Una médica recién graduada nos cuenta su experiencia por el mundo | 11 AGO 15
"Buona sera dottoressa", (con el estetoscopio en la valija)
Una joven médica argentina cuenta en primera persona sus experiencias en una rotación por hospitales de Europa y Estados Unidos. Hoy su paso por Roma, Italia.
Fuente: IntraMed
Malena acaba de recibirse de médica en la Universidad de Buenos Aires. Ha sido una alumna brillante que trabajó en el equipo de IntraMed durante su carrera impulsada por la vocación y la voluntad. Cargada de sueños, emprendió un viaje iniciático hacia hospitales de otros países para dar sus primeros pasos en la profesión. Entusiasmada y con los temores de quien abandona una etapa para emprender otra, la vimos partir con su melena rubia y su sonrisa de niña. ¡Contanos todo!, le pedimos en la despedida. Y ahora Malena cumple con estos relatos en primera persona que nos permiten compartir su experiencia y extrañarla un poco menos.
Primera parada: Roma
Por Malena Daich Varela
Planchado el guardapolvo, calzado el estetoscopio, y con libreta nueva en el bolsillo, ingreso al Policlínico Umberto Primo en una hermosa mañana de verano. Habiéndome ido a presentar algunas semanas antes, ni bien llegué a Roma, conozco el camino en este colosal hospital pabellonado. Auténtica emoción me recorre todo el cuerpo, y mis expectativas van in crescendo a medida que llego a destino. ¿Así me sentiré mi primer día de residencia?
Arribo con rapidez y me encuentro con médicos amables, dispuestos a mostrarme cómo acomodarme y las actividades que se llevan a cabo todos los días. La historia clínica es redactada en la PC e impresa en papel. No tiene el motivo de consulta de forma tal que se vea y entienda a simple vista, sino la enfermedad actual directamente. Las imágenes se ven en la pantalla, en la carpeta solo aparecen los informes. Las leo y me empapo con el vocabulario y las siglas italianas. Antes del pase de sala, junto a una estudiante, registramos la TA, FC y saturación de O2 de todos los pacientes internados (seis le corresponden a mi grupo).
Llega mi tutora, con ella y todo el equipo recorremos la sala. Se debate frente a cada cama, no se toca al paciente en ningún momento. No se le da la mano. Ni siquiera cuando a uno le informan el diagnóstico de cáncer pulmonar con metástasis cerebral. Nadie se inmuta.
Hacemos un ECG a un paciente con una arritmia de alta frecuencia, la semiología del aparato respiratorio y abdominal ante un paciente cuyos leucocitos habían repuntado súbitamente. Café de por medio, solicitamos por computadora los estudios para el día siguiente y debatimos contraindicaciones y efectos adversos de los antiarrítmicos.
Mientras salgo del hospital, aún con el guardapolvo, me sonríen y me dicen "buona sera, dottoressa".
El segundo día ya voy conociendo el camino, los detalles, los pacientes me hablan de Maradona, de Messi y del asado. A uno de ellos se le hará una TC coronaria para darlo de alta con todos los estudios pertinentes (había venido para ser cardiovertido luego de cuatro semanas de anticoagulación post fibrilación auricular) y nos sorprende con una caja de gelatinas dulces a modo de agradecimiento por nuestra atención. ¿En Argentina hubieran sido facturas? ¿Alfajores?
Al mismo paciente que ayer había aumentado sus leucocitos, fiebre, varios le hacemos el examen físico y la anamnesis buscando el foco. Ante la negativa, se llama a la enfermera para que le tome tres hemocultivos y se solicita la opinión del infectólogo. La primera llega con un camisolín cerrado al vacío y procede con la venopuntura sin traspiés. El infectólogo tras escuchar la historia, lo interpreta como SIRS y prescribe carbapenem.
El día de hoy es un día de transición. Se junta todo el equipo para escribir la carta con la que los pacientes se irán a sus casas. En ella de redacta no solo la epicrisis, sino también cómo debe continuar el tratamiento en su casa y cuándo debe regresar a control. Se adjuntan los estudios pertinentes en caso de que tenga una cita con otro especialista.
Se monitorea a los que restan internados y, al igual que en Argentina, se llama y solicita de manera especial (o más bien se demanda) el turno para la ecografía transesofágica, y el resultado de la biopsia. Esta semana estarán listos.
Los pacientes que se van de alta me estrechan la mano y me agradecen. "Piacere", respondo yo. Salgo del hospital y emprendo viaje a la Capilla Sixtina.
Los pacientes que se fueron dejaron sus camas libres pero para pacientes de otro grupo de trabajo, no del mío. Por lo tanto restan solo dos enfermos para nosotros, son cardiópatas. El primero me dice que pasó la noche en vela debido a lo preocupado que está por su salud. Le duele el estómago y el vientre, además. Es el paciente tratado con carbapenem por fiebre sin foco, a quien, según leo en la historia clínica, le hicieron ayer un tacto rectal y se llegó a la conclusión de que padece una prostatitis. Doy aviso a la médica de planta de la situación.
El otro, presenta una arritmia de alta frecuencia, mañana sería sometido a una ecografía transesofágica y cardioversion eléctrica, si la presencia de trombos resulta negativa. Viene el hijo a actuar como traductor, ya que el paciente es de Romania. Tras explicarle la situación, el internado rechaza ambos procedimientos y dice que se quiere ir a su casa, a su país, y tratarse allí. Sin importar cuantos hablaron con él y con su hijo, no hubo caso. Se le indicó Amiodarona para el día, hasta que llegara al país limítrofe, y adiós... La relación médico paciente fue la culpable de esta situación de riesgo, según mi consideración.
El sistema sanitario en Italia
El sistema de salud en Italia está dividido en medicina pública, privada y el convenzionato. A la medicina privada acceden aquellos que pagan la cuota, que según entiendo es una proporción muy baja de la población. El convenzionato es un homólogo a la obra social, son clínicas puestas a disposición por los empleadores para sus empleados.
La medicina pública es a la que accede la mayor parte de la población y se sustenta gracias a los impuestos de los ciudadanos. En los hospitales públicos se pueden atender italianos, otros europeos y extranjeros. En la internación no se abona nada, mientras que en la guardia ("pronto soccorso") es posible que se pague un importe según la urgencia y la severidad de la atención y del cuadro. Asimismo, a cada ciudadano, de acuerdo a donde habita, se le asigna un médico de base y un pediatra a sus niños cuyas visitas son gratuitas.
En caso de que fuera necesario acceder a algún especialista en el hospital o bien a un estudio de sangre o imágenes, éste debe abonarse costando como máximo 50 euros, me comentan los médicos del staff. Este ticket puede ser evitado si la persona no tiene los ingresos para pagarlo, y los jubilados tienen descuentos y estudios exentos de pago.
Se estila abonar a los médicos en forma particular para agilizar los procedimientos y evitar las esperas del hospital. De esta forma, en el mismo hospital, el mismo médico puede pasar de operarte en tres meses a en 5 días.
El Policlínico Umberto Primo, donde estoy haciendo mi rotación, es el hospital público más grande de Italia. Se erigió en el siglo XIX (contemporáneo al Hospital de Clínicas de Buenos Aires) y cuenta con 8 pabellones, 62 edificios, 300.000 metros cuadrados de superficie cubierta, más de 5000 trabajadores, 1200 camas y una media de 400 accesos diarios a la guardia. Tiene todos los servicios, desde Imágenes, Cirugía y Oncología a Odontología, impresiona ser la clase de lugar donde se puede resolver cualquier problema.
Las habitaciones son de a cuatro personas como máximo, divididas como siempre entre hombres y mujeres. Los horarios de visita son acotados. Todo impresiona limpio y cuidado, hay bastante personal a disposición.
Mi equipo de trabajo se compone de una residente de quinto año y uno de primero de Medicina Interna, un médico de planta y la jefa. Por sobre ella, está el jefe de piso. También nos acompañan alumnos de los últimos años de la carrera.
Los residentes tienen aproximadamente la misma edad que en Buenos Aires. La secundaria en Italia termina un año después, a los 19, pero no tienen CBC obligatorio sino un examen de ingreso, así que ahí se equiparan con nosotros. Éste se hace una vez al año y se evalúa cultura general, matemática, biología y anatomía. A partir de segundo año ya tienen que hacer prácticas obligatorias en el hospital junto con la teoría en la Universidad. La carrera dura seis años en total y es necesario hacer una tesis para graduarse. Luego, tres meses de prácticas obligatorias y están listos para rendir el examen de residencia.
Los residentes tienen tres o cuatro guardias por mes, sin importar el año de residencia, y su sueldo, el nivel de vida es bueno. La residencia de Medicina Interna, por ejemplo, dura cinco años.
Mis nuevos pacientes
El viernes sí me sorprende con tres nuevos pacientes. La primera es la hija de una médica del hospital, internada por rectorragia secundaria a hemorroides. Está anticoagulada por haber presentado un episodio de fibrilación auricular hace algunos años. Todos coincidimos en que se puede tratar en forma ambulatoria, los niveles de hemoglobina y el RIN nunca estuvieron por debajo del límite pero, como en todas partes del mundo, "pertenecer" tiene sus beneficios y este es uno de ellos. Mi tutora hace el examen físico y la anamnesis y nos recuerda a todos como SIEMPRE debe ser realizado. La paciente tiene el hígado álgico y agrandado, por lo que se llega al antecedente de hepatitis B adquirida en una antigua transfusión de sangre, un ato no menor. Se llama a la interconsulta con cirugía y se intercambian teléfonos celulares. Esta paciente está en una habitación sola con televisión led.
El segundo paciente es un caso interesante en el cual lo primero que destaca es la ascitis. Es del tipo de mis pacientes preferidos: saca de su bolso una carpeta con todos los estudios que le realizaron en orden cronológico. Luego de un rato analizando pensamos que debe ser una patología pulmonar la que está dando hipertensión a este nivel e insuficiencia cardíaca retrógrada. A todos nos complace el desafío diagnóstico y terapéutico y seguimos de ronda.
La última paciente nueva tiene 94 años. La encontramos hipotensa, hipotérmica, estuporosa. La historia de guardia nos habla de un síndrome urémico grave. Llamamos a la enfermera rápido y ella comienza a pasarle distintos fármacos en bolo para elevar la presión. Sacamos sangre arterial como podemos y se corre al aparato para analizarla. Está hiperglucémica, además. En plena acción un cura llega al cuarto. Todo el procedimiento se detiene. Saluda y pregunta por la paciente ya que no la conoce. La doctora a cargo le dice que es nueva y que está muy grave. Entonces nos da aviso de que va a bendecirla y comienza a rezar un Padre Nuestro. El sonido de fondo del monitor cardíaco y la voz baja del religioso es lo único que se escucha mientras la paciente sigue inconsciente. Me uno al rezo ante la sorpresa de esta situación y la necesidad de sentirme útil. A su salida, se continúa monitoreando a la señora.
Por último, el paciente que estaba internado por su prostatitis no pudo dormir otra noche y pide a gritos firmar el consentimiento para irse bajo su responsabilidad. Así se le concede.
Pasado el primer fin de semana, llego temprano para ponerme al día con las historias clínicas. Al paciente con la ascitis se le había realizado un ecocardiograma que mostró hipoquinesia derecha, haciéndonos ahora dudar acerca de si el problema comenzó en los pulmones o en el corazón. Se solicita una TC con contraste para que nos dé más información. Gracias a la furosemida pierde peso y respira mejor, así que se lo ve a gusto en la internación. El equipo sigue motivado a encontrar un diagnóstico y una terapéutica exitosa. El jefe de piso se acerca también a planear el abordaje.
La paciente grave ha fallecido la mañana previa, ya hay otra mujer en su cama. Más allá de que era esperable, encontrándome dando los primeros pasos de mi carrera médica, me pesa.
La relación médico / paciente
A la señora internada (o "ricoverata", en italiano) por la rectorragia se le hizo una ecografía abdominal a fin de estudiar el dolor hepático y llegó el peor resultado: múltiples imágenes compatibles con metástasis. La hija (colega, dottoressa del mismo hospital) se acerca asustada a escuchar la opinión de mi tutora. Parada, sin anestesia ni contención, recibe la noticia acerca de su madre. En mi facultad he recibido diversas capacitaciones acerca de cómo dar malas noticias y visto a mis docentes ejercitar este arte, por lo que me paro rápido a buscar un pañuelo y luego me acerco a apoyar mi mano en su hombro. Mi tutora parece sorprendida, pero respeta el abordaje. Un rato después, se agenda una TC con y sin contraste. Me quedo pensando en cómo a veces el idioma me ha resultado una barrera en esta experiencia y en la universalidad del lenguaje no verbal.
Concluyo que en Italia no se debe hacer hincapié en la relación médico-paciente como se hace en mi país, o en la Universidad de Buenos Aires al menos. Recuerdo a diferentes docentes que he tenido afirmando que, cuidando esta última, no hace falta seguro de mala praxis.
Al llegar, de lo primero que me entero es que la mujer que ocupó el lugar de la ayer fallecida en la cama 2 acaba de morir también. La cama se ocupará nuevamente en el trascurso de la mañana debido a que es período de vacaciones, y quieren tratar de tener a todos en el mismo piso. La nueva paciente estaba internada hacía una semana tras un episodio de lipotimia debido a un ictus. Llevamos la historia para leerla.
La paciente oncológica estaba haciéndose una videocolonoscopía por las hemorroides y vuelve al rato diciendo que debe hacerla de nuevo ya que el colon no estaba en las mejores condiciones. Mañana se hace la TC, así que quedará para el viernes.
El paciente de la ascitis pide irse también. Dice que tiene otros compromisos y rechaza la paracentesis y la TC. Ha perdido peso todos los días debido a la furosemida, se siente mejor y prefiere seguir estudiándose ambulatoriamente. Le explicamos la necesidad de llegar al origen del cuadro, cómo las enfermedades crónicas pueden ser cansadoras pero que no hay que perder la fe. Pero insiste.
Pregunto acerca del giro / cama luego de haber visto ya a varios pacientes queriendo irse, y me dicen que es de aproximadamente 21 días.
El día de hoy se centra en la paciente de la cama 2. Paciente con antecedente de ictus reciente, con endarterectomía carotídea bilateral, en la que hay que encontrar el origen del trombo que fue a parar al encéfalo. Nos cuenta que tiene implantado un loop recorder que registra todo el tiempo la actividad eléctrica de su corazón desde abril. Bajamos a cardiología para leerlo con el aparato correspondiente y vemos que tuvo más de 300 episodios de FA paroxística en dos meses. Sólo tomaba flecainida como antiarrítmico, así que se deja para rever la terapéutica en equipo y planear la anticoagulacion.
Tengo el placer luego de ir al Aula Magna de Clinica Medica Prima a ver a los estudiantes defender su tesis y terminar su formación como médicos. A diferencia de mi último día como alumna de la carrera de Medicina, en el cual me evaluaron revisando pacientes, imágenes e historias clínicas, aquí los alumnos deben vestirse formales frente a un comité y hablar acerca de su trabajo de investigación. A la salida, los esperan sus familiares con una corona de laureles, papeles de colores y algo para brindar. En mi caso fue pintura, huevos, harina y vino en cartón. Pero no tengo dudas de que la emoción y orgullo fueron los mismos.
Decir adiós
Las despedidas siempre fueron difíciles para mí. Habiendo firmado todos los papeles correspondientes para la UBA con anticipación, vengo al hospital el último día para cumplir con mi jornada y para saludar a mis compañeros. Esta última semana hubieron dos consultas oftalmológicas así que he tenido la dicha también de conocer este servicio, que es al momento el que más me gusta dentro de la medicina.
Dejo casos cuyos finales no conoceré, misterios diagnósticos por resolverse, un equipo de trabajo del cual fui parte. Me llevo una experiencia maravillosa que se la recomiendo a todos. Historias, sonrisas, dolores, miradas, recuerdos que voy a llevar conmigo siempre. Recibo afectuosos saludos y deseos de suerte para lo que queda de mi viaje. Y como dice la leyenda en el Aula Magna de Clínica Médica Prima: "se viene aquí para aprender el arte de la curación cuidadosamente, a través de aquellos cultivados con mayor vigor".
Primera parada: Roma
Por Malena Daich Varela
Planchado el guardapolvo, calzado el estetoscopio, y con libreta nueva en el bolsillo, ingreso al Policlínico Umberto Primo en una hermosa mañana de verano. Habiéndome ido a presentar algunas semanas antes, ni bien llegué a Roma, conozco el camino en este colosal hospital pabellonado. Auténtica emoción me recorre todo el cuerpo, y mis expectativas van in crescendo a medida que llego a destino. ¿Así me sentiré mi primer día de residencia?
Arribo con rapidez y me encuentro con médicos amables, dispuestos a mostrarme cómo acomodarme y las actividades que se llevan a cabo todos los días. La historia clínica es redactada en la PC e impresa en papel. No tiene el motivo de consulta de forma tal que se vea y entienda a simple vista, sino la enfermedad actual directamente. Las imágenes se ven en la pantalla, en la carpeta solo aparecen los informes. Las leo y me empapo con el vocabulario y las siglas italianas. Antes del pase de sala, junto a una estudiante, registramos la TA, FC y saturación de O2 de todos los pacientes internados (seis le corresponden a mi grupo).
Llega mi tutora, con ella y todo el equipo recorremos la sala. Se debate frente a cada cama, no se toca al paciente en ningún momento. No se le da la mano. Ni siquiera cuando a uno le informan el diagnóstico de cáncer pulmonar con metástasis cerebral. Nadie se inmuta.
Hacemos un ECG a un paciente con una arritmia de alta frecuencia, la semiología del aparato respiratorio y abdominal ante un paciente cuyos leucocitos habían repuntado súbitamente. Café de por medio, solicitamos por computadora los estudios para el día siguiente y debatimos contraindicaciones y efectos adversos de los antiarrítmicos.
Mientras salgo del hospital, aún con el guardapolvo, me sonríen y me dicen "buona sera, dottoressa".
El segundo día ya voy conociendo el camino, los detalles, los pacientes me hablan de Maradona, de Messi y del asado. A uno de ellos se le hará una TC coronaria para darlo de alta con todos los estudios pertinentes (había venido para ser cardiovertido luego de cuatro semanas de anticoagulación post fibrilación auricular) y nos sorprende con una caja de gelatinas dulces a modo de agradecimiento por nuestra atención. ¿En Argentina hubieran sido facturas? ¿Alfajores?
Al mismo paciente que ayer había aumentado sus leucocitos, fiebre, varios le hacemos el examen físico y la anamnesis buscando el foco. Ante la negativa, se llama a la enfermera para que le tome tres hemocultivos y se solicita la opinión del infectólogo. La primera llega con un camisolín cerrado al vacío y procede con la venopuntura sin traspiés. El infectólogo tras escuchar la historia, lo interpreta como SIRS y prescribe carbapenem.
El día de hoy es un día de transición. Se junta todo el equipo para escribir la carta con la que los pacientes se irán a sus casas. En ella de redacta no solo la epicrisis, sino también cómo debe continuar el tratamiento en su casa y cuándo debe regresar a control. Se adjuntan los estudios pertinentes en caso de que tenga una cita con otro especialista.
Se monitorea a los que restan internados y, al igual que en Argentina, se llama y solicita de manera especial (o más bien se demanda) el turno para la ecografía transesofágica, y el resultado de la biopsia. Esta semana estarán listos.
Los pacientes que se van de alta me estrechan la mano y me agradecen. "Piacere", respondo yo. Salgo del hospital y emprendo viaje a la Capilla Sixtina.
Los pacientes que se fueron dejaron sus camas libres pero para pacientes de otro grupo de trabajo, no del mío. Por lo tanto restan solo dos enfermos para nosotros, son cardiópatas. El primero me dice que pasó la noche en vela debido a lo preocupado que está por su salud. Le duele el estómago y el vientre, además. Es el paciente tratado con carbapenem por fiebre sin foco, a quien, según leo en la historia clínica, le hicieron ayer un tacto rectal y se llegó a la conclusión de que padece una prostatitis. Doy aviso a la médica de planta de la situación.
El otro, presenta una arritmia de alta frecuencia, mañana sería sometido a una ecografía transesofágica y cardioversion eléctrica, si la presencia de trombos resulta negativa. Viene el hijo a actuar como traductor, ya que el paciente es de Romania. Tras explicarle la situación, el internado rechaza ambos procedimientos y dice que se quiere ir a su casa, a su país, y tratarse allí. Sin importar cuantos hablaron con él y con su hijo, no hubo caso. Se le indicó Amiodarona para el día, hasta que llegara al país limítrofe, y adiós... La relación médico paciente fue la culpable de esta situación de riesgo, según mi consideración.
El sistema sanitario en Italia
El sistema de salud en Italia está dividido en medicina pública, privada y el convenzionato. A la medicina privada acceden aquellos que pagan la cuota, que según entiendo es una proporción muy baja de la población. El convenzionato es un homólogo a la obra social, son clínicas puestas a disposición por los empleadores para sus empleados.
La medicina pública es a la que accede la mayor parte de la población y se sustenta gracias a los impuestos de los ciudadanos. En los hospitales públicos se pueden atender italianos, otros europeos y extranjeros. En la internación no se abona nada, mientras que en la guardia ("pronto soccorso") es posible que se pague un importe según la urgencia y la severidad de la atención y del cuadro. Asimismo, a cada ciudadano, de acuerdo a donde habita, se le asigna un médico de base y un pediatra a sus niños cuyas visitas son gratuitas.
En caso de que fuera necesario acceder a algún especialista en el hospital o bien a un estudio de sangre o imágenes, éste debe abonarse costando como máximo 50 euros, me comentan los médicos del staff. Este ticket puede ser evitado si la persona no tiene los ingresos para pagarlo, y los jubilados tienen descuentos y estudios exentos de pago.
Se estila abonar a los médicos en forma particular para agilizar los procedimientos y evitar las esperas del hospital. De esta forma, en el mismo hospital, el mismo médico puede pasar de operarte en tres meses a en 5 días.
El Policlínico Umberto Primo, donde estoy haciendo mi rotación, es el hospital público más grande de Italia. Se erigió en el siglo XIX (contemporáneo al Hospital de Clínicas de Buenos Aires) y cuenta con 8 pabellones, 62 edificios, 300.000 metros cuadrados de superficie cubierta, más de 5000 trabajadores, 1200 camas y una media de 400 accesos diarios a la guardia. Tiene todos los servicios, desde Imágenes, Cirugía y Oncología a Odontología, impresiona ser la clase de lugar donde se puede resolver cualquier problema.
Las habitaciones son de a cuatro personas como máximo, divididas como siempre entre hombres y mujeres. Los horarios de visita son acotados. Todo impresiona limpio y cuidado, hay bastante personal a disposición.
Mi equipo de trabajo se compone de una residente de quinto año y uno de primero de Medicina Interna, un médico de planta y la jefa. Por sobre ella, está el jefe de piso. También nos acompañan alumnos de los últimos años de la carrera.
Los residentes tienen aproximadamente la misma edad que en Buenos Aires. La secundaria en Italia termina un año después, a los 19, pero no tienen CBC obligatorio sino un examen de ingreso, así que ahí se equiparan con nosotros. Éste se hace una vez al año y se evalúa cultura general, matemática, biología y anatomía. A partir de segundo año ya tienen que hacer prácticas obligatorias en el hospital junto con la teoría en la Universidad. La carrera dura seis años en total y es necesario hacer una tesis para graduarse. Luego, tres meses de prácticas obligatorias y están listos para rendir el examen de residencia.
Los residentes tienen tres o cuatro guardias por mes, sin importar el año de residencia, y su sueldo, el nivel de vida es bueno. La residencia de Medicina Interna, por ejemplo, dura cinco años.
Mis nuevos pacientes
El viernes sí me sorprende con tres nuevos pacientes. La primera es la hija de una médica del hospital, internada por rectorragia secundaria a hemorroides. Está anticoagulada por haber presentado un episodio de fibrilación auricular hace algunos años. Todos coincidimos en que se puede tratar en forma ambulatoria, los niveles de hemoglobina y el RIN nunca estuvieron por debajo del límite pero, como en todas partes del mundo, "pertenecer" tiene sus beneficios y este es uno de ellos. Mi tutora hace el examen físico y la anamnesis y nos recuerda a todos como SIEMPRE debe ser realizado. La paciente tiene el hígado álgico y agrandado, por lo que se llega al antecedente de hepatitis B adquirida en una antigua transfusión de sangre, un ato no menor. Se llama a la interconsulta con cirugía y se intercambian teléfonos celulares. Esta paciente está en una habitación sola con televisión led.
El segundo paciente es un caso interesante en el cual lo primero que destaca es la ascitis. Es del tipo de mis pacientes preferidos: saca de su bolso una carpeta con todos los estudios que le realizaron en orden cronológico. Luego de un rato analizando pensamos que debe ser una patología pulmonar la que está dando hipertensión a este nivel e insuficiencia cardíaca retrógrada. A todos nos complace el desafío diagnóstico y terapéutico y seguimos de ronda.
La última paciente nueva tiene 94 años. La encontramos hipotensa, hipotérmica, estuporosa. La historia de guardia nos habla de un síndrome urémico grave. Llamamos a la enfermera rápido y ella comienza a pasarle distintos fármacos en bolo para elevar la presión. Sacamos sangre arterial como podemos y se corre al aparato para analizarla. Está hiperglucémica, además. En plena acción un cura llega al cuarto. Todo el procedimiento se detiene. Saluda y pregunta por la paciente ya que no la conoce. La doctora a cargo le dice que es nueva y que está muy grave. Entonces nos da aviso de que va a bendecirla y comienza a rezar un Padre Nuestro. El sonido de fondo del monitor cardíaco y la voz baja del religioso es lo único que se escucha mientras la paciente sigue inconsciente. Me uno al rezo ante la sorpresa de esta situación y la necesidad de sentirme útil. A su salida, se continúa monitoreando a la señora.
Por último, el paciente que estaba internado por su prostatitis no pudo dormir otra noche y pide a gritos firmar el consentimiento para irse bajo su responsabilidad. Así se le concede.
Pasado el primer fin de semana, llego temprano para ponerme al día con las historias clínicas. Al paciente con la ascitis se le había realizado un ecocardiograma que mostró hipoquinesia derecha, haciéndonos ahora dudar acerca de si el problema comenzó en los pulmones o en el corazón. Se solicita una TC con contraste para que nos dé más información. Gracias a la furosemida pierde peso y respira mejor, así que se lo ve a gusto en la internación. El equipo sigue motivado a encontrar un diagnóstico y una terapéutica exitosa. El jefe de piso se acerca también a planear el abordaje.
La paciente grave ha fallecido la mañana previa, ya hay otra mujer en su cama. Más allá de que era esperable, encontrándome dando los primeros pasos de mi carrera médica, me pesa.
La relación médico / paciente
A la señora internada (o "ricoverata", en italiano) por la rectorragia se le hizo una ecografía abdominal a fin de estudiar el dolor hepático y llegó el peor resultado: múltiples imágenes compatibles con metástasis. La hija (colega, dottoressa del mismo hospital) se acerca asustada a escuchar la opinión de mi tutora. Parada, sin anestesia ni contención, recibe la noticia acerca de su madre. En mi facultad he recibido diversas capacitaciones acerca de cómo dar malas noticias y visto a mis docentes ejercitar este arte, por lo que me paro rápido a buscar un pañuelo y luego me acerco a apoyar mi mano en su hombro. Mi tutora parece sorprendida, pero respeta el abordaje. Un rato después, se agenda una TC con y sin contraste. Me quedo pensando en cómo a veces el idioma me ha resultado una barrera en esta experiencia y en la universalidad del lenguaje no verbal.
Concluyo que en Italia no se debe hacer hincapié en la relación médico-paciente como se hace en mi país, o en la Universidad de Buenos Aires al menos. Recuerdo a diferentes docentes que he tenido afirmando que, cuidando esta última, no hace falta seguro de mala praxis.
Al llegar, de lo primero que me entero es que la mujer que ocupó el lugar de la ayer fallecida en la cama 2 acaba de morir también. La cama se ocupará nuevamente en el trascurso de la mañana debido a que es período de vacaciones, y quieren tratar de tener a todos en el mismo piso. La nueva paciente estaba internada hacía una semana tras un episodio de lipotimia debido a un ictus. Llevamos la historia para leerla.
La paciente oncológica estaba haciéndose una videocolonoscopía por las hemorroides y vuelve al rato diciendo que debe hacerla de nuevo ya que el colon no estaba en las mejores condiciones. Mañana se hace la TC, así que quedará para el viernes.
El paciente de la ascitis pide irse también. Dice que tiene otros compromisos y rechaza la paracentesis y la TC. Ha perdido peso todos los días debido a la furosemida, se siente mejor y prefiere seguir estudiándose ambulatoriamente. Le explicamos la necesidad de llegar al origen del cuadro, cómo las enfermedades crónicas pueden ser cansadoras pero que no hay que perder la fe. Pero insiste.
Pregunto acerca del giro / cama luego de haber visto ya a varios pacientes queriendo irse, y me dicen que es de aproximadamente 21 días.
El día de hoy se centra en la paciente de la cama 2. Paciente con antecedente de ictus reciente, con endarterectomía carotídea bilateral, en la que hay que encontrar el origen del trombo que fue a parar al encéfalo. Nos cuenta que tiene implantado un loop recorder que registra todo el tiempo la actividad eléctrica de su corazón desde abril. Bajamos a cardiología para leerlo con el aparato correspondiente y vemos que tuvo más de 300 episodios de FA paroxística en dos meses. Sólo tomaba flecainida como antiarrítmico, así que se deja para rever la terapéutica en equipo y planear la anticoagulacion.
Tengo el placer luego de ir al Aula Magna de Clinica Medica Prima a ver a los estudiantes defender su tesis y terminar su formación como médicos. A diferencia de mi último día como alumna de la carrera de Medicina, en el cual me evaluaron revisando pacientes, imágenes e historias clínicas, aquí los alumnos deben vestirse formales frente a un comité y hablar acerca de su trabajo de investigación. A la salida, los esperan sus familiares con una corona de laureles, papeles de colores y algo para brindar. En mi caso fue pintura, huevos, harina y vino en cartón. Pero no tengo dudas de que la emoción y orgullo fueron los mismos.
Decir adiós
Las despedidas siempre fueron difíciles para mí. Habiendo firmado todos los papeles correspondientes para la UBA con anticipación, vengo al hospital el último día para cumplir con mi jornada y para saludar a mis compañeros. Esta última semana hubieron dos consultas oftalmológicas así que he tenido la dicha también de conocer este servicio, que es al momento el que más me gusta dentro de la medicina.
Dejo casos cuyos finales no conoceré, misterios diagnósticos por resolverse, un equipo de trabajo del cual fui parte. Me llevo una experiencia maravillosa que se la recomiendo a todos. Historias, sonrisas, dolores, miradas, recuerdos que voy a llevar conmigo siempre. Recibo afectuosos saludos y deseos de suerte para lo que queda de mi viaje. Y como dice la leyenda en el Aula Magna de Clínica Médica Prima: "se viene aquí para aprender el arte de la curación cuidadosamente, a través de aquellos cultivados con mayor vigor".
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