miércoles, 18 de abril de 2018

La molécula CD32 no es marcador de latencia del VIH, sino de actividad - DiarioMedico.com

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INDICA EXPRESIÓN DEL VIRUS

La molécula CD32 no es marcador de latencia del VIH, sino de actividad

Un trabajo rectifica una publicación en Nature de hace un año, que apuntaba que CD32 podía servir como marcador para identificar las células que forman el reservorio del VIH.
Redacción   |  18/04/2018 20:00
 
 
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Expresión de CD32
Las imágenes se corresponden a un nódulo linfático (uno de los principales reservorios del VIH) de un individuo infectado por el VIH. Se puede ver cómo en aquellas células donde se expresa el virus (ARN viral en rojo) también se expresan niveles altos de ARN codificante para CD32a (en verde). Esa coexpresión se localiza sobre todo en los folículos (marcados con una línea discontinua), donde se concentran los niveles más altos de expresión viral dentro del nódulo. (STM)
  • Expresión de CD32
  • Grupo de María José Buzón
El estudio prueba que la molécula CD32 es un marcador de las células que están iniciando la generación de nuevos virus y no un marcador de latencia, como había concluido hace un año una investigación publicada en la revista Nature, por el grupo de Monsef Benkirane, en la Universidad de Montpellier, en Francia. La molécula CD32 aparece en células activas en las que suele tener lugar la expresión génica del VIH. De esta manera, si una célula infectada tiene CD32 en su membrana, significa que está expresando -o lo que es lo mismo, produciendo- virus.
El resultado ha sido comprobado no solo en células circulantes en la sangre, sino también en tejidos del sistema inmunitario. "Empleando técnicas punteras hemos conseguido determinar que CD32 se encuentra principalmente en células activamente infectadas por el VIH, y no en células latentes como hasta ahora se creía. Además, esto lo hemos observado tanto en muestras de sangre como en ganglios linfáticos, uno de los principales escondites del virus", explica María José Buzón, líder de la línea de Investigación Traslacional en VIH del grupo de Enfermedades Infecciosas de Valle de Hebrón, y una de las autoras que dirige el estudio. El Instituto Wistar, en Filadelfia, y la Universidad de Pensilvania son los otros centros que codirigen el trabajo.
"De entrada, estas conclusiones pueden parecer malas noticias -argumenta Javier Martínez-Picado, profesor de investigación Icrea en el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa y profesor de la Universidad de Vic - Universidad Central de Cataluña-, pero hay que tener en cuenta que, en ciencia, los resultados negativos tienen un tremendo valor, ya que nos permiten acotar el camino. Saber por dónde no hay que ir significa estar un paso más cerca de la ruta correcta".
Buzón y Martínez-Picado forman parte de la treintena de integrantes del consorcio BEAT-HIV, formado por instituciones que trabajan conjuntamente con gobiernos, entidades de la sociedad civil e industria para diseñar inmunoterapias contra el VIH. Uno de los objetivos principales del consorcio es, precisamente, describir todos los posibles escondrijos del virus en el organismo, para diseñar estrategias terapéuticas que lo eliminen.

Uno entre un millón

Los tratamientos actuales actúan contra el virus en las diversas fases de la infección, impidiendo, por ejemplo, su entrada dentro del linfocito T CD4 o la acción de la enzima que permite la formación de nuevos virus. El sistema inmunitario también actúa contra el VIH, destruyendo las células que generan viriones y que demuestran, de esta manera, que han sido infectadas. Pero a pesar de ello, el virus consigue mantenerse latente en una pequeña proporción de linfocitos T CD4, aproximadamente uno por millón. Estas células pueden permanecer inactivadas durante meses o incluso años, pero en cuanto despiertan de su latencia el virus comienza a replicar y expandirse de nuevo por el organismo.
Se ha descrito también que, incluso aunque se tome tratamiento antirretroviral, la existencia del reservorio mantiene al sistema inmunitario en continuo estado de alerta, lo que produce inflamación y perjudica órganos y tejidos. Por todo ello, el reservorio es objeto de estudio desde hace 20 años, pero aún no están claros los mecanismos por los que se rige.

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