HAROLD VARMUS | PREMIO NOBEL DE MEDICINA
“No nos vamos a librar del cáncer, pero podremos reducirlo en un 50%”
El investigador estadounidense, especialista en cáncer, cree que con el apoyo financiero y político “se han logrado avances lentos, pero claros y dramáticos” en la lucha contra esta enfermedad
DANIEL MEDIAVILLA Jerusalén 20 AGO 2015 - 12:33 CEST
En 1971, el entonces presidente de EE UU Richard Nixon le declaró la guerra al cáncer. La Ley Nacional del Cáncer impulsó una ofensiva científica contra lo que entonces se consideraba una sola enfermedad. En esa misma época, en la Universidad de California en San Francisco, Harold Varmus (Oceanside, Nueva York, 1939) se enroló en un ejército que ha liderado durante las últimas décadas. Junto a Michael Bishop, descubrió que muchos tipos de cáncer son provocados por mecanismos genéticos dentro de células normales y comenzó a desenmascarar a un enemigo del que hasta entonces se sabía muy poco. Por ese logro, él y Bishop recibieron el Nobel de Medicina en 1989.
En una conferencia en Jerusalén, con motivo del congreso World Science Conference Israel, Varmus repasó esta semana una carrera en la que comienza a abandonar las primeras líneas. Después de ser director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), la mayor agencia de financiación de investigación biomédica del mundo, entre 1996 y 1999, en marzo de este año abandonó la dirección del Instituto Nacional del Cáncer.
Muchas de las aplicaciones médicas comienzan con un intento de responder a una pregunta sobre biología
Delante de muchos jóvenes que deberán tomar el relevo de su generación en la guerra contra el cáncer, el investigador estadounidense reconoce que cuando se inició aquel combate “no había plan”, pero que con el apoyo financiero y político “se han logrado avances lentos, pero claros y dramáticos”. El descubrimiento de los primeros genes cuyas mutaciones estaban relacionadas con la aparición de tumores dio la idea de que sería posible crear fármacos que bloqueasen las proteínas producidas por esos genes y detener la enfermedad sin los serios efectos secundarios de la quimioterapia. En algunos casos, como el caso del imatinib, un fármaco para tratar la leucemia mieloide crónica, la estrategia funcionó.
Pero conforme se amplia el conocimiento de este grupo de enfermedades, se ha observado que, en muchos casos, son demasiados genes los implicados y que, incluso dentro de un mismo tumor, la diversidad genética de sus distintas partes hace que no sirva un solo tratamiento. Además, los tumores han demostrado una tremenda capacidad de adaptación, y bajo la presión selectiva a la que les someten los fármacos, mutan y vuelven a atacar con más fuerza cuando se recuperan de la ofensiva. En este sentido, Varmus considera que “la resistencia a los fármacos es probablemente el mayor problema que tenemos”.
Pregunta. Cuando recibió el Nobel, usted afirmó que el cáncer es una versión deformada de nosotros mismos. ¿Es posible vencer a una enfermedad que es parte de nuestro propio organismo?
Respuesta. Hay una cosa que quiero dejar clara: siempre tendremos cáncer, no nos vamos a librar de él. Dicho esto, podemos reducir los factores externos para disminuir las posibilidades de tener cáncer, como el sol o el tabaco, pero si utilizamos todas las herramientas que tenemos hasta ahora para reducir el cáncer, es probable que podamos reducir la aparición de tumores en un 50%, no creo que podamos bajar mucho más de ahí nunca. Sin embargo, podemos detectar los cánceres antes y poder aplicar antes la cirugía, que por ahora sigue siendo la mejor herramienta que tenemos contra el cáncer. Y además, tenemos los nuevos fármacos, como la inmunoterapia. Sumando todos esos enfoques, es posible que al final muy poca gente muera de cáncer.
P. Ha comentado que la lucha contra el cáncer de las últimas décadas ha sido lenta. ¿Esperaba que fuese más rápida cuando descubrieron los primeros oncogenes?
R. No creo que nos planteásemos de una forma pragmática cuál iba a ser el impacto de nuestro trabajo en la salud humana. Investigamos para saber por qué surge el cáncer y después, con el paso de los años, nos preguntamos cómo podemos utilizar esa información para buscar tratamientos. Es importante recordar que muchas de las aplicaciones médicas comienzan con un intento de responder a una pregunta sobre biología. Si quieres entender la enfermedad y adoptar un enfoque racional para controlarla, primero tienes que entenderla. Eso sucedió con las infecciones, cuando observamos que detrás había virus, bacterias y hongos, se pudo trabajar para encontrar vacunas o antibióticos. Creo que ahora estamos en una fase de aplicar nuestro conocimiento sobre el cáncer para tener fármacos mejor dirigidos y nuevas terapias. Ahora se sabe que el cáncer son muchas enfermedades muy diversas.
P. ¿Cree que será posible elaborar una teoría que unifique los rasgos comunes para poder combatirla de forma más simple?
R. Eso siempre ha sido un sueño, pero creo que aún es poco realista. Creo que no se logrará buscando determinados genes, porque sabemos suficiente sobre ellos para decir que genéticamente cada cáncer es diferente. Podría ser algo que tenga que ver con lo que esos genes le hacen a la célula que pueda hacer que todos sean susceptibles a un tratamiento. Ha habido gente que pensó que intervenir en los vasos sanguíneos en torno al tumor podría matar al cáncer, pero se ha probado y no funcionó. Es posible que todos los cánceres se controlen manipulando el sistema inmune, algo que podría ser factible, pero por el momento no ha sido el caso. O algo que tenga que ver con la forma del metabolismo de las células, cómo toman su energía del azúcar… Es concebible, pero improbable.
P. Después de la guerra contra el cáncer, Obama lanzó hace poco un plan muy ambicioso para impulsar la medicina personalizada. ¿Cree que la financiación es suficiente?
R. Se está poniendo mucho dinero en la investigación, eso no me preocupa. Lo que me preocupa es que el precio de los fármacos que se empleen para la medicina personalizada va a ser muy elevado. Esos fármacos pueden no ser asequibles para muchos países menos desarrollados. Tienes que poner eso en perspectiva. El Gobierno francés, por ejemplo, hizo un estudio que mostraba que, cuando los fármacos son caros, se puede hacer un estudio genético barato para ver qué paciente debe recibir el fármaco y cuál no. Pero en cualquier caso, los fármacos serán caros.
Es muy difícil reducir el precio de los fármacos, especialmente con enfermedades de las que la gente muere y está desesperada"
P. ¿Cree que es realista pensar que es posible desarrollar esta medicina personalizada a un precio razonable?
R. Podemos tomar algunos atajos en el desarrollo de los fármacos. Si tienes un fármaco que funciona solo con algunos tipos de pacientes que tienen un tipo de cáncer, no tienes que probarlo en miles de personas para ver si tiene efecto; te vale identificar a la gente que es susceptible a ese fármaco. Así reduces el tamaño y el coste de los ensayos pero aún hay muchos otros costes que permanecen. Y además, las compañías no basan el coste de sus fármacos en la cantidad que les cuesta desarrollarlos. Incluyen el resto de inversiones que han hecho para desarrollar fármacos que no funcionaron. Es muy difícil reducir el precio de los fármacos, especialmente con enfermedades de las que la gente muere y está desesperada. ¿Qué es más importante en el desarrollo de esa medicina, la política o la ciencia? Tienes que hacer ciencia para hacer nuevos fármacos y el proceso regulatorio no es el que fija el precio. El elemento importante para controlar el precio de los fármacos es el sistema sanitario de un país. En EE UU, donde no hay regulación de los precios, son muy caros. En Canadá, donde los fármacos se dan a través de agencias gubernamentales, son estas las que negocian los precios. En Reino Unido también deciden si va a ser cubierto. Se basa en una evaluación de la efectividad del fármaco. El mercado no se regula bien a sí mismo, en particular sobre fármacos para enfermedades mortales.
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