viernes, 21 de diciembre de 2018

El deporte intenso puede aumentar el riesgo de trombosis venosa profunda

El deporte intenso puede aumentar el riesgo de trombosis venosa profunda

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El deporte intenso puede aumentar el riesgo de trombosis venosa profunda

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La Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH) insiste en la importancia de que los deportistas mantengan una adecuada hidratación para evitar la hemoconcentración.
La actividad física es el aliado perfecto para la salud, y así lo perciben los ciudadanos. La encuesta sobre Hábitos Deportivos en España revela que el 53,5% de la población mayor de 15 años hace deporte, que es de gran intensidad en el 86,3% de casos. Correr (running) es una de las actividades más practicadas (precedida de ciclismo, natación, senderismo) como se refleja la cada vez mayor participación en carreras, y para muestra los cerca de 40.000 inscritos en la clásica San Silvestre de Madrid, el próximo 31 de diciembre, que es una de las decenas de carreras programadas para las últimas semanas del año.
Sin embargo, la actividad física tiene una cara B que todos deberían conocer para prevenir consecuencias indeseables, y es que el ejercicio intenso puede favorecer el aumento de los niveles de los factores de la coagulación y la alteración de la fibrinolisis, lo que conduce a un estado de hipercoagulabilidad y, en consecuencia, aumenta el riesgo de sufrir una trombosis venosa profunda (TVP). Además, la presencia de factores hereditarios que predisponen a la trombosis incrementan aún más la posibilidad de tener un TVP.
Un estudio publicado este mes en la revista Seminarios de Trombosis y Hemostasia ha encontrado que los entrenamientos, competiciones y otros factores relacionados con el deporte intenso (como deshidratación y viajes largos) pueden influir en los factores de riesgo trombótico (hipercoagulabilidad, daño endotelial y estasis circulatoria). Esta relación se ha encontrado en una investigación en corredores de media maratón (21,1 km) en los que se ha comprobado que después de la carrera se producen cambios en los marcadores de coagulación sanguínea (aumento de protrombina, dímero D, antígeno del factor von Willebrand y factor VIII) y una reducción en el tiempo de tromboplastina parcial activada.
Al efecto de la carrera en sí se suma el que tienen los viajes aéreos de larga duración, que por sí mismos ya implican un mayor riesgo de TEV. La combinación de ejercicio, viaje y otras variables (como deshidratación, traumas repetitivos y lesiones) favorece el desarrollo de trombosis, y en las mujeres, la toma de anticonceptivos orales contribuye a ese peligro. Aun así, los médicos subrayan que los beneficios de la actividad física superan a los riesgos, pero "es fundamental tomar ciertas precauciones, como la de mantener una adecuada hidratación en todas las fases del entrenamiento (antes, durante y después) para disminuir la hemoconcentración", destaca el Doctor José Antonio Páramopresidente de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH).
Utilizar anticoagulantes (heparina de bajo peso molecular, por ejemplo) de forma preventiva es una estrategia que desaconseja el presidente de la SETH "en atletas sin historia previa de trombosis, aunque su uso puede recomendarse en deportistas que estén inmovilizados a consecuencia de un traumatismo, una cirugía ortopédica o de un trastorno de la coagulación hereditario".
Si a pesar de las medidas preventivas no se evita el TEV, Páramo avanza que "el tratamiento de elección es la anticoagulación durante 3 meses con heparina de bajo peso molecular y durante más tiempo si la trombosis se produce sin ningún agente desencadenante".
La movilización precoz (a las 24 o 48 horas) ayudará a prevenir el síndrome postrombótico y se puede retomar progresivamente la actividad deportiva a partir de las 4 a 6 semanas, "pero suspendiéndola si reaparecen los síntomas de trombosis: dolor, enrojecimiento y edema de la extremidad", alerta el presidente de SETH.
La paradoja de la hemofilia
El estudio de Seminarios de Trombosis y Hemostasia sostiene que el deporte ofrece beneficios relevantes en personas con hemofilia, en los que mejora la función muscular, la resistencia y la calidad de vida. José Antonio Páramocodirector del Departamento de Hematología de la Clínica Universidad de Navarra, considera que "se trata de un hallazgo paradójico porque tradicionalmente no aconsejábamos la actividad física intensa a pacientes con trastornos de la coagulación, pero la investigación revela que el ejercicio aumenta los niveles de FVIII en pacientes con hemofilia leve y moderada".
Para afectados por otros trastornos hemorrágicos diferentes de la hemofilia, el artículo indica que, posiblemente, el ejercicio físico tenga un efecto beneficioso similar, aunque es una hipótesis que necesita más estudios para confirmarla.
El hematólogo insiste en que los beneficios que ofrece la práctica regular de ejercicio físico superan a los riesgos en la mayoría de las personas (incluso en enfermos) aunque reitera que "el deportista tiene que adoptar algunas medidas para alejar el riesgo trombótico que, aunque es bajo, existe. De todas, mantener una buena hidratación (con agua o bebidas isotónicas) es la más importante para evitar la hemoconcentración, pero también es aconsejable no llegar al ejercicio extremo".
por  Publimas Digital s.l.

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