martes, 8 de octubre de 2019

Bacterias por todos los sitios | VERDISA













Bacterias por todos los sitios

La soledad no existe. Aunque se encierre en su habitación a cal y canto, nunca dejará de estar acompañado. Ácaros machos y hembras comparten colchón con usted noche tras noche; una multitud de pequeñísimas criaturas viajan en su ropa, otras se han instalado en el teléfono... Convivimos con una muchedumbre de seres invisibles a los que prácticamente ignoramos. Pero, ¿es buena tanta indiferencia?

Es el día a día: el cepillo de dientes, la tabla de la cocina, el teléfono, sus propios intestinos, un beso de despedida... Haga lo que haga, y aunque le parezca lo contrario, siempre está usted acompañado. Miles de seres diminutos -bacterias, ácaros, virus...- están ahí. Y hay que aprender a convivir con ellos porque, a pesar de que no son enemigos potenciales para la salud de la población «normal», sí pueden convertirse en origen de enfermedades infecciosas. «En el mundo desarrollado, donde tenemos agua potable, existe escaso riesgo de contraer una enfermedad por el contacto con una superficie», afirma José Prieto Prieto, catedrático de Microbiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Y añade: «Pero sí se deben tomar unas precauciones básicas para eludir, por ejemplo, un resfriado o una infección intestinal por SIBO (sobrecrecimiento intestinal bacteriano). Un poco de sentido común y unas mínimas reglas de higiene son suficientes para ponerse a salvo».

El destino en sus manos

Aunque está demostrado que no lavarse las manos en los hospitales contagia enfermedades (además de hacerlo, cirujanos y médicos se ponen guantes), no existen muchos estudios que documenten cómo afecta esta falta de higiene al público en general. Es evidente que una persona que no se lava las manos adecuadamente, con frecuencia, corre el riesgo de contaminar los alimentos que cocina. Y así puede originar un brote de enfermedad relacionada con la comida.
«A pesar de que parecen lisas, las manos tienen recovecos, folículos pilosos, pliegues, surcos en las uñas... En todos estos puntos anidan miles de bacterias y hongos por gramo de suciedad que se multiplican constantemente. Al tratarse de una parte del cuerpo que se utiliza para todo, siempre se contamina», explica el profesor Prieto. «Cuando nos lavamos las manos, continúa, eliminamos un gran número de bacterias pero, incluso aunque frotemos enérgicamente y usemos un desinfectante, la piel nunca queda esterilizada. Lo que sucede es que, al reducir la cantidad bacteriana, disminuye la microbiota (población bacteriana de cada persona, que tapiza la piel y las mucosas), y también los patógenos (estafilococos, que producen luego las intoxicaciones alimentarias, infección en las heridas...). Realizamos lo que se llama una higienización, fundamental para eludir la transmisión de enfermedades». Después de ir al cuarto de baño, antes de manipular los alimentos o preparar un biberón, cuando se va a hacer la cura de un niño o a limpiar una herida...: a lo largo del día son muchos los momentos en los que el sentido común obliga a cumplir con este ritual.

Suena el teléfono  

Una llamada tras otra en la oficina y el auricular se carga de innumerables bacterias. ¿Puede ser vehículo de algún tipo de germen? «El teléfono, al igual que un bolígrafo o la tapa del retrete, son lo que nosotros llamamos "objetos contaminados", ya que ofrecen una superficie a los microbios para que puedan colonizar y multiplicarse», dice José Prieto. «El auricular se contamina con la piel del sujeto y se llena de miles de bacterias, que habitualmente son inocuas; si hay alguna patógena, está a tan bajas concentraciones que, al tener que combatir contra el resto de la microbiota, no suelen planter problemas». Pero con este invento, además de escuchar, se habla. Y, al hacerlo se emiten millones de bacterias, microbios y virus que «viajan» en las partículas de saliva, con la tos o en un carraspeo y se quedan en el micrófono. Si una persona acatarrada coge su teléfono, usted, al inspirar se puede contagiar. Pero hay que estar muy próximo al aparato y éste tiene que estar recientemente contaminado para que esto ocurra. No es lo habitual.

El bolígrafo     

Objeto «multifuncional» que, aparte de cumplir su misión principal, escribir, en muchas ocasiones se usa para otros menesteres. Observe a sus compañeros de trabajo ahora que no le miran: unos lo muerden, otros lo utilizan para rascarse la cabeza, los de más allá remueven el café con él y a los manitas les sirve para arreglar algo. Altamente contaminado, pues. ¿Peligroso? No para la población en general. De cualquier manera, piénselo bien antes de meterse en la boca el «boli» que acaba de pedir prestado a su jefe, acto casi siempre inconsciente. Cuestión de higiene, ¿no?

La tapa del retrete 

Se contamina con suma facilidad. De hecho, el 60 por ciento de las tapas analizadas en un estudio reciente presentaban contaminación fecal. A nadie se le ocurre apoyarse en un asiento sucio, si bien muchas personas lo limpian con un trozo de papel higiénico para luego asentar allí sus posaderas. Craso error. Las bacterias se difunden por todo el borde y el interesado puede «llevarse» alguna de ellas «de recuerdo». Además, si no se lava las manos y luego, por ejemplo, come un bocadillo, podría ingerir esa bacteria del asiento. También hay que tener presente que los pomos de las puertas, los grifos y las manillas de las cadenas están poblados de ellas. Lávese siempre las manos en los baños públicos y séqueselas con aire o toallas de papel.

El cepillo de dientes       

Huelga decir que es una cuestión de percepción de higiene que cada uno debe emplear el suyo. Pero, si por necesidad, utiliza uno prestado en algún momento, raramente sufriría algún tipo de contagio. «El cepillo puede llevarse millones de bacterias por gramo de secreción bucal, que anidan en los pliegues gingivales y en la superficie del diente», indica el profesor Prieto. «Además, al cepillarnos, usamos un antiséptico bucal que participa en la eliminación masiva de los gérmenes. No se logra la esterilización, pero sí disminuye enormemente la cantidad de bacterias existentes. A esto hay que sumar el efecto del arrastre, con lo cual la higienización de la boca es fantástica». Si a esto unimos que los cepillos se limpian con agua clorada - que ayuda a deshacerse de las bacterias que quedan- y que en el caso de que algunas sobrevivan son sensibles a la desecación, el riesgo de contagio de una persona a otra es mínimo en este caso.

Las duchas públicas        

El entorno cálido y húmedo de estos lugares es perfecto como caldo de cultivo para los hongos que producen infecciones cutáneas, entre ellos el llamado «pie de atleta». Por este motivo, nunca debe ir descalzo en estos lugares. Sin embargo, con cierta frecuencia el problema de estas infecciones proviene, más que de las duchas, del calzado y de los calcetines. Con el fin de evitar problemas, se deben mantener los pies secos y, para ello, hay que evitar los zapatos y calcetines húmedos. Los deportistas tienen que llevar siempre un par de calcetines de recambio y cambiarse inmediatamente después de terminar el ejercicio.

La tabla de la cocina       

Para que se hagan una idea, los controles de sanidad que se realizan en las cocinas de los restaurantes incluyen siempre las tablas de cortar. Esto es así porque cualquier bacteria que se encuentre en un alimento puede pasar a la tabla donde se prepara. Huya siempre de las de madera ya que, al ser más viejas y tener cortes producidos por los cuchillos, ofrecen una superficie en la que los microbios se instalan más fácilmente. Las mejores son las sintéticas, lisas, que no mantienen la materia orgánica y se limpian fácilmente, por arrastre, poniéndolas bajo el chorro de agua.

Por un beso... yo no sé qué daría 

En un momento de pasión, a ver quién se para a pensar que un beso puede ser fuente de algún tipo de infección. Pues cuidadito. En un ósculo pasional, que no de cortesía, viaja en ocasiones la llamada «enfermedad del beso». «Se transmite a través de la saliva y el responsable es el virus de la mononucleosis infecciosa», explica José Prieto. «Se presenta, sobre todo, en la gente joven y se sitúa en el entorno de la cavidad bucal, la faringe. Esta patología, nada infrecuente, no tiene por qué ser grave».
A la hora de besar tampoco hay que olvidar que determinadas infecciones (como el virus herpes) resultan muy contagiosas. Cuando una persona tiene en la boca -de forma manifiesta, no latente-, este tipo de patógeno, debe olvidarse de demostrar así su cariño. ¿Por qué transmitir a la persona amada tan dolorosa molestia?

Altos vuelos    

¿Qué pasa en los aviones? Si 300 personas respiran el mismo aire durante quince horas, por ejemplo, ¿qué ocurre con los virus y bacterias que viajan con ellos? ¿Pueden transmitir algún tipo de enfermedad? No. No es lo normal. Las aeronaves modernas están obligadas a pasar una serie de inspecciones y controles que dificultan, extraordinariamente, que puedan presentarse problemas de este tipo. Como es natural, el aire se recicla siempre en las alturas -no se obtiene del exterior-, y a 10.000 metros todos respiramos el mismo ambiente: el que se genera en el avión y que resulta tan limpio o más que el habitual.
Hasta fechas recientes estaba permitido fumar en los aviones y, aunque el olor del tabaco permanecía, el humo desaparecía rápidamente gracias al reciclado y a los filtros pertinentes. Hay control y garantía.

En amor y compañía      

Bacterias, virus e inevitablemente, multitud de ácaros, comparten colchón con nosotros. ¿Por qué siempre los ácaros? Porque se alimentan de materia orgánica y en un dormitorio siempre la encuentran, aunque se trate de partículas microscópicas. «La descamación de la piel, pelos o algún resto de secreción (heces, orina, mocos) son suficientes para que los ácaros vivan y se multipliquen -afirma José Prieto-. Por eso, en una vivienda la mayor concentración se halla en los dormitorios y, más concretamente, en la cama y en el polvo de ésta habitación». Estos seres minúsculos pueden provocar rinitis alérgica y asma. Para impedir su proliferación hay que tomar una serie de medidas, entre las que se incluyen una buena ventilación del cuarto; mover y airear los colchones a menudo y pasar la aspiradora por éstos y las almohadas todas las semanas. Los asmáticos y quienes sufren rinitis alérgica deberían invertir en camas y productos antiácaros.


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