La malaria es el doble de mortal de lo que se creía
Casi la mitad de las víctimas son adultos
La malaria es aún peor de lo que se creía. Un estudio que publica The Lancet ha revisado los datos epidemiológicos y ha sacado a la luz que el impacto de esta enfermedad es mayor del que se decía. Frente a cálculos como que causaba unas 600.000 o 700.000 muertes al año, el trabajo destapa que en verdad son alrededor de 1,2 millones.
Además, el trabajo de Christopher Murray del Institute for Health Metrics and Evaluation de la Universidad de Washington, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, pone de manifiesto que, también en contra de lo que se creía, casi la mitad de los fallecidos son adultos (se decía que el 90% eran menores de cinco años).
Para llegar a estas conclusiones, Murray ha hecho una revisión de los datos disponibles desde 1980. En general, las muertes por esta enfermedad pasaron de unas 995.000 de media en 1980 (siempre con un margen de error relativamente amplio porque es una enfermedad que afecta a países pobres con escasos recursos para montar sistemas de vigilancia epidemiológica) a un pico de unos 1,8 millones en 2004. A partir de entonces, ha descendido hasta los 1,2 millones.
El impacto de la enfermedad en los menores ha marcado el curso de la evolución, según los autores del trabajo. Los fallecimientos pasaron de unos 337.000 en 1980 a un millón en 2004, desde cuando han bajado a algo menos de 700.000. En mayores de cinco años la evolución ha sido similar: de 116.000 a 570.000 para bajar hasta 435.000. Pero en este caso lo que sorprende no es tanto la tendencia, sino la proporción.
África ha llevado la peor parte. Fuera del continente –también hay malaria en Asia y Latinoamérica-, las defunciones han bajado de 500.000 a 100.000.
El trabajo no tiene solo valor numérico. Conocer la situación exacta de la expansión de una enfermedad es el primer paso para enfrentarse a ella. Y la Fundación Bill y Melinda Gates, que ha financiado el trabajo, se propuso ya en 2007 erradicarla. En este momento en que la primera vacuna pediátrica está dando sus últimos pasos, eso es aún más importante.
Además, las cifras muestran que la protección inmunológica que se le presuponía a los adultos por el hecho de haber estado en contacto con el Plasmodio falciparum que causa la inmensa mayoría de los casos (algunos, como los de Grecia de estos años, se han debido al P. vivax) no es tan fuerte como se creía.
El descenso a partir de 2004 muestra el impacto de programas como los del Fondo Mundial contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, dice el artículo. Sin embargo, los autores creen que el esfuerzo, que se ha centrado en repartir mosquiteras, no ha sido todo lo efectivos que se creían.
Por último, los datos son un llamamiento para que aumenten los fondos al respecto.
El trabajo ha sido analizado muy en detalle por el Fondo Mundial, ya que este representa dos tercios de los fondos internacionales dedicados a luchar contra la malaria. Rifat Atun, director de Estrategia, Resultados y Evaluación del organismo, destaca desde Ginebra varios aspectos. El primero, los datos: “La amenaza de la malaria es mayor de la que conocíamos, y eso supone hacer más esfuerzos”, afirma. Además, el impacto en adultos tiene una lectura importante “porque son los que llevan el dinero a casa”. “Si ellos enferman o mueren, la situación de las familias es mucho peor”.
Atun destaca que la reducción de un 32% en los casos desde 2004 es fruto del papel de organizaciones como la suya (2.000 millones de euros en los tres últimos años).
Por último, cree que los datos demuestran que no es que las mosquiteras no funcionen, sino que hace falta una distribución masiva para que se note, porque cualquier miembro de la familia o la comunidad que quede desprotegido está en peligro. Al respecto recuerda que su organización distribuyó entre 2002 y 2008 70 millones de redes impregnadas en insecticida, y que la cifra actual es de 165 millones. “Y los efectos son claros”.
Además, el trabajo de Christopher Murray del Institute for Health Metrics and Evaluation de la Universidad de Washington, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, pone de manifiesto que, también en contra de lo que se creía, casi la mitad de los fallecidos son adultos (se decía que el 90% eran menores de cinco años).
Para llegar a estas conclusiones, Murray ha hecho una revisión de los datos disponibles desde 1980. En general, las muertes por esta enfermedad pasaron de unas 995.000 de media en 1980 (siempre con un margen de error relativamente amplio porque es una enfermedad que afecta a países pobres con escasos recursos para montar sistemas de vigilancia epidemiológica) a un pico de unos 1,8 millones en 2004. A partir de entonces, ha descendido hasta los 1,2 millones.
El impacto de la enfermedad en los menores ha marcado el curso de la evolución, según los autores del trabajo. Los fallecimientos pasaron de unos 337.000 en 1980 a un millón en 2004, desde cuando han bajado a algo menos de 700.000. En mayores de cinco años la evolución ha sido similar: de 116.000 a 570.000 para bajar hasta 435.000. Pero en este caso lo que sorprende no es tanto la tendencia, sino la proporción.
África ha llevado la peor parte. Fuera del continente –también hay malaria en Asia y Latinoamérica-, las defunciones han bajado de 500.000 a 100.000.
El trabajo no tiene solo valor numérico. Conocer la situación exacta de la expansión de una enfermedad es el primer paso para enfrentarse a ella. Y la Fundación Bill y Melinda Gates, que ha financiado el trabajo, se propuso ya en 2007 erradicarla. En este momento en que la primera vacuna pediátrica está dando sus últimos pasos, eso es aún más importante.
Además, las cifras muestran que la protección inmunológica que se le presuponía a los adultos por el hecho de haber estado en contacto con el Plasmodio falciparum que causa la inmensa mayoría de los casos (algunos, como los de Grecia de estos años, se han debido al P. vivax) no es tan fuerte como se creía.
El descenso a partir de 2004 muestra el impacto de programas como los del Fondo Mundial contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, dice el artículo. Sin embargo, los autores creen que el esfuerzo, que se ha centrado en repartir mosquiteras, no ha sido todo lo efectivos que se creían.
Por último, los datos son un llamamiento para que aumenten los fondos al respecto.
El trabajo ha sido analizado muy en detalle por el Fondo Mundial, ya que este representa dos tercios de los fondos internacionales dedicados a luchar contra la malaria. Rifat Atun, director de Estrategia, Resultados y Evaluación del organismo, destaca desde Ginebra varios aspectos. El primero, los datos: “La amenaza de la malaria es mayor de la que conocíamos, y eso supone hacer más esfuerzos”, afirma. Además, el impacto en adultos tiene una lectura importante “porque son los que llevan el dinero a casa”. “Si ellos enferman o mueren, la situación de las familias es mucho peor”.
Atun destaca que la reducción de un 32% en los casos desde 2004 es fruto del papel de organizaciones como la suya (2.000 millones de euros en los tres últimos años).
Por último, cree que los datos demuestran que no es que las mosquiteras no funcionen, sino que hace falta una distribución masiva para que se note, porque cualquier miembro de la familia o la comunidad que quede desprotegido está en peligro. Al respecto recuerda que su organización distribuyó entre 2002 y 2008 70 millones de redes impregnadas en insecticida, y que la cifra actual es de 165 millones. “Y los efectos son claros”.
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