JORNADA ORGANIZADA POR ASION
El 23 por ciento de los niños supervivientes a un cáncer siguen padeciendo estrés postraumático tras la curación
JANO.es · 07 Febrero 2014 13:45
Los niveles de estrés tienen una estrecha relación con los patrones de funcionamiento de los padres durante el tratamiento, según un estudio de la Universidad Pontificia de Comillas.
El 23 por ciento de los niños y adolescentes que han pasado por un tratamiento oncológico desarrollan estrés postraumático tras la curación, según ha mostrado la investigación 'Trastorno y síntomas de estrés postraumático en supervivientes de cáncer pediátrico', realizada por el profesor del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, Carlos Pitillas.
El estudio, presentado en la jornada 'Cáncer infantil y emociones familiares', organizada por la Asociación de Padres de Niños con Cáncer (ASION), ha tenido como objetivo aportar conocimiento sobre las secuelas psicológicas que provoca el cáncer pediátrico en niños que han finalizado el tratamiento y conocer si el comportamiento de los padres durante la enfermedad influye en la evolución de dichas secuelas.
"Los resultados han confirmado que existe una relación estadísticamente significativa entre lo que los padres sienten y hacen durante el cáncer de su hijo y las capacidades que tiene el menor a adaptarse con una buena salud psicológica a su supervivencia", ha comentado a Europa Press el investigador.
En concreto, la investigación ha mostrado que los hijos de aquellos padres que tienen conductas persistentes de miedo, tristeza o sobreprotección, padecen mayores niveles de estrés postraumático. Además, ha desvelado que para los niños el carácter traumático del cáncer no depende tanto de la gravedad de la enfermedad en sí, o de la complejidad del tratamiento, como sí de los intercambios emocionales negativos que en ocasiones se producen en el seno familiar ante la crisis de la patología oncológica.
"Los padres que están demasiado implicados en la enfermedad y que tienen un continuo malestar, miedo o incertidumbre generan que el niño sea más vulnerable y sufra secuelas a medio o largo plazo cuando se tienen que enfrentar solos a experiencias de alto impacto. Por ejemplo, hay menores que a largo plazo pueden seguir padeciendo pesadillas, síntomas de evitación de la enfermedad y de todo lo que le ha rodeado durante la misma, o síntomas de sobreactivación que hacen que el organismo esté en un estado permanente de alerta", ha explicado Pitillas.
Respuestas de los padres
Ahora bien, en el estudio se analiza exhaustivamente los tipos de respuestas de los padres, mostrando que aquellos que tienen un desbordamiento emocional durante la enfermedad provocan que el niño viva la misma como algo peligroso o incontrolable.
Asimismo, las respuestas de desgana, apatía o tristeza hacen que el mejor tenga una cierta desconexión de los padres debido a que éstos le quitan la oportunidad de usarles como fuentes de regulación emocional, consuelo o apoyo a la hora de responder a situaciones difíciles del tratamiento.
Del mismo modo, las respuestas de confusión o incomprensión dificultan la atención que deben tener las reacciones del hijo durante la enfermedad, ya que provocan una disminución de su disponibilidad emocional o de su capacidad para dar respuesta a las necesidades del niño.
Finalmente, la investigación ha demostrado que las emociones persistentes de rabia y culpa en los padres provocan una dificultad en el niño para comprender e integrar su experiencia de enfermedad.
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Universidad Pontificia Comillas
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