El cerebro se explica en el bar
Investigadores de la Universidade de A Coruña divulgará el funcionamiento y las enfermedades del sistema nervioso en cafeterías de África, Europa y Asia
Diana Mandiá Santiago de Compostela 2 FEB 2012 - 18:25 CET
La sesión comienza en el bar con un truco de magia que explica cómo el cerebro fabrica la realidad, ilusoria o no. Los espectadores toman café o beben cerveza; no son neurólogos, así que no han venido a escuchar una sesuda conferencia del colega estudioso del mecanismo del sueño, las alteraciones de la atención visual o las terapias de estimulación sensorial capaces de mejorar la calidad de vida del enfermo de párkinson. Entre el público hay jóvenes de 20 años, jubilados y familias enteras, todos profanos. La escena se repite desde hace cuatro años en cafeterías de toda Galicia. A mediados de este mes, este insólito encuentro en el bar saltará a Tánger y, de ahí, a otras ciudades de África, Europa y Asia.
El que toma la palabra después del mago —un actor, como Vicente de Souza, conocido por su participación en series de TVG como Padre Casares o Matalobos, o César Goldi, que participó en Pratos Combinados o Mareas Vivas— es Javier Cudeiro, director de Neurocom, un grupo de investigadores de la Universidade de A Coruña entregados al estudio del sistema nervioso. Junto a sus compañeros Xurxo Mariño y Casto Rivadulla, hará pronto las maletas para llevar el espectáculo, el café-teatro científico, a Tánger, Tetuán, El Cairo, Estocolmo, Nueva Delhi, Belgrado, Dublín y Rabat. La aventura en el extranjero de este programa de divulgación del cerebro en bares y lugares de ocio está auspiciada por el Instituto Cervantes, que la acogerá desde este mes en ocho de sus sedes en el mundo para difundir el español y de paso sacar partido de la celebración del Año de la Neurociencia. Por si fuese poco, esta particular “temporada de teatro” acaba de ser distinguida por Federación Española de Ciencia y Tecnología como una de las diez “prácticas inspiradoras en cultura científica” más destacadas del país en 2011.
La idea empezó a gestarse en 2007 dentro del grupo Neurocom, que aplaude la tesis de que una de las misiones más importantes del científico es la de convertir los grandes hallazgos “en meras trivialidades”. “Todo se hizo poco a poco. Acabamos buscando un actor para darle una forma más dinámica. El café-teatro funciona como una especie de diálogo en el bar. La gente pregunta y el científico responde”, explica Cudeiro.
Con todo, el investigador defiende que, antes que nada, la divulgación debe funcionar como un ejercicio de transparencia, sobre todo porque los avances de la ciencia se deben en gran medida a la aportación de fondos públicos. “Hablamos de las curas o los avances que se van produciendo. Es importante que la gente conozca en qué se invierte su dinero”, explica. A Cudeiro le tocará inaugurar, el próximo 15 de febrero, el café-teatro programado en Tánger, pensado para el público infantil. No es lo más frecuente, porque la mayoría de los cafés-teatros organizados por Neurocom van dirigidos al público adulto, aunque no iniciado.
Todas las actuaciones del particular tándem científico- actor serán en castellano, lógico porque al Instituto Cervantes lo que le interesa es promocionar el español, salvo en el caso de Estocolmo, que tendrá una parte en inglés.
El proyecto echó a andar hace tres años en Pontedeume, fiel a su querencia por localidades medianas, con el humor como gancho y la difusión de los avances en el ámbito de la neurociencia, jerga médica aparte, como objetivo. “El público es el mismo que puedes encontrarte en un bar un viernes al salir del trabajo”, cuenta Cudeiro. El café-científico, un modelo de divulgación conocido en Francia y Alemania, consiguió en sus inicios financiación de la Xunta y el apoyo de las tres universidades gallegas; pero la participación del actor, que rebaja el tono ya de por sí desenfadado de la tertulia y la preferencia por villas de tamaño mediano diferencian la iniciativa del equipo Neurocom de la de colegas europeos. “Cuando planteamos el programa, quisimos hacerlo en núcleos de población que normalmente no tuviesen acceso a actividades culturales. Ellos también tienen derecho a este tipo de iniciativas”, defiende Cudeiro, a la cabeza de un equipo especializado en el tratamiento del párkinson a través de terapias basadas en la estimulación sensorial. El grupo ha diseñado, por ejemplo, un sistema que transmite al paciente una serie de señales sonoras o luminosas que suplen las funciones cerebrales dañadas por la enfermedad.
El que toma la palabra después del mago —un actor, como Vicente de Souza, conocido por su participación en series de TVG como Padre Casares o Matalobos, o César Goldi, que participó en Pratos Combinados o Mareas Vivas— es Javier Cudeiro, director de Neurocom, un grupo de investigadores de la Universidade de A Coruña entregados al estudio del sistema nervioso. Junto a sus compañeros Xurxo Mariño y Casto Rivadulla, hará pronto las maletas para llevar el espectáculo, el café-teatro científico, a Tánger, Tetuán, El Cairo, Estocolmo, Nueva Delhi, Belgrado, Dublín y Rabat. La aventura en el extranjero de este programa de divulgación del cerebro en bares y lugares de ocio está auspiciada por el Instituto Cervantes, que la acogerá desde este mes en ocho de sus sedes en el mundo para difundir el español y de paso sacar partido de la celebración del Año de la Neurociencia. Por si fuese poco, esta particular “temporada de teatro” acaba de ser distinguida por Federación Española de Ciencia y Tecnología como una de las diez “prácticas inspiradoras en cultura científica” más destacadas del país en 2011.
La idea empezó a gestarse en 2007 dentro del grupo Neurocom, que aplaude la tesis de que una de las misiones más importantes del científico es la de convertir los grandes hallazgos “en meras trivialidades”. “Todo se hizo poco a poco. Acabamos buscando un actor para darle una forma más dinámica. El café-teatro funciona como una especie de diálogo en el bar. La gente pregunta y el científico responde”, explica Cudeiro.
Con todo, el investigador defiende que, antes que nada, la divulgación debe funcionar como un ejercicio de transparencia, sobre todo porque los avances de la ciencia se deben en gran medida a la aportación de fondos públicos. “Hablamos de las curas o los avances que se van produciendo. Es importante que la gente conozca en qué se invierte su dinero”, explica. A Cudeiro le tocará inaugurar, el próximo 15 de febrero, el café-teatro programado en Tánger, pensado para el público infantil. No es lo más frecuente, porque la mayoría de los cafés-teatros organizados por Neurocom van dirigidos al público adulto, aunque no iniciado.
Todas las actuaciones del particular tándem científico- actor serán en castellano, lógico porque al Instituto Cervantes lo que le interesa es promocionar el español, salvo en el caso de Estocolmo, que tendrá una parte en inglés.
El proyecto echó a andar hace tres años en Pontedeume, fiel a su querencia por localidades medianas, con el humor como gancho y la difusión de los avances en el ámbito de la neurociencia, jerga médica aparte, como objetivo. “El público es el mismo que puedes encontrarte en un bar un viernes al salir del trabajo”, cuenta Cudeiro. El café-científico, un modelo de divulgación conocido en Francia y Alemania, consiguió en sus inicios financiación de la Xunta y el apoyo de las tres universidades gallegas; pero la participación del actor, que rebaja el tono ya de por sí desenfadado de la tertulia y la preferencia por villas de tamaño mediano diferencian la iniciativa del equipo Neurocom de la de colegas europeos. “Cuando planteamos el programa, quisimos hacerlo en núcleos de población que normalmente no tuviesen acceso a actividades culturales. Ellos también tienen derecho a este tipo de iniciativas”, defiende Cudeiro, a la cabeza de un equipo especializado en el tratamiento del párkinson a través de terapias basadas en la estimulación sensorial. El grupo ha diseñado, por ejemplo, un sistema que transmite al paciente una serie de señales sonoras o luminosas que suplen las funciones cerebrales dañadas por la enfermedad.
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