Bacterias por todos los sitios
La soledad no existe. Aunque se encierre en su
habitación a cal y canto, nunca dejará de estar acompañado. Ácaros machos y
hembras comparten colchón con usted noche tras noche; una multitud de
pequeñísimas criaturas viajan en su ropa, otras se han instalado en el
teléfono... Convivimos con una muchedumbre de seres invisibles a los que
prácticamente ignoramos. Pero, ¿es buena tanta indiferencia?
Es el día a día: el cepillo de dientes, la tabla
de la cocina, el teléfono, sus propios intestinos, un beso de despedida... Haga
lo que haga, y aunque le parezca lo contrario, siempre está usted acompañado.
Miles de seres diminutos -bacterias, ácaros, virus...- están ahí. Y hay que
aprender a convivir con ellos porque, a pesar de que no son enemigos
potenciales para la salud de la población «normal», sí pueden convertirse en
origen de enfermedades infecciosas. «En el mundo desarrollado, donde tenemos
agua potable, existe escaso riesgo de contraer una enfermedad por el contacto con
una superficie», afirma José Prieto Prieto, catedrático de Microbiología de la
Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Y añade: «Pero sí
se deben tomar unas precauciones básicas para eludir, por ejemplo, un resfriado
o una infección intestinal por SIBO (sobrecrecimiento intestinal
bacteriano). Un poco de sentido común y unas mínimas reglas de higiene son
suficientes para ponerse a salvo».
El destino en sus
manos
Aunque está demostrado que no lavarse las manos
en los hospitales contagia enfermedades (además de hacerlo, cirujanos y médicos
se ponen guantes), no existen muchos estudios que documenten cómo afecta esta
falta de higiene al público en general. Es evidente que una persona que no se
lava las manos adecuadamente, con frecuencia, corre el riesgo de contaminar los
alimentos que cocina. Y así puede originar un brote de enfermedad relacionada
con la comida.
«A pesar de que parecen lisas, las manos tienen
recovecos, folículos pilosos, pliegues, surcos en las uñas... En todos estos
puntos anidan miles de bacterias y hongos por gramo de suciedad que se
multiplican constantemente. Al tratarse de una parte del cuerpo que se utiliza
para todo, siempre se contamina», explica el profesor Prieto. «Cuando nos
lavamos las manos, continúa, eliminamos un gran número de bacterias pero,
incluso aunque frotemos enérgicamente y usemos un desinfectante, la piel nunca
queda esterilizada. Lo que sucede es que, al reducir la cantidad bacteriana,
disminuye la microbiota (población bacteriana de cada persona, que tapiza la
piel y las mucosas), y también los patógenos (estafilococos, que producen luego
las intoxicaciones alimentarias, infección en las heridas...). Realizamos lo
que se llama una higienización, fundamental para eludir la transmisión de
enfermedades». Después de ir al cuarto de baño, antes de manipular los
alimentos o preparar un biberón, cuando se va a hacer la cura de un niño o a
limpiar una herida...: a lo largo del día son muchos los momentos en los que el
sentido común obliga a cumplir con este ritual.
Suena el teléfono
Una llamada tras otra en la oficina y el
auricular se carga de innumerables bacterias. ¿Puede ser vehículo de algún tipo
de germen? «El teléfono, al igual que un bolígrafo o la tapa del retrete, son
lo que nosotros llamamos "objetos contaminados", ya que ofrecen una
superficie a los microbios para que puedan colonizar y multiplicarse», dice
José Prieto. «El auricular se contamina con la piel del sujeto y se llena de
miles de bacterias, que habitualmente son inocuas; si hay alguna patógena, está
a tan bajas concentraciones que, al tener que combatir contra el resto de la
microbiota, no suelen planter problemas». Pero con este invento, además de escuchar,
se habla. Y, al hacerlo se emiten millones de bacterias, microbios y virus que
«viajan» en las partículas de saliva, con la tos o en un carraspeo y se quedan
en el micrófono. Si una persona acatarrada coge su teléfono, usted, al inspirar
se puede contagiar. Pero hay que estar muy próximo al aparato y éste tiene que
estar recientemente contaminado para que esto ocurra. No es lo habitual.
El bolígrafo
Objeto «multifuncional» que, aparte de cumplir su
misión principal, escribir, en muchas ocasiones se usa para otros menesteres.
Observe a sus compañeros de trabajo ahora que no le miran: unos lo muerden,
otros lo utilizan para rascarse la cabeza, los de más allá remueven el café con
él y a los manitas les sirve para arreglar algo. Altamente contaminado, pues.
¿Peligroso? No para la población en general. De cualquier manera, piénselo bien
antes de meterse en la boca el «boli» que acaba de pedir prestado a su jefe,
acto casi siempre inconsciente. Cuestión de higiene, ¿no?
La tapa del retrete
Se contamina con suma facilidad. De hecho, el 60
por ciento de las tapas analizadas en un estudio reciente presentaban
contaminación fecal. A nadie se le ocurre apoyarse en un asiento sucio, si bien
muchas personas lo limpian con un trozo de papel higiénico para luego asentar
allí sus posaderas. Craso error. Las bacterias se difunden por todo el borde y
el interesado puede «llevarse» alguna de ellas «de recuerdo». Además, si no se
lava las manos y luego, por ejemplo, come un bocadillo, podría ingerir esa
bacteria del asiento. También hay que tener presente que los pomos de las
puertas, los grifos y las manillas de las cadenas están poblados de ellas.
Lávese siempre las manos en los baños públicos y séqueselas con aire o toallas
de papel.
El cepillo de
dientes
Huelga decir que es una cuestión de percepción de
higiene que cada uno debe emplear el suyo. Pero, si por necesidad, utiliza uno
prestado en algún momento, raramente sufriría algún tipo de contagio. «El
cepillo puede llevarse millones de bacterias por gramo de secreción bucal, que
anidan en los pliegues gingivales y en la superficie del diente», indica el
profesor Prieto. «Además, al cepillarnos, usamos un antiséptico bucal que
participa en la eliminación masiva de los gérmenes. No se logra la
esterilización, pero sí disminuye enormemente la cantidad de bacterias
existentes. A esto hay que sumar el efecto del arrastre, con lo cual la
higienización de la boca es fantástica». Si a esto unimos que los cepillos se
limpian con agua clorada - que ayuda a deshacerse de las bacterias que quedan-
y que en el caso de que algunas sobrevivan son sensibles a la desecación, el
riesgo de contagio de una persona a otra es mínimo en este caso.
Las duchas públicas
El entorno cálido y húmedo de estos lugares es
perfecto como caldo de cultivo para los hongos que producen infecciones
cutáneas, entre ellos el llamado «pie de atleta». Por este motivo, nunca debe
ir descalzo en estos lugares. Sin embargo, con cierta frecuencia el problema de
estas infecciones proviene, más que de las duchas, del calzado y de los
calcetines. Con el fin de evitar problemas, se deben mantener los pies secos y,
para ello, hay que evitar los zapatos y calcetines húmedos. Los deportistas
tienen que llevar siempre un par de calcetines de recambio y cambiarse
inmediatamente después de terminar el ejercicio.
La tabla de la
cocina
Para que se hagan una idea, los controles de
sanidad que se realizan en las cocinas de los restaurantes incluyen siempre las
tablas de cortar. Esto es así porque cualquier bacteria que se encuentre en un
alimento puede pasar a la tabla donde se prepara. Huya siempre de las de madera
ya que, al ser más viejas y tener cortes producidos por los cuchillos, ofrecen
una superficie en la que los microbios se instalan más fácilmente. Las mejores
son las sintéticas, lisas, que no mantienen la materia orgánica y se limpian
fácilmente, por arrastre, poniéndolas bajo el chorro de agua.
Por un beso... yo
no sé qué daría
En un momento de pasión, a ver quién se para a
pensar que un beso puede ser fuente de algún tipo de infección. Pues cuidadito.
En un ósculo pasional, que no de cortesía, viaja en ocasiones la llamada
«enfermedad del beso». «Se transmite a través de la saliva y el responsable es
el virus de la mononucleosis infecciosa», explica José Prieto. «Se presenta,
sobre todo, en la gente joven y se sitúa en el entorno de la cavidad bucal, la
faringe. Esta patología, nada infrecuente, no tiene por qué ser grave».
A la hora de besar tampoco hay que olvidar que
determinadas infecciones (como el virus herpes) resultan muy contagiosas.
Cuando una persona tiene en la boca -de forma manifiesta, no latente-, este
tipo de patógeno, debe olvidarse de demostrar así su cariño. ¿Por qué
transmitir a la persona amada tan dolorosa molestia?
Altos vuelos
¿Qué pasa en los aviones? Si 300 personas
respiran el mismo aire durante quince horas, por ejemplo, ¿qué ocurre con los
virus y bacterias que viajan con ellos? ¿Pueden transmitir algún tipo de
enfermedad? No. No es lo normal. Las aeronaves modernas están obligadas a pasar
una serie de inspecciones y controles que dificultan, extraordinariamente, que
puedan presentarse problemas de este tipo. Como es natural, el aire se recicla
siempre en las alturas -no se obtiene del exterior-, y a 10.000 metros todos
respiramos el mismo ambiente: el que se genera en el avión y que resulta tan
limpio o más que el habitual.
Hasta fechas recientes estaba permitido fumar en
los aviones y, aunque el olor del tabaco permanecía, el humo desaparecía
rápidamente gracias al reciclado y a los filtros pertinentes. Hay control y
garantía.
En amor y compañía
Bacterias, virus e inevitablemente, multitud de
ácaros, comparten colchón con nosotros. ¿Por qué siempre los ácaros? Porque se
alimentan de materia orgánica y en un dormitorio siempre la encuentran, aunque
se trate de partículas microscópicas. «La descamación de la piel, pelos o algún
resto de secreción (heces, orina, mocos) son suficientes para que los ácaros
vivan y se multipliquen -afirma José Prieto-. Por eso, en una vivienda la mayor
concentración se halla en los dormitorios y, más concretamente, en la cama y en
el polvo de ésta habitación». Estos seres minúsculos pueden provocar rinitis
alérgica y asma. Para impedir su proliferación hay que tomar una serie de
medidas, entre las que se incluyen una buena ventilación del cuarto; mover y
airear los colchones a menudo y pasar la aspiradora por éstos y las almohadas
todas las semanas. Los asmáticos y quienes sufren rinitis alérgica deberían
invertir en camas y productos antiácaros.
"El proyecto Verdisa se centra en el desarrollo personal enfocado en que cada persona use sus propias herramientas guiado por los mejores profesionales. Se basa en el movimiento #MATIM, en el que cada individuo elige el aspecto de su vida a mejorar y lo comparte con toda la comunidad de desarrollo personal.
Verdisa es un simpático dibujo animado que representa la brújula que ayuda a todas esas personas con ganas de mejorar. Ella los guía con la participación de sus colaboradores a ser mejores cada día.
Te esperemos en Verdisa.com, tu sitio de mejora constante".
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