lunes, 22 de mayo de 2017

La obra de Shakespeare, un compendio de la ciencia - DiarioMedico.com

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REFERENCIAS MÉDICAS RELEVANTES

La obra de Shakespeare, un compendio de la ciencia

El autor se ayuda en comedias y tragedias de técnicas y términos médicos para retratar a sus personajes, reflejando el conocimiento de su época.
Enrique Mezquita. Valencia | dmredaccion@diariomedico.com   |  22/05/2017 00:00
 
 

Vicent Montalt
Vicent Montalt, de la Universidad Jaume I, de Castellón. (DM)
La obra de William Shakespeare (1564-1616) está repleta de referencias médicas relevantes para conocer el surgimiento de la ciencia moderna gestada durante los siglos XVI y XVII. Se trata de un gran compendio de aspectos relacionados con la salud y la enfermedad en los planos físico y psicológico en relación a las transformaciones del cuerpo y también de las emociones y de los sentimientos, según revelan los estudios realizados por Vicent Montalt, profesor de Traducción y Comunicación de la Universidad Jaume I de Castellón (UJI).
Para Montalt, formado como traductor teatral en el Instituto Shakespeare de la Universidad de Valencia, desde una óptica científico-médica, "podríamos decir que el autor es una especie de protocientífico del cuerpo y de la mente, ya que sus personajes exploran un amplio abanico de situaciones y de posibilidades de comportamiento, interacción, etc.".
Todo ello hace que sus obras se conviertan en "un laboratorio donde el dramaturgo experimenta casi como un científico con los cuerpos, las emociones, los sentimientos, las ideas, la política y con cualquier elemento que sea relevante para el ser humano", señalando que enlazan en el marco de la tendencia anglosajona conocida como medical humanities, que aglutinan Medicina, Humanidades, Ciencias Sociales y Artes.
La gran diversidad de metáforas, imágenes, analogías o comparaciones relacionadas con la salud en obras como Hamlet, Ricardo II, Ricardo III, Coriolano, Romeo y Julieta, El rey Lear, La tempestad, Enrique V, Enrique VIII, Sueño de una noche de verano..., "revela que la ciencia es esencial en la construcción del universo psicológico y político del autor inglés".

De la locura a la epilepsia

La locura es uno de los ejemplos más conocidos y más ampliamente tratados en las obras de Shakespeare, desde las comedias hasta las tragedias. "Hamlet y Lear están en la mente de todos, pero en obras como la Comedia de los Errores, el dramaturgo escenifica diversos debates sobre el diagnóstico y el tratamiento de la locura. En La tempestad experimenta dramatúrgicamente con la locura cuando Próspero hace enloquecer a los marineros en el naufragio o a Calibán para someterlo como súbdito colonizado".
La epilepsia es otro ejemplo de cómo Shakespeare utiliza la medicina en la construcción de personajes tan conocidos como Julio César u Otelo. "De hecho, algunos estudiosos han visto en el tratamiento de la epilepsia en Otelo una confrontación entre el galenismo y el paracelsismo". En la tragedia histórica de Ricardo II se sirve de redes conceptuales como la formada por cólera, sangría, incisión, paciente, purga o médico, para construir las esferas física, emocional, mental y política de los personajes y mostrarlas a un público ávido de nuevos conocimientos y experiencias. Asimismo, sus obras permiten, según Montalt, ver "los intereses científicos y médicos de la época, en un momento de clara ebullición y revolución científica que él, como observador de la realidad, refleja en su obra, incorpora y transforma en teatro". Además de la medicina, la alquimia, la astrología, la óptica o la cartografía son algunos de los intereses científicos que Shakespeare refleja.
El dramaturgo fue un visionario que, como Galileo, Spinoza, Leibniz y tantos otros, nos hace llegar su perspectiva al presente y lo traspasa. En este escenario se muestra que tiene un gran interés por lo material, lo corpóreo y lo físico; de ahí su fascinación por la ciencia y la medicina. Se suma que el autor disfrutaba de amplios conocimientos médicos, un potente recurso que le permite verter sobre la página y sobre el escenario una concepción antropológica de la realidad de carácter fenomenológico, fisicista y empirista.
Algunos estudiosos han comentado que la relación de Shakespeare con su yerno, John Hall, que era médico, le facilitó el acceso al conocimiento en medicina. Además, el autor era un lector de los clásicos y cabe suponer que en una ciudad como Londres estaba en contacto con personas de procedencia diversa que le aportaban información de todo tipo.
Hay que recordar que en su época no existía una división tan clara y una distancia tan grande entre teatro y ciencia y todo estaba interconectado. La frontera entre conocimientos científico-médicos y literario-teatrales era muy tenue, mientras que ahora la relación entre ciencia y literatura se ha separado a lo largo del tiempo hasta llegar a posicionamientos antitéticos, polarizados, excluyentes e incluso conflictivos: el subjetivismo de una frente al objetivismo de la otra. La realidad es más compleja y el hecho es que literatura y ciencia siempre han estado en contacto y se han nutrido mutuamente.
La dimensión médica de la obra de Shakespeare nos ayuda a entender el cuerpo, la mente y las emociones desde una perspectiva histórica y dramatúrgica. Se trata de ampliar el espectro de la comprensión de los fenómenos que nos interesan, lo cual puede aportar nuevas maneras de acercarnos al lenguaje y la comunicación.
Según Montalt, un autor contemporáneo que ha explotado al máximo las fronteras entre ciencia y literatura y ha contribuido a desdibujarlas es el neurólogo británico Oliver Sacks.

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