Un método permite dirigir la radiación hacia células metastásicas
Unas varillas radiactivas emiten rayos alfa
El tratamiento es menos dañino para las células sanas
Ana Garralda Tel Aviv 7 FEB 2012 - 01:35 CET
Médicos y físicos de Israel han aunado conocimientos y experiencia para conseguir un objetivo largamente ansiado por la ciencia: que el sistema inmune de un paciente con cáncer neutralice con éxito las células metastásicas —las que ya se han propagado lejos del principal tumor—. “Incluso cuando lo extirpamos con éxito, el 85% de los pacientes con cáncer muere por metástasis, bien porque el remanente de células que queda se ha hecho inmune a la quimioterapia o porque se ha extendido”, comenta Yona Keisari, investigador del departamento de Microbiología Clínica e Inmunología de la Escuela Sackler de Medicina, en la Universidad de Tel Aviv.
Un equipo liderado por Keisari e Isaac Kelson, catedrático de Física de la misma Universidad, lo ha conseguido gracias a la utilización de las partículas alfa que, irradiadas en el interior del organismo, no sólo se propagan y estimulan el sistema inmune, además terminan con el tumor sin necesidad de extirparlo. “Este tipo de radiación es mucho más efectiva que la externa con rayos gamma pero también tiene menor alcance”, explica Keisari.
Ese era el reto de los científicos: cómo hacer llegar la radiación alfa hasta el mismo corazón del tumor cuando su escaso alcance no permitía penetrar más allá de la superficie de los tejidos. “Los hemos conseguido insertando dentro del tumor unos alambres radiados con partículas que se liberan y actúan en el interior como si fueran bombas de racimo”, añade Kelson, que ha aplicado sus conocimientos en microelectrónica para diseñar estos dispositivos. El trabajo se ha publicado, entre otras revistas, en Cancer.
En las pruebas realizadas con ratones, los científicos han observado que al introducir estos alambres no solo desaparecía progresivamente el tumor. “Si se lo volvíamos a insertar en otra parte del cuerpo, llegado a un punto no crecía y se necrotizaba”, apunta Keisari. “Esa era la prueba que necesitábamos para saber que el propio sistema inmune del ratón estaba acabando con él”, apostilla. La explicación está en la capacidad de estas partículas alfa para romper el ADN de las células, evitando su crecimiento.
Según estos investigadores, otra de las ventajas de esta técnica es el bajo coste de la producción de estos cables radioactivos y su plasticidad: se pueden fabricar de distintas longitudes y formas. “Además, podemos calcular su alcance en milímetros y reducir al mínimo la radiación en los tejidos sanos que rodean al tumor”, dice Keisari.
Una vez superados los protocolos clínicos, esta nueva técnica con radiación alfa comenzará a estudiarse en pacientes con carcinomas avanzados en cuello o cabeza —por ser estos tumores los que generan mayores deformaciones— del Centro Médico Rabin perteneciente al Hospital de Beilinson de Tel Aviv. “Lo experimentaremos en quienes no ha funcionado la cirugía ni la radiación convencional y tienen un avanzado estado metastático”, comenta Aron Popovtzer, oncólogo del centro, quien asegura que la medicina convencional falla en el 30% de estos pacientes.
En el futuro, serán susceptibles de tratamiento con radiación alfa otros tipos de cáncer igualmente locales como el de próstata o el melanoma. Los científicos confían en tener los primeros resultados en seres humanos en el plazo de un año. En dos, podría empezar a aplicarse esta técnica en otros hospitales israelíes y en unos tres a utilizarse en Europa.
Para Francisca Mulero, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) “esta técnica puede ser además muy útil en el carcinoma pancreático, ya que es un tumor muy agresivo que se suele diagnosticar en fases avanzadas, se ha extendido mucho en el abdomen y la cirugía no esta indicada. Aquí la radioterapia con emisores alfa puede tener un importante papel”.
“Las ventajas del uso de partículas alfa en radioterapia, lo que llamamos braquiterapia, es que emiten mucha radiación en un corto recorrido, tienen una alta trasferencia lineal de energía, por tanto solo lesionan en unos pocos milímetros alrededor y no afectan al tejido sano como ocurre a veces con la radioterapia convencional que se hace desde fuera”.
Un equipo liderado por Keisari e Isaac Kelson, catedrático de Física de la misma Universidad, lo ha conseguido gracias a la utilización de las partículas alfa que, irradiadas en el interior del organismo, no sólo se propagan y estimulan el sistema inmune, además terminan con el tumor sin necesidad de extirparlo. “Este tipo de radiación es mucho más efectiva que la externa con rayos gamma pero también tiene menor alcance”, explica Keisari.
Ese era el reto de los científicos: cómo hacer llegar la radiación alfa hasta el mismo corazón del tumor cuando su escaso alcance no permitía penetrar más allá de la superficie de los tejidos. “Los hemos conseguido insertando dentro del tumor unos alambres radiados con partículas que se liberan y actúan en el interior como si fueran bombas de racimo”, añade Kelson, que ha aplicado sus conocimientos en microelectrónica para diseñar estos dispositivos. El trabajo se ha publicado, entre otras revistas, en Cancer.
En las pruebas realizadas con ratones, los científicos han observado que al introducir estos alambres no solo desaparecía progresivamente el tumor. “Si se lo volvíamos a insertar en otra parte del cuerpo, llegado a un punto no crecía y se necrotizaba”, apunta Keisari. “Esa era la prueba que necesitábamos para saber que el propio sistema inmune del ratón estaba acabando con él”, apostilla. La explicación está en la capacidad de estas partículas alfa para romper el ADN de las células, evitando su crecimiento.
Según estos investigadores, otra de las ventajas de esta técnica es el bajo coste de la producción de estos cables radioactivos y su plasticidad: se pueden fabricar de distintas longitudes y formas. “Además, podemos calcular su alcance en milímetros y reducir al mínimo la radiación en los tejidos sanos que rodean al tumor”, dice Keisari.
Una vez superados los protocolos clínicos, esta nueva técnica con radiación alfa comenzará a estudiarse en pacientes con carcinomas avanzados en cuello o cabeza —por ser estos tumores los que generan mayores deformaciones— del Centro Médico Rabin perteneciente al Hospital de Beilinson de Tel Aviv. “Lo experimentaremos en quienes no ha funcionado la cirugía ni la radiación convencional y tienen un avanzado estado metastático”, comenta Aron Popovtzer, oncólogo del centro, quien asegura que la medicina convencional falla en el 30% de estos pacientes.
En el futuro, serán susceptibles de tratamiento con radiación alfa otros tipos de cáncer igualmente locales como el de próstata o el melanoma. Los científicos confían en tener los primeros resultados en seres humanos en el plazo de un año. En dos, podría empezar a aplicarse esta técnica en otros hospitales israelíes y en unos tres a utilizarse en Europa.
Para Francisca Mulero, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) “esta técnica puede ser además muy útil en el carcinoma pancreático, ya que es un tumor muy agresivo que se suele diagnosticar en fases avanzadas, se ha extendido mucho en el abdomen y la cirugía no esta indicada. Aquí la radioterapia con emisores alfa puede tener un importante papel”.
“Las ventajas del uso de partículas alfa en radioterapia, lo que llamamos braquiterapia, es que emiten mucha radiación en un corto recorrido, tienen una alta trasferencia lineal de energía, por tanto solo lesionan en unos pocos milímetros alrededor y no afectan al tejido sano como ocurre a veces con la radioterapia convencional que se hace desde fuera”.
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