Un trabajo de investigadores británicos reaviva el debate en torno a los nuevos medicamentos para tratar el cáncer, su alto coste y su capacidad real para añadir años de supervivencia y hacerlo mejorando la calidad de vida del afectado.
El estudio,
publicado por el British Medical Journal, ha analizado las aprobaciones por parte de la
Agencia Europea del Medicamento (EMA) de nuevos fármacos oncológicos entre 2009 y 2013. Concluye que la mayoría de medicamentos que llegaron al mercado lo hicieron "sin evidencias de beneficio en cuestión de supervivencia o calidad de vida".
Pasados tres años de su comercialización, aún no existían evidencias en prolongación de la vida o mejora de las condiciones del paciente. Los casos en los que sí se añaden años de vida o una mejora importante de la calidad del paciente "son marginales".
Courtney Davis, del Departamento de salud Pública y Medicina Social del King´s College de Londres, es la autora principal del trabajo.
Entre 2009 y 2013, la EMA aprobó 48 nuevos fármacos oncológicos para 68 indicaciones. En el momento de la comercialización, se observó evidencia de mejora de la supervivencia en 24 de las 68 indicaciones (un 35 por ciento). La media de meses ganados fue de 2,7, con una horquilla entre uno y 5,8 meses, revela la investigación.
En cuanto a la evidencia de mejora de la calidad de vida, sólo se comprobó en 7 de las 68 indicaciones, lo que representa un 10 por ciento del total.
Pasados tres años de la comercialización, de entre los medicamentos que no habían demostrado evidencia de mejora en supervivencia y calidad de vida, un 7 por ciento consiguió demostrar evidencia en mejora de la supervivencia, y un 11 por ciento en mejora de la calidad de vida.
El estudio añade que, de las 23 indicaciones que sí mostraron evidencias, según la herramienta ESMO-MCBS, sólo en un 48 por ciento la mejora fue "clínicamente significativa".
La investigación se une a otros estudios y artículos publicados en los últimos años (
en revistas como JAMA y Cell, entre otras), que ponen en tela de juicio la idoneidad de llevar al mercado nuevos fármacos, extremadamente costosos, que muestran escasos beneficios clínicos. Las razones economicistas suelen primar en este debate, pero parte de la comunidad científica advierte de que, más allá del precio, muchos fármacos no aportan ventajas clínicas frente a sus predecesores.
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