Imágenes de resonancia magnética detectan la dislexia de forma precoz
(28-30/01/2012) - E.P.
La dislexia responde a una intervención temprana por lo que el diagnóstico precoz de niños en situación de riesgo podría evitar las dificultades escolares y de comunicación
Los niños en riesgo de dislexia muestran diferencias en la actividad cerebral, captadas por resonancia magnética, incluso antes de comenzar a aprender a leer, según un estudio del Hospital Infantil de Boston, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
La dislexia de desarrollo, que no es causada por un trauma cerebral, afecta a entre el 5 y el 17 por ciento de todos los niños; uno de cada dos niños, con una historia familiar de dislexia, tendrá problemas con la lectura, mala ortografía, pobres habilidades de decodificación y dificultad para reconocer palabras con fluidez. Además, debido a los problemas para reconocer y manipular las estructuras de sonido subyacentes de las palabras (procesamiento fonológico), los niños con dislexia tienen dificultad para mapear sonidos orales al lenguaje escrito.
Los investigadores del Hospital Infantil de Boston, dirigidos por la doctora Nora Raschle, de los Laboratorios de Neurociencia Cognitiva, realizaron resonancias magnéticas funcionales a 36 niños en edad prescolar, mientras éstos realizaban tareas en las que tenían que decidir si dos palabras comenzaban con el mismo sonido. Durante las tareas fonológicas, los niños con un historial familiar de dislexia mostraron una reducción de la actividad metabólica en ciertas regiones del cerebro (en las uniones entre los lóbulos occipital y temporal y en los lóbulos temporal y parietal en la parte posterior del cerebro), en comparación con los controles.
Según explica la investigadora principal, la doctora Nadine Gaab, los niños mayores y los adultos con dislexia tienen una disfunción en las mismas regiones cerebrales y añade que lo que este estudio nos dice, es que la capacidad del cerebro para procesar los sonidos del lenguaje es deficiente, incluso antes de que estos niños aprendan a leer.
Tanto en los niños en riesgo de padecer dislexia como en los grupos de control, aquellos que mostraron una alta activación en estas áreas del cerebro poseían mejores habilidades lectoras, tales como la rima, el conocimiento de las letras y sus sonidos, saber cuándo dos palabras comienzan de la misma manera, y la capacidad de separar sonidos dentro de una palabra. Por otro lado, los niños en situación de riesgo no mostraron ningún aumento en la activación de las regiones frontales del cerebro, como se ha visto en niños mayores y adultos con dislexia. Esto sugiere que estas regiones se activan sólo cuando los niños empiezan a aprender a leer, ya que el cerebro trata de compensar sus disfunciones.
Varios estudios han demostrado que los niños con dislexia, a menudo, tienen experiencias negativas en la escuela, y son calificados como perezosos o desmotivados. Su frustración puede conducir a comportamientos agresivos, impulsivos y antisociales, y a una mayor probabilidad de abandonar la escuela secundaria e ingresar en el sistema de justicia juvenil.
Según expone Raschle, la identificación temprana de los niños en situación de riesgo de dislexia puede ayudar a reducir las consecuencias negativas, sociales y psicológicas, a las que se enfrentan, a menudo, estos niños.
Si bien existen varias intervenciones neuropsicológicas para la dislexia, ésta generalmente no se diagnostica hasta que el niño está escolarizado, y ya son menos eficaces. Gaab añade que a menudo, las familias saben que su hijo tiene dislexia desde la edad prescolar, pero no logran acceder a las intervenciones en la escuela. Si se consigue demostrar que es un diagnóstico precoz, la escuela debe ser estimulada para desarrollar estos programas.
La dislexia de desarrollo, que no es causada por un trauma cerebral, afecta a entre el 5 y el 17 por ciento de todos los niños; uno de cada dos niños, con una historia familiar de dislexia, tendrá problemas con la lectura, mala ortografía, pobres habilidades de decodificación y dificultad para reconocer palabras con fluidez. Además, debido a los problemas para reconocer y manipular las estructuras de sonido subyacentes de las palabras (procesamiento fonológico), los niños con dislexia tienen dificultad para mapear sonidos orales al lenguaje escrito.
Los investigadores del Hospital Infantil de Boston, dirigidos por la doctora Nora Raschle, de los Laboratorios de Neurociencia Cognitiva, realizaron resonancias magnéticas funcionales a 36 niños en edad prescolar, mientras éstos realizaban tareas en las que tenían que decidir si dos palabras comenzaban con el mismo sonido. Durante las tareas fonológicas, los niños con un historial familiar de dislexia mostraron una reducción de la actividad metabólica en ciertas regiones del cerebro (en las uniones entre los lóbulos occipital y temporal y en los lóbulos temporal y parietal en la parte posterior del cerebro), en comparación con los controles.
Según explica la investigadora principal, la doctora Nadine Gaab, los niños mayores y los adultos con dislexia tienen una disfunción en las mismas regiones cerebrales y añade que lo que este estudio nos dice, es que la capacidad del cerebro para procesar los sonidos del lenguaje es deficiente, incluso antes de que estos niños aprendan a leer.
Tanto en los niños en riesgo de padecer dislexia como en los grupos de control, aquellos que mostraron una alta activación en estas áreas del cerebro poseían mejores habilidades lectoras, tales como la rima, el conocimiento de las letras y sus sonidos, saber cuándo dos palabras comienzan de la misma manera, y la capacidad de separar sonidos dentro de una palabra. Por otro lado, los niños en situación de riesgo no mostraron ningún aumento en la activación de las regiones frontales del cerebro, como se ha visto en niños mayores y adultos con dislexia. Esto sugiere que estas regiones se activan sólo cuando los niños empiezan a aprender a leer, ya que el cerebro trata de compensar sus disfunciones.
Varios estudios han demostrado que los niños con dislexia, a menudo, tienen experiencias negativas en la escuela, y son calificados como perezosos o desmotivados. Su frustración puede conducir a comportamientos agresivos, impulsivos y antisociales, y a una mayor probabilidad de abandonar la escuela secundaria e ingresar en el sistema de justicia juvenil.
Según expone Raschle, la identificación temprana de los niños en situación de riesgo de dislexia puede ayudar a reducir las consecuencias negativas, sociales y psicológicas, a las que se enfrentan, a menudo, estos niños.
Si bien existen varias intervenciones neuropsicológicas para la dislexia, ésta generalmente no se diagnostica hasta que el niño está escolarizado, y ya son menos eficaces. Gaab añade que a menudo, las familias saben que su hijo tiene dislexia desde la edad prescolar, pero no logran acceder a las intervenciones en la escuela. Si se consigue demostrar que es un diagnóstico precoz, la escuela debe ser estimulada para desarrollar estos programas.
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