"He recibido un extenso tratamiento de gran calidad del sistema nacional de salud (NHS), sin el cual no habría sobrevivido", reconocía el pasado verano el fallecido científico Stephen Hawking en una conferencia de la Real Academia de Medicina británica, aludiendo a su experiencia como paciente afectado por esclerosis lateral amiotrófica (ELA) con la medicina británica.
Lo cierto es que el astrofísico, al margen de por su brillantez intelectual, sorprende por haber sobrevivido décadas a una enfermedad cuya esperanza de vida media está en torno a los tres años; la supervivencia supera los cinco años en el 20 por ciento de los pacientes y los diez años en solo un 10 por ciento de los diagnosticados. Hawking recibió el diagnóstico a los 21 y ha fallecido cumplidos los 76.
Para Leo McCluskey, neurólogo y director médico del Centro ELA de la Universidad de Pensilvania, "lo que ha ocurrido con él es simplemente asombroso. Realmente es un caso aparte".
El especialista explica a Scientific American, que la esperanza de vida de estos pacientes se basa por un lado en las neuronas motoras que controlan el diafragma -cuyo deterioro implica el fallecimiento por insuficiencia respiratoria- y, por otro, que se degenere la musculatura implicada en la deglución, lo que conlleva malnutrición y deshidratación. Controlar ambas funciones puede permitir potencialmente mayor esperanza de vida.
McCluskey apunta que una sobrevida larga se produce en un pequeño porcentaje de pacientes y de hecho, él trata a algunos enfermos diagnosticados con ELA en su primera juventud que ahora viven en su cuarta, quinta o sexta década de vida.
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