "mínimo porcentaje de personas que padecen piromanía en sentido estricto" dentro de las que inician fuego deliberadamente, el 3 %.
Gil-Martínez también considera que la prevalencia es escasa y que en España se estima que no hay más de cien personas que sufran este transtorno y con diferentes grados. "Muy pocos incendios forestales son provocados en el país por pirómanos. La cifra es menos de un uno por ciento", precisa.
¿Como inician el fuego? Según el experto en psiquiatría, lo hacen habitualmente de una forma poco organizada o apresurada y, con frecuencia, también promueven falsas alarmas.
En el momento de iniciar el fuego, según declaran las propias personas que sufren el transtorno, se encuentran en un estado de "conciencia alterado, como de trance", aunque los psiquiatras matizan que "son conscientes de lo que hacen y no dan importancia a los daños personales o materiales que puedan causar".
Muchos se mantienen en las cercanías del fuego e incluso participan en las tareas de extinción o de búsqueda del culpable y cuando son detenidos se muestran colaboradores y, rápidamente, admiten sus hechos, aunque no sienten remordimiento o culpa por ello. No es raro que incluso se entreguen, según Martín Carrasco.
Perfil del pirómano
El perfil del pirómano es un varón joven, con una historia personal de frustraciones y desajustes emocionales, mal rendimiento escolar y profesional, y frecuentemente con otros trastornos psiquiátricos o defectos físicos. La conducta pirómana sirve como un alivio a situaciones de vacío existencial, aburrimiento, frustración, rabia o deseo de protagonismo y es frecuente, según este especialista, el uso de alcohol u otros tóxicos que, con frecuencia, actúa como desencadenante del comportamiento alterado.Gil-Martínez también coincide en que a este transtorno, que se va consolidando desde la infancia, se le une generalmente un cociente intelectual bajo y una personalidad aislada y poco sociable con dificultades para el aprendizaje.
Algunos de ellos llegan a mostrarse indiferentes aunque el daño realizado haya significado la muerte de una persona, según el psicólogo, que indica que algunos de ellos buscan relacionarse con el departamento de bomberos, al que no pueden acceder debido a sus problemas intelectuales. De ahí que en ocasiones "se hacen voluntarios", argumenta.
Los psiquiatras creen necesario distinguir la piromanía en sentido estricto de los comportamientos incendiarios de personas con enfermedad mental, como esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión, y de las conductas pirómanas de sujetos con trastorno antisocial de personalidad, en los que prima sobre todo "el afán de destruir y el sentimiento de omnipotencia asociado".
También de otros casos de personas con enfermedad de alzheimer u otra demencia que pueden iniciar un fuego de forma accidental. En cada caso hay que establecer el tratamiento adecuado y el de la piromanía, según los especialistas, es "de tipo holístico, y se basa en el estudio psicopatológico individual".
Un tratamiento que incluye medidas farmacológicas, ya que cada vez se conocen mejor los mecanismos neurobiológicos de control de los impulsos, y también psicoterapéuticas, como las terapias de grupo o las de tipo cognitivo conductual. Los tratamientos son a largo plazo y en un porcentaje alto de casos, alrededor del 60 %, se produce una mejoría significativa.
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