“EXCUSAS” CIENTÍFICAS PARA DORMIR LA SIESTA
Una siesta después de un buen almuerzo es algo "natural”, como recogía una investigación publicada en "Neuron". El trabajo muestra cómo las neuronas que nos mantienen despiertos se “desconectan” después de la comida. Y desentraña los mecanismos cerebrales que llevan a ese sopor que nos invade después de comer, que eran desconocidos.
El aumento del azúcar en sangre que se produce después del almuerzo evita que un tipo concreto de neuronas envíen las señales que nos mantienen despiertos. Se trata de las neuronas que producen orexina, una pequeña proteína que regula las regiones cerebrales responsables de los estados de sueño y vigilia.
La siesta repara el sistema inmune
Una siesta de 30 minutos puede revertir el impacto hormonal que supone dormir poco, según un estudio publicado en “Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (JCEM)". Porque perder sueño tiene consecuencias para el organismo, ya que una mala noche deja huella en los sistemas inmune y endocrino. Incluso con un sólo día, nuestras defensas y hormonas se desequilibran.
Y si la falta de sueño se cronifica, puede pasar factura a nuestra salud. Y la media hora de descanso después de comer devuelve los marcadores inmunológicos y neuroendocrinos a sus niveles normales.
Reduce la presión arterial
Un estudio publicado en el "Journal of Human Hypertesion" a principios de julio de este año se une a la lista de trabajos que indican que dormir la siesta, una palabra que se acepta en castellano en las publicaciones científicas en inglés, reduce la presión sistólica y ayuda a combatir la hipertensión, porque da un respiro al corazón. Incluso se modifica el perfil lipídico.
Cuida el corazón
El ajetreo de la vida moderna hace que cada vez durmamos menos. Y según las estadísticas, la duración media del sueño es ahora casi 2 horas inferior por noche que hace 50 años. Y a la larga esto pasa factura a la salud. Por ejemplo, regatear horas al sueño se relaciona con un mayor riesgo de hipertensión, problemas cardiovasculares y también de ictus.
Dormir unos minutos después de comer, puede contrarrestar la tendencia. A pesar de que algunos estudios anteriores habían encontrado que esta práctica puede aumentar ligeramente el riesgo de ataque al corazón, los más recientes y más controlados han demostrado una relación inversa entre la siesta y ataques cardíacos.
Un reciente estudio epidemiológico de 23 mil personas en Grecia mostraba que los que tomaron regularmente siestas mostraron una reducción del 37 por ciento en la mortalidad coronaria en comparación con aquellos que nunca dormían la siesta, mientras que en las personas que dormían siesta ocasionalmente, la reducción fue del 12 por ciento.
Otro trabajo más reciente del “International Journal of Behavioral Medicine”, lo confirma: La recuperación cardiovascular después de una prueba de esfuerzo era mejor en los participantes que dormían una siesta de 45 minutos durante el día. Además mostraban una presión arterial promedio más baja después del estrés psicológico que aquellos que no durmieron.
Ayuda a mantener un peso saludable
Un estudio llevado cabo por la Universidad de Navarra y publicado en 2013 en "Obesity Facts", señalaba que dormir menos de 5 horas diarias aumenta el riesgo de obesidad, en comparación con quienes duermen las 7-8 horas reglamentarias. Pero según los investigadores, la carencia de sueño, como factor de riesgo de obesidad, podría modificarse gracias a la siesta, que podría convertirse en un factor protector frente a los kilos de más.
Mejora el funcionamiento cognitivo
Incluso una cabezadita de cinco minutos puede refrescarnos intelectualmente, según un estudio publicado en "Progress in Brain Research". El efecto es casi inmediato, señalan los investigadores y dura de una a tres horas.
Sin embargo, prolongarla más allá de media hora, puede producir un efecto inicial contrario, por la inercia del sueño, pero una vez superado, los beneficios para el intelecto pueden ser mayores. Las primeras horas de la tarde son las mejores para obtener estos beneficios.
Potencia la memoria y el aprendizaje
Una siesta de 30 minutos o menos aumenta la capacidad de la memoria y el aprendizaje. Según un estudio de marzo pasado publicado en “Neurobiology of Learning and Memory”. Una siesta corta es suficiente para mejorar significativamente el éxito del aprendizaje.
“Dondequiera que la gente esté en un ambiente de aprendizaje, debemos pensar seriamente acerca de los efectos positivos de sueño", explica Axel Mecklinger, que da pautas para que el rendimiento de nuestro trabajo se multiplique: “Un período concentrado de aprendizaje seguido por un sueño corto relajante es todo lo que se necesita”.
Favorece la empatía
Aunque el impacto de sueño sobre la función cognitiva está bien establecido, el papel del sueño en la modulación de los procesos cerebrales afectivos permanece en gran medida sin caracterizar. Y esos aperitivos de sueño que son las siestas, ofrecen un buen marco para estudiarlos.
Y un trabajo publicado en la revista “Cerebral cortex” concluye que el sueño de sobremesa ayuda a “refrescar” la empatía para evaluar las emociones en los demás porque disminuye los prejuicios negativos y amplifica el reconocimiento de las emociones negativas.
Según los investigadores, y nuestra propia experiencia, nuestras emociones cambian a lo largo del día. Y las siestas que duran entre 60 y 90 minutos, en las que nos da tiempo a soñar (sueño REM), contribuyen a mejorar nuestro buen ánimo y a ser más receptivo a las emociones de los demás porque nos ayudan a reconocer mejor las expresiones de alegría en los otros. Mientras que los que no duermen siesta detectar mejor el enfado y el miedo.
Mejor en hamaca...
Aunque cualquier sitio es bueno para echar una cabezada, lo ideal para obtener todos estos beneficios es conciliar el sueño sobre una cómoda hamaca meciéndonos suavemente. Dormir así es más fácil, porque el balanceo facilita la transición entre la vigilia y el sueño, según un trabajo que publicó la revista Current Biology.
El estudio revela que la siesta en una hamaca que se balancea lentamente realmente además de hacernos caer más rápido en brazos de Morfeo, modifica la arquitectura del sueño. Al parecer, la estimulación sensorial asociada con un movimiento de balanceo ejerce una acción de sincronización en el cerebro que refuerza los ritmos endógenos del sueño. Además prolonga la fase N2 de sueño, de ondas lentas, y de otro tipo especial, conocidas como husos del sueño.
Ambos tipos de oscilaciones aparecen en la actividad neuronal sincronizada, característica del sueño profundo. Y los husos del sueño se relacionan también con la plasticidad neural, es decir, con la capacidad de aprender. En conclusión, que el vaivén de la hamaca cambia la estructura del sueño, que se vuelve más profundo y reparador, y potencia la memoria.
Las neuronas también duermen la siesta
Y para acabar, una curiosidad: cuando no hemos dormido lo suficiente nos cuesta más concentrarnos y cometemos más errores, además de que se hace más difícil recordar. Investigadores de la universidad de Wisconsin-Madison han descubierto que estos lapsus se deben a que algunas neuronas de nuestro cerebro se toman una siesta después de una mala noche.
Por eso, incluso antes de que nos sintamos fatigados, ya hay señales en el cerebro que pronostican la peor ejecución en actividades que requieren toda nuestra atención. Y es que las neuronas literalmente se duermen, con consecuencias negativas para el rendimiento y el desempeño de tareas peligrosas. Hasta ahora los científicos pensaban que la privación de sueño afectaba a todo el cerebro en conjunto. Sin embargo, los electroencefalogramas y análisis del sueño muestran que hay algunas redes de neuronas que están despiertas y otras dormidas...
Fuente: ABC España / Pilar Quijada
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