La circulación cerebral fetal es un indicador clave de anomalías
Evaluar el flujo sanguíneo del feto, tan importante como el peso. Su conocimiento contribuiría a evitar complicaciones durante el parto.
Enrique Mezquita. Valencia | dmredaccion@diariomedico.com | 14/09/2015 00:00
José Morales Roselló, del Servicio de Obstetricia del Hospital La Fe. (Enrique Mezquita)
Hasta la fecha se consideraba que sólo los fetos con bajo peso podían presentar riesgo de complicaciones al final de la gestación, en especial si existían anomalías Doppler o del flujo sanguíneo.
En la práctica, esto implicaba que la restricción del crecimiento fetal se identificaba con el bajo peso y la buena salud se asociaba con el peso adecuado a la edad gestacional. Sin embargo, investigaciones realizadas en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia, en colaboración con la Unidad de Medicina Fetal del Hospital St. George, de Londres, han descubierto que en ocasiones fetos con un peso aparentemente normal pueden presentar también hipoxia crónica.
A la luz de estos resultados, los investigadores reclaman que, además de la estimación del peso fetal, se debe tener muy en cuenta el flujo sanguíneo del feto, en especial el flujo cerebral y su relación con el flujo umbilical, ya que determina la salud fetal incluso mejor que el peso.
Según ha explicado a DM José Morales Roselló, facultativo del Servicio de Obstetricia de La Fe, "existen dos tipos de retraso de crecimiento fetal, uno de inicio temprano y otro tardío (por encima de las 34 semanas). El segundo, aunque es más frecuente, también es el que cuesta más diagnosticar, ya que su clínica es más sutil y cursa en muchos casos con hallazgos normales en los test habituales de detección del bienestar fetal -puede ocurrir, por ejemplo, que un feto presente un Doppler umbilical normal, mientras que el registro cardiotocográfico sea completamente reactivo-".
"Pensamos que además ese tipo de retraso puede producirse en fetos con peso normal, ya que éstos pueden haber iniciado un desequilibrio entre lo que el feto demanda y lo que la placenta es capaz de suministrar una vez han alcanzado un peso suficiente para considerarlos ya adecuados a la edad gestacional (AEG). Eso se apoya en el hecho de que la mayoría de las muertes anteparto ocurren en fetos AEG con un peso aparentemente normal".
Por ello, pese a que desde la década de 1960 se ha producido un descenso en la tasa de muertes fetales anteparto, la proporción de fetos con peso AEG ha crecido, "pues el esfuerzo de detección se produce en los fetos con peso bajo, obviando que una pequeña proporción de los fetos aparentemente AEG presentan una situación de hipoxia crónica sutil y enmascarada".
En estos casos, la única manera de detectar una falta de oxígeno es la medición mediante ecografía Doppler del flujo cerebral". Con esta técnica, se ha podido demostrar que "estos fetos comunican su malestar vasodilatando las arterias cerebrales, incluso en ausencia de otros indicadores de malestar fetal".
Medición del CCPLa clave es la medición del flujo cerebral y, más específicamente, del cociente cerebroplacentario (CCP). "Un cociente bajo, independientemente del peso fetal, indicará según nuestras investigaciones -corroboradas por otros grupos- un mayor riesgo perinatal. Por el contrario, un CCP normal, independientemente del peso fetal, apoya notablemente, salvo en casos de peso fetal muy bajo, la presencia de bienestar fetal".
Estas reflexiones de Morales aparecerán en un editorial en el número de octubre de Ultrasound in Obstetrics and Gynecology. "Proponemos que además de la estimación del peso fetal se tenga muy en cuenta el flujo sanguíneo del feto, en especial el cerebral y su relación con el umbilical. Ese parámetro nos puede servir para prevenir desenlaces adversos e inesperados en el parto, especialmente en niños con un peso normal, en los que no se había planteado la posibilidad de que pudiera presentarse alguna complicación".
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