martes, 16 de julio de 2013

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Un estudio genético del Vall d’Hebrón diseña un modelo predictivo para el tratamiento farmacológico del ictus isquémico


Barcelona (17/07/2013) - Redacción

El Grupo de Investigación de Enfermedades Neurovasculares del VHIR ha demostrado el componente genético asociado a la respuesta a la administración de t-PA, el único tratamiento farmacológico para la fase aguda del ictus isquémico

El Grupo de Investigación de Enfermedades Neurovasculares del Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR) ha dado un paso más al demostrar el componente genético asociado a la respuesta a la administración de t-PA, el único tratamiento farmacológico para la fase aguda del ictus isquémico. Este hallazgo consolida la importancia de los factores genéticos en la predicción de la respuesta al fármaco que se apuntan desde hace tiempo y al mismo tiempo podría modificar los criterios de cribado de los pacientes que pueden recibir o no el tratamiento.
Los resultados del estudio mejoran los algoritmos de predicción de respuesta a t-PA existentes hasta el momento y proponen un modelo predictivo que combina factores clínicos y genéticos con más efectividad.
El estudio aporta mayor seguridad al tratamiento con este fármaco gracias a esta identificación de pacientes con variantes genéticas que empeoran el pronóstico, y también podría ayudar a los neurólogos a decidir tratar a pacientes fuera de los criterios de tratamiento establecidos pero que debido a que presentan un bajo riesgo genético se podrían beneficiar del tratamiento con t-PA.
Este estudio del VHIR ha sido publicado en la revista 'Annals of Neurology' y deriva de una sólida colaboración con otros centros como la Fundación Docencia e Investigación MútuaTerrassa y grupos que pertenecen al estudio GRECOS como el Hospital Clínico, el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, el Hospital del Mar, el Hospital de Basurto y el Hospital Dr. Josep Trueta y que disponen de grandes bases de datos de pacientes.
El t-PA (el activador del plasminógeno tisular) es el único fármaco existente para el tratamiento del ictus durante la fase aguda de la patología y cuando el ictus es isquémico, es decir, cuando un coágulo es el motivo que impide que la sangre circule con normalidad por las arterias cerebrales. Se trata de un fármaco muy útil para deshacer estos coágulos cuando los pacientes con un ictus isquémico reúnen unas determinadas condiciones, que, aparte de la edad, la tensión arterial y el estado neurológico, también tienen en cuenta el tiempo transcurrido entre que un paciente sufre un ictus, llega al hospital, se le diagnostica el ictus isquémico y está en condiciones de recibir el tratamiento, que se recomienda que no supere las 4,5 horas debido al riesgo de hemorragia cerebral.
Aunque los criterios que se utilizan para administrar o no el t-PA precisamente existen para minimizar los efectos adversos, entre un dos y un cinco por ciento de los pacientes sufre hemorragias cerebrales, a veces graves.
Ampliar los márgenes de seguridad
Esta gran variabilidad en la respuesta ante este tratamiento, a pesar de aplicarse los criterios conocidos, hace que los especialistas y los investigadores busquen elementos que ayuden a mejorar los algoritmos de predicción de respuesta e indaguen qué variaciones genéticas están asociadas a mayor riesgo de mortalidad a causa de una hemorragia cerebral como consecuencia del tratamiento con t-PA.
Este estudio del VHIR demuestra que basar estas decisiones en algoritmos que, además de aspectos clínicos, incorporen la variabilidad genética afina la predicción de respuesta a la administración de este fármaco postictus. Concretamente, este estudio ha analizado la serie más grande de pacientes tratados con t-PA y de los que se dispone tanto de datos genéticos como fenotípicos, es decir, datos que se traducen en lo que muestran los pacientes. El estudio ha buscado polimorfismos de un único nucleótido (SNP), o lo que es lo mismo, pequeñas variaciones en la cadena de ADN, en 97 genes candidatos y más de 1.000 pacientes.
"Los resultados del estudio han demostrado que los pacientes que tienen un polimorfismo en el gen A2M se asocian más a hemorragias cerebrales y los polimorfismos en el Factor XII se asocian a mayor mortalidad intrahospitalaria después de la administración de t-PA en pacientes con ictus", explica el Dr. Israel Fernández-Cadenas, responsable del estudio dentro del área de genética del Grupo de Investigación en Enfermedades Neurovasculares del VHIR, conjuntamente con el Dr. Alberto del Río, y actualmente investigador de la Fundación Docencia e Investigación MútuaTerrassa.
El Dr. Joan Montaner, responsable del citado grupo del VHIR y responsable último del estudio, pone en valor los hallazgos: "Esto permite identificar a los pacientes que genéticamente tienen un mayor riesgo de tener una mala respuesta. Al mismo tiempo, mejora los márgenes de seguridad para aquellos pacientes que cumplan todos los criterios para que se les administre el tratamiento y que desde el punto de vista genético no tengan un riesgo aumentado. Incluso se podrían relajar criterios, como poder administrar en algunos casos el tratamiento de forma algo más tardía, más allá de las 4,5 horas después del ictus. También sitúa a estos genes en el punto de mira como posibles dianas terapéuticas además de como marcadores de respuesta".
Genes alterados y mayor posibilidad de hemorragia cerebral post t-PA
La publicación más reciente de este grupo de investigación del VHIR, también de gran importancia respecto a los efectos hemorrágicos adversos después del tratamiento con t-PA, es un estudio realizado mediante microarrays de expresión.
En este estudio se han analizado los niveles de ARN en muestras sanguíneas de una serie de pacientes con o sin complicaciones hemorrágicas post t-PA. Se ha encontrado un grupo de genes CRISP3, LTF, NGAL y CEACAM8 alterados en pacientes que posteriormente habían padecido hemorragias cerebrales severas. Estos genes se asocian a la regulación y la actividad de los neutrófilos, unas células sanguíneas de defensa.
Parece ser que estos neutrófilos tienen un papel importante en el riesgo de que los pacientes de ictus sufran hemorragias cerebrales. Aunque serán necesarios más estudios para confirmar estos resultados, este hallazgo va en la misma dirección que los de otros estudios realizados por el mismo grupo de investigación.

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