Mi vida es mía: El suicidio como contradicción de la Libertad
27 junio
11:312017
Suicidio como contradicción de la Libertad. ¿Es razonable el deseo de muerte? ¿No es más razonable buscar alternativas que permitan alcanzar de alguna manera la felicidad y se superen las circunstancias adversas?
Título original: Whose Life is It Anyway
Año: 1981
Duración: 118 min.
País: Estados Unidos
Director:John Badham
Reparto: Richard Dreyfuss, John Cassavetes, Christine Lahti, Bob Balaban,Kenneth McMillan, Mary Tyler Moore, Kaki Hunter, Janet Eilber
Género: Drama Ver Triller AQUÍ
El miércoles 21 de junio tuve la oportunidad de estar en Barcelona. El motivo de mi visita a la ciudad condal era asistir a un cine fórum organizado por la Fundación Víctor Grífols y Lucas. Se proyectó en el Ateneo un film que iba a abrir un posterior debate sobre la eutanasia: Mi vida es mía (1981), dirigida por John Badham y protagonizada por Richard Dreyfuss.
La historia que narra Mi vida es mía es conmovedora. El protagonista es Ken Harrison, un escultor apasionado que ama su trabajo y profundamente enamorado del arte y la belleza. Al contemplar la película uno no puede no dejarse llevar por el carácter arrollador de Ken y por su inteligencia, capaz de penetrar la psicología y el corazón de todos los que lo rodean. Casi podría decirse que también consigue meterse en la mente del espectador y llevarlo hasta donde él quiere. Dado que la libertad para decidir sobre el final de la propia vida es el tema del film, el carácter del protagonista es más que apropiado, pues consigue hacerte comprender que su decisión es la más razonable.
Para llegar hasta la justificación de poner término a la vida, hay que situarse en las circunstancias de Ken Harrison. La historia que narra Mi vida es mía comienza con el accidente automovilístico del artista. A causa de ello queda tetrapléjico y se mantiene con vida gracias a los cuidados que recibe en el hospital y al tratamiento de la diálisis. La vida que lleva Ken a partir del accidente le hace comprender que todo lo que amaba, su trabajo como creador de nuevas formas de belleza, se ha acabado. Toda la tensión creadora que le posee se queda acumulada en su interior sin que pueda expresarse a través de sus manos. Esa es la razón fundamental que le lleva a decidir que no quiere seguir viviendo. La trama del film consistirá en la lucha de Ken para lograr que le permitan dejar el tratamiento para morir de forma natural.
El punto delicado del argumento del protagonista es este: no puede seguir viviendo como él quiere y, además, se mantiene con vida, en cierto modo, de manera artificial gracias a la diálisis. Por tanto, pide que no continúe el tratamiento, pues no acepta vivir si no es como escultor. Propiamente no se está tratando la eutanasia, pero sí que se puede decir que el problema está indirectamente relacionado con ella.
Pasando al debate bioético abierto después de ver el film, me quedé profundamente sorprendido de que en realidad no había debate alguno: en general, se veía a Ken Harrison como un luchador y un defensor de la libertad. Todo aquello que consista en defender la autodeterminación del individuo se suponía justificado en el debate. A lo sumo se planteó alguna duda al respecto cuando se hipotetizó el caso de una persona con alzhéimer o incapaz de decidir por sí misma si quería continuar viviendo o no, cosa que se solucionó diciendo que era la familia la responsable de tomar la decisión.
A pesar de que no hice ninguna pregunta en el debate, volví a Valencia ese mismo día rumiando algunas cosas que me llamaron la atención. Por ejemplo, el individualismo radical que guiaba la decisión del protagonista para decidir poner fin a su vida. ¿Por qué? Me preocupó ver que cuando una persona pasa a ser vulnerable y dependiente de las demás se convierte en un ser inútil. Es decir, la fragilidad atenta contra la dignidad de la persona. Al menos eso es lo que plasma el film. Por tanto, la enfermedad, al no permitirnos disfrutar del bienestar en nuestro día a día, acaba con una vida digna de ser vivida. Ello nos lleva a pensar que el fin que mueve la vida es el placer sensual y que cuando desaparece o no somos capaces de valernos por nosotros mismos para proporcionárnoslo la vida carece de sentido.
Otro asunto que me preocupó fue ver que en el film se da por hecho que no es posible empatizar con el enfermo si no se comparte su voluntad de morir. Es decir, que si el enfermo quiere morir y uno pretende ayudarle a cambiar de decisión es inhumano. La única decisión razonable es respetar la decisión del enfermo. Lo cual me pareció una postura bastante pobre e irracional de afrontar el tema del dolor. Es más, los únicos que mostraban auténtica empatía en el film eran aquellos que aceptaban la voluntad de muerte del protagonista. Cosa que me pareció falaz. Pues ¿acaso es razonable el deseo de muerte? ¿No es más razonable buscar alternativas que permitan alcanzar de alguna manera la felicidad y se superen las circunstancias adversas? En mi opinión, siempre cabe la posibilidad de ser feliz, solamente hay que encontrar una inspiración que guíe nuestra voluntad más allá de los barrotes del presente y nos encamine hacia un futuro mejor.
Ahora bien, si se cierra el paso a la persuasión, si se cree que la voluntad humana es absoluta y que intentar persuadir al otro de que su decisión puede ser errónea es algo inhumano, ¿qué se puede hacer? Evidentemente, con estas premisas, nada: ceder y respetar su decisión. No obstante, ¿es así? ¿La voluntad del individuo es absoluta o es solidaria de las demás voluntades? Creo que podemos responder que no es absoluta, sino que toda voluntad, a pesar de sus deseos de autodeterminación total, depende en cierta medida de las demás voluntades. No somos seres atómicos sino sociales. La persona es tal porque vive en relación con las demás. Tomando en consideración esto, supongamos de nuevo la decisión de Ken Harrison y hagamos la siguiente pregunta: ¿su decisión es aislada o implica que los demás también actúen para que él pueda cumplir su voluntad? La respuesta aquí es que la decisión de Ken es una decisión comunitaria, no es aislada, y, por ello, del mismo modo que él tiene derecho a decidir los demás también lo tienen, pues se ven afectados por su decisión y tienen que hacer una deliberación moral al respecto.
Lo problemático es que se reduce el bien moral a un estado de ánimo: como Ken siente que no tiene sentido su vida está justificado que decida acabar con ella. No se debate si la acción de acabar con la vida o no es buena o mala. No existe el deber moral ni se considera que vivir pueda ser un bien en sí mismo, sino que se tiene una percepción afectiva o sentimental dejando a un lado si la vida puede ser inteligible y si se pueden buscar otros motivos razonables para vivir.
La única alternativa para vivir que tiene Ken es la decisión de los médicos de mantenerlo con vida porque el fin de la medicina es prolongar la vida biológica lo más posible. Lo preocupante es que no hay una decisión moral detrás de esto, sino que se busca simplemente cumplir una especie de deber que implica el orgullo de los médicos al ser eficientes en su trabajo. Es decir, tanto Ken como los médicos se dejan llevar por una decisión afectiva y egoísta. Entendiendo egoísmo como autonomía, es decir, cumplir una ley que se da a sí mismo el individuo independientemente del mundo. Debido a que las voluntades de los médicos y la de Ken están enfrentadas, es necesario acudir a la Justicia del Estado para que se decida si la decisión de Ken es razonable.
Me gustaría plantear la siguiente pregunta para dar fin al comentario: ¿acabar con la propia vida es un acto realmente libre? Me lo pregunto porque, a mi parecer, los actos libres son aquellos que intensifican la libertad, aquellos que incrementan nuestras capacidades para vivir y que mejoran a la persona. Por ello, un acto que ponga fin a la propia vida sería un acto que impediría realizar más actos, iría en contra de esa posibilidad de incrementar nuestra capacidad de libertad. En consecuencia, ¿no será el suicidio un acto contradictorio con la libertad humana? Un acto que impide realizar nuevos actos, según esta premisa, contradice la libertad. Si la libertad se niega a sí misma en su ejercicio, ¿qué es?
Como se puede ver, los problemas que plantea la película se multiplican conforme nos sumergimos en la cuestión del alcance y los límites de la libertad de la persona. Sobre todo si se abre la cuestión de si es posible conocer la verdad moral por la persona. Cosa que nos llevaría a un debate mucho más amplio. Solamente puedo recomendar ver Mi vida es mía y que cada uno reflexione a partir de este film, pues estoy seguro de que no va a dejar indiferente a nadie.
Rafael Monterde Ferrando
Observatorio de Bioética
No hay comentarios:
Publicar un comentario