domingo, 8 de abril de 2012

Usted ya lo vivió - 04.04.2012 - lanacion.com  

Usted ya lo vivió - 04.04.2012 - lanacion.com  

Usted ya lo vivió

Por Nora Bär | LA NACION
Twitter: @norabar     |   Mail: nbar@lanacion.com.ar    |   Ver perfil
 
 
Ella es una mujer de 32 años. Una mañana, se levanta con un dolor de espalda del que no puede deshacerse. Sí, definitivamente, le duele. Tanto, que descubre que ni siquiera puede atarse las zapatillas. Es más, el dolor no está estacionado, sino que va in crescendo. Avanza.

Decide ir a una guardia de traumatología. Para el médico, tiene una contractura. Le indica un antiinflamatorio y sesiones de calor con una almohadilla eléctrica. A la otra mañana, camina como si tuviera una tabla en la espalda.

Vuelve a la guardia. A otra. Sin revisarla, este médico le indica que aumente la dosis del antiinflamatorio. Y que haga "vida normal".

"¡Eso es lo que quisiera -se va pensando ella-: hacer vida normal!" Insiste en la almohadilla eléctrica, pero en lugar de mejorar, las cosas se ponen peor.

Dos días más tarde, llama a su madre. Piden un turno de urgencia con un kinesiólogo. Este le hace unas torsiones que la dejan sin habla y le informa que tiene un "pinzamiento" de disco y que hay una vértebra que no pudo "desenganchar". También le dice que se vaya a su casa y haga "vida normal", pero que en lugar de calor... se aplique frío.

Al otro día, está al borde del colapso. Una amiga le consigue un turno especial en otro instituto, esta vez abocado exclusivamente a solucionar problemas de columna. Le piden una radiografía, y le dicen que tiene cuatro vértebras fuera de lugar y una cadera más alta que la otra. Para que vaya "tirando", le hacen un "ajuste" que la hace llorar. También le aconsejan que no tome medicación. La buena noticia: pueden curarla en tres meses, abonando el pack de 24 consultas por adelantado.

El domingo ella ya no puede levantarse de la cama y camina arrastrando una pierna. Quiere ir al hospital. La atiende un médico joven que no se molesta en levantarse de la silla, ni siquiera para saludar, mientras ella tiene que permanecer parada, tiembla de dolor y le castañetean los dientes. Vuelta al primer casillero: más calor y analgésicos. "Cuando puedas, hacete una resonancia magnética y pedí un turno", agrega.

Por fortuna y a riesgo de aburrirlo, querido lector, le anticipo que al parecer esta historia tendrá final feliz: en un alarde de sentido común, la madre le sugiriere limitarse a combatir el dolor y tratar de relajarse. Curiosamente, un destacado -y sensible- especialista de columna le da la razón. Y convalida su impresión de que, más que información, lo que falta en la medicina de hoy es una pizca de humanidad.

Esta es un historia real. Seguramente usted ya vivió algo similar..

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