Desarrollo infantil
"El TDAH se diagnostica con criterios demasiado amplios"
Los beneficios de los psicofármacos a largo plazo son muy discutibles. Es lo que revela la nueva obra sobre crianza infantil escrita por Carlos González.
Karla Islas Pieck. Barcelona | karla.islas@diariomedico.com | 09/12/2013 00:00
Carlos González, autor de varios libros sobre crianza y salud infantil. (Jaume Cosialls)
En España se habla de una tasa de esta patología psiquiátrica de en torno al 6,8 por ciento y, según los estudios que cita el autor, la incidencia de este trastorno se ha llegado a situar hasta por encima del 20 por ciento entre los varones de algunas regiones de Estados Unidos.
A su juicio, esta tendencia va en aumento y la atribuye, en parte, "al entusiasmo de algunos médicos que, no en artículos científicos pero sí en opiniones en la prensa, están abogando por más diagnósticos y más tratamientos", cuando en muchos de los casos se trata de adolescentes inquietos, con conductas propias de su edad.
"Seguramente existen algunos niños en los que la hiperactividad es realmente una enfermedad y algunos de ellos se pueden beneficiar de un tratamiento. Pero pienso que se está diagnosticando y tratando a demasiados niños con criterios demasiado amplios".
En entrevista con Diario Médico ha indicado que la conveniencia de tratar a tantos menores con anfetaminas y otros psicofármacos es muy discutible. "En los estudios a corto plazo con estos medicamentos todo parecen maravillas, pero el único estudio a largo plazo del que se dispone demuestra que el tratamiento no ofrece un beneficio significativo para estos niños".
Considera que esta sobredimensión del TDAH se trata de una "moda" y confía en que en el futuro bajará; "algo similar sucedió con las amigdalectomías hace unas décadas; o con la irradiación del timo en bebés antes de la Segunda Guerra Mundial. La medicina está plagada de ejemplos de este tipo".
Desde su punto de vista, las diferencias abismales que existen entre las cifras de incidencia entre diferentes ciudades o países no reflejan que "en un lugar están mucho más enfermos que en otro" sino más bien la costumbre de los profesionales por diagnosticar, sumado a la demanda de padres y profesores que consideran anormales a los niños que son más nerviosos.
¿Por qué escribió este libro?
Escribo sobre las cosas que me preguntan las madres que vienen a verme y, curiosamente, la adolescencia es un tema que da muchas dudas a los padres de bebés pero pocas a los padres de adolescentes. Muchos de los padres primerizos se pasan el día en la consulta del pediatra preguntando cosas y algunos expresan su temor y ansiedad por el momento en el que sus hijos lleguen a la adolescencia. Piensan "uy, que difícil va a ser esto", pero luego llegan a la adolescencia y normalmente no pasa nada.
¿Qué es lo que más les preocupa a las madres que le visitan?
Básicamente cosas de bebés y de niños pequeños: que el bebé no duerme, que no come, que llora. O que tienen mocos y tos. Y últimamente, a base de insistencia, los pediatras hemos logrado que también les preocupen los percentiles.
¿Están los pediatras preparados para responder a estas cuestiones?
Mi experiencia personal me hace pensar que no, no estamos preparados. Y no es que tengamos que estar preparados para esto. Es que sencillamente no es nuestra profesión.
Pero es lo que más se les pide...
Si, es lo que más se nos pide. Al menos en España, claro. Y creo que nos lo tenemos que replantear. Los padres tienen que darse cuenta de que el médico no es un especialista en crianza y educación de niños y que, en la mayoría de las circunstancias, no se necesita ningún experto para eso. Siempre habrá un pequeño porcentaje de padres con problemas que sí que necesitan a un pediatra o a un psicólogo, pero en general los niños lo único que necesitan son abuelas. Es decir, otra madre con experiencia que asesore a los padres.
Pero en lugar de eso, van a verle...
Muchas madres van muchísimo al pediatra. La fase estrella es "¿es normal?".. ¿es normal que se chupe el dedo?, ¿es normal este granito?, ¿es normal que se muerda las uñitas?, ¿es normal que meta el piesito aquí?... Hay una obsesión con que todo sea normal. Pero por otra parte también los pediatras somos complicados: hacemos un control del niño sano. Y es que, si lo pensamos, no existe un control del adulto sano. Los médicos de familia tienen muy claro que no hay que hacer revisiones a personas sanas y no es que no entre por el seguro, es que se recomienda no hacerlas.
Ahora las revisiones pediátricas se están espaciando.
Quizá más por los recortes que por reflexión. Lógicamente los niños pueden tener enfermedades importantes que es necesario diagnosticar a tiempo y que a veces no dan síntomas, pero a todos los niños cuando nacen se les revisa todo lo que se les tiene que revisar en el hospital. A los pocos días hay que verlos para comprobar que realmente están ganando peso y que no ha pasado alguna cosa desapercibida. También es útil verlos cuando tienen un añito y asegurarse de que su desarrollo psicomotor es adecuado, pero no hacerles una revisión cada mes ni mucho menos.
¿Cuántos hijos tiene?
Tres. Un chico y dos chicas que ya han pasado la adolescencia. Son adultos jóvenes y alguno ya entrando en la mediana edad. Ese es otro de los motivos por los que no quise escribir un libro sobre adolescentes antes, porque siempre es arriesgado escribir sin haber pasado por la experiencia.
¿Qué tipo de padre fue con sus hijos?
Lo hice lo mejor que pude, como todos los padres. O casi todos, porque no hay que olvidar que el maltrato infantil existe. Fui un padre de contar muchos cuentos, de llevar mucho en brazos, de jugar al parchís...
¿Fue un padre del perfil de los que leen sus libros?
Si. En ellos básicamente hablo de lo que he vivido. Si yo escribiese un libro sobre medicina no hablaría de la meningitis porque pasé una, sino porque soy médico y he estudiado la meningitis. Pero sobre la crianza de los hijos no es que yo sepa más por ser médico: da la casualidad de que yo puedo poner "doctor Carlos González" y esto hasta ayuda a vender libros porque la gente dice "esto lo ha escrito un pediatra". Pero la verdad es que lo que escribo no es por ser pediatra, sino por ser padre.
¿Qué tipo de padres tuvo?
Hice un test estándar sobre estilos parentales pensando en mis padres y me salió que eran bastante permisivos. Mis padres no me pegaban, no recuerdo tampoco que nunca me castigaron. Me reñían: "no toques eso", "bájate de ahí", pero jamás recuerdo que me dijeran, "como has hecho esto no irás al parque". Castigos en ese sentido no recuerdo.
En su libro sugiere que hay una tendencia a sobrediagnostiocar el TDHA.
Si. Claramente está subiendo y es que cada día encontramos más médicos entusiastas que, no en artículos científicos pero sí en opiniones en la prensa, están abogando por más diagnósticos y más tratamientos. Seguramente existen algunos niños en los que la hiperactividad es realmente una enfermedad y algunos de ellos se pueden beneficiar de un tratamiento. Pero pienso que se está diagnosticando y tratando a demasiados niños con criterios demasiado amplios.
Que uno de cada cinco varones norteamericano esté diagnosticado de hiperactividad no puede ser. Podemos concluir que algo estamos haciendo mal. O bien hemos creado un problema si realmente los niños están tan mal y el 20 por ciento son hiperactivos, lo que demostraría el fallo completo de nuestra sociedad respecto a la crianza de los niños. Y, si no, y resulta que hay un 3 o un 5 por ciento de hiperactivos y estamos diagnosticado a un 20, significa que nos hemos pasado tres pueblos.
Algo similar sucedió con las amigdalectomías hace unas décadas. Un estudio curioso demostró que de un grupo de niños al que vieron pediatras, operaron a un tercio. De los restantes, otro grupo de pediatras que no sabían que ya estaban seleccionados, operaron a un tercio más y así sucesivamente. La conclusión fue que los médicos les quitaban las amígdalas a uno de cada tres. O la radiación del timo en bebés que se solía hacer de la segunda guerra mundial. La medicina está plagada de ejemplos de este tipo.
¿Vamos de subida en este pico aún?
Yo creo que sí y que tendrá que cambiar en los próximos años. Como la tendencia a tomar psicofármacos y antidepresivos como si fueran una tila...
¿Qué dicen los estudios respecto al tratamiento?
En los estudios a corto plazo con estos medicamentos todo parecen maravillas, pero el único estudio a largo plazo del que se dispone demuestra que el tratamiento no ofrece un beneficio significativo para estos niños.
Además es importante recordar que las anfetaminas y otros psicofármacos tienen efectos adversos, así es que para los niños que realmente tienen un serio problema psiquiátrico o neurológico y necesitan tratamiento, yo espero que salgan cosas mejores.
En su libro habla sobre la autoridad, los premios y castigos...
Existe una creencia irracional muy extendida de que los premios y los castigos son buenas maneras de motivar a la gente.
¿Conductismo?
No es sólo conductismo. Muchas empresas tienen programas de incentivos. De hecho, los primeros estudios que demuestran que los premios son inútiles, y que cito en el libro, vienen del mundo empresarial. Se ha demostrado que los premios no sirven y, además, plantean otros problemas como elegir el premio o el castigo. Tiene que ser algo bueno o algo malo, según sea el caso, si no no sería premio o castigo. En el caso de los niños: si tu hijo recoge la habitación, ¿le vas a dar caramelos?, ¿pero no le acabas de decir que no coma caramelos, porque son malos para los dientes?. Entonces, ¿cuál es el premio?, ¿una caries?.... O al revés, como premio le vas a comprar un libro, ¿no queremos fomentar la lectura entre los niños?. Entonces ¿qué pasa?, ¿al niño que no recoge la habitación no le voy a comprar libros para que no lea y entonces sea más burro que los otros?. El mensaje que se da no es el adecuado, ya que si es una cosa mala se la tengo que limitar a todos. Y si es una cosa buena, se tiene que procurar dársela a todos. Entonces, ¿qué puede ser un premio o un castigo?, si se trata de una cosa sin importancia, tampoco serviría para nada.
¿Qué alternativas existen?
He hablado de este tema en el libro porque me he encontrado con muchos padres que parece que no conciban que hay otra manera. En parte seguramente es porque así los educaron a ellos. Me encontrado alguna vez con madres que me escriben y me dicen cosas parecidas a: "está muy bien eso que dice de que no se debe pegar a los niños" y su hijo tiene ¡un año!. Y preguntan qué pueden hacer... Lo primero que me pregunto es ¿portarse mal un niño de año y medio?. Yo fui a un colegio de curas y ahí me explicaron que hasta los 7 años no cometes pecados y no tienes que confesarte porque no tienes uso de razón. ¿Cómo se puede decir que un niño de año y medio se porta mal cuando incluso la iglesia católica dice que es imposible que se porte mal?.
Por otra parte, ¿cómo puede alguien pensar que la única manera de que una persona haga lo que quieres que haga es pegándole?. No pegas a tu marido ni lo mandas al sillón de pensar. Creo que nos da miedo a veces la simple posibilidad de que el niño desobedezca. Se ve con una especie de terror o pánico: "se va a salir con la suya".
Supongo que es consciente que entorno a sus libros y, en general a la crianza con apego, en los últimos años se ha polarizado la opinión en seguidores y detractores. ¿Qué siente Carlos González ante este fenómeno?
Cuando veo que ponen cosas en mi boca que yo no he dicho lógicamente me horrorizo. Recuerdo especialmente haberme encontrado una vez algo así como "el calendario de alimentación según Carlos González", con las típicas tonterías de que a los 6 meses y medio se debe introducir la berenjena, pero que sea a la plancha y cosas del estilo. Cuando precisamente he escrito un libro para decir que no hay que hacer esas cosas. Que no se tiene que estar siguiendo un calendario porque no hay ninguna base científica para eso. Pero se ve que algún grupo de seguidoras se habían dedicado a buscar en cualquier sitio si yo alguna vez había hecho alguna referencia o había contestado a alguna madre que me había escrito preguntando cuándo podía introducir el yogurt o el pimiento y después dicen que "Carlos González dice que la pimiento se da a los 8 meses".
Esas cosas me disgustan y, cuanto menos de acuerdo estoy con lo que han dicho, más me horrorizan. Por otra parte están las que sí que dicen lo mismo que digo yo, pero también me da un poco de miedo que la gente lo diga sólo "porque lo he dicho yo". Creo que el argumento no es ese y me preocupa la facilidad con la que la gente recurre a argumentos de autoridad y dice "esto es así porque lo ha dicho Carlos González". Lo que intento en mis libros es aportar pruebas de lo que digo y si en unas cosas doy pruebas y en otras no, es para distinguir lo que es opinión mía y me puedo equivocar como todo el mundo.
Se le ha llegado a acusar de ofender a las madres que no dan el pecho...
Yo en Un regalo para toda la vida (Temas de Hoy) ya escribí que no se debe presionar a las mamás que no dan el pecho. No sé si la gente no sé lee los libros hasta el último capítulo, pero lo puse con todas las letras. Hay gente que es respetuosa solamente porque está en minoría, pero que cuando se siente respaldada por una mayoría se vuelve irrespetuosa.
Aquí te encuentras con los dos lados de la moneda. Por una parte, hay quien se queja de que yo no digo lo que a ellos les gustaría. Alguna vez me han echado en cara que si hablo tan bien de la lactancia materna "vas a hacer que se sientan culpables las madres que dan el biberón". Que si digo que el niño está mejor en casa que en la guardería, "vas a hacer que sientan culpables que han tenido que llevar a su hijo a la guardería"... Bueno y entonces, ¿qué he de decir?, ¿mentiras?. ¿Ahora he de decir que fumar no es malo para que no se sientan mal los fumadores?... Si fumar es malo y tomar sal y grasa es malo. Y dejar al niño llorar es malo y dar lactancia artificial es malo para la salud, yo lo tengo que decir, soy médico y esos son hechos objetivos.
Ahora bien, el motivo médico no es el único que hay que tomar en cuenta para tomar una decisión. La persona que me escucha, a la hora de decidir si va a fumar o no, además de saber el motivo médico que yo le he dicho tendrá, otros motivos. Por ejemplo, que le guste fumar. Una persona tiene derecho a elegir fumar porque le gusta aunque sepa que eso produce cáncer. Ahora lo que no voy a hacer yo es decir una mentira y decirle, "mira no te preocupes que no te va a pasar nada". En el caso de la lactancia materna o de la crianza de los hijos hay muchos factores a tomar en cuenta. Cada uno tiene su propia historia personal, sus propias preferencias, su propia condición socioeconómica, laboral, tiene su familia y su familia política y su entorno, lo que le dicen o lo que le dejan de decir, lo que le funciona o al resto de sus amigas les ha funcionado y con eso unas madres hacen unas cosas, otras hacen otras y cada cual intenta hacer lo mejor para su hijo.
¿Cuál es su próximo proyecto?
Ahora me gustaría hablar del niño en la literatura inglesa del siglo XIX.
¿Me puede adelantar algo?
Yo creo que los buenos escritores suelen mostrar un gran conocimiento de la mente humana y que muchas veces adelantan a los buenos psicólogos y a los buenos psiquiatras. En este sentido es particularmente útil la literatura inglesa del siglo XIX, porque eran en general autores muy preocupados por la infancia. Hay muchas novelas de esa época que antes de empezar a hablarnos del personaje adulto, y de sus aventuras y desventuras, nos han dedicado varios capítulos a explicarnos su infancia. Los autores son plenamente conscientes de que no se puede comprender a una persona si no es por medio de su infancia.
Hay un libro en el que aparece una niña de nueve años que se enfada mucho porque su madre le dice que está despeinada. Sube a su habitación y se corta el pelo. Al cabo de un rato aparece rapada en medio de una fiesta familiar. La autora dedica tres páginas a hablar de cómo se sentía. De qué siente una niña de nueve años antes, durante y después de hacer eso. Eso no lo he visto en libros de psicología. Normalmente hablan de qué hacer cuando un niño en una rabieta va y se corta el pelo o hace alguna otra gamberrada equivalente en estos tiempos, pero no te hablan de por qué lo hizo, sino de cómo cambiar esa conducta, de cómo hacerle ver las consecuencias.
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