Una bacteria como herramienta para combatir la malaria
Durante años, la comunidad científica ha estudiado cómo usar distintas bacterias para reducir la transmisión de la malaria, o paludismo, y el dengue. En el laboratorio, algunos de estos microorganismos reducen la esperanza de vida de los mosquitos vectores, dificultan su reproducción y disminuyen su capacidad de propagar estas enfermedades. Un estudio reciente centra de nuevo su atención en la bacteria Wolbachia. Según los resultados del mismo, esta se halla de forma natural en mosquitos capturados en el continente africano. Además, reduce la capacidad infecciosa del agente causante de la malaria, el parásito Plasmodium. La revista PNAS publica este trabajo realizado por investigadores del estadounidense Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas en Maryland y la maliense Universidad de Ciencias, Técnicas y Tecnologías de Bamako.
Hasta ahora, los científicos creían que los mosquitos Anopheles gambiae y Anopheles coluzzii eran resistentes a la infección por Wolbachia. En África, estos insectos son los principales vectores de Plasmodium falciparum, la especie más letal del parásito Plasmodium. Sin embargo, después de analizar ejemplares obtenidos en Mali observaron que la bacteria afecta de forma natural a algunos de los mosquitos. Wolbachia parece proteger a estos animales invertebrados del parásito, pues aquellos infectados por la bacteria eran menos propensos a contraer Plasmodium falciparum. Además, cuando se detectaron ambos microorganismos en el interior de un mosquito, la virulencia del parásito fue menor.
Un ciclo biológico complejo
Plasmodium se almacena en forma de esporozoitos en las glándulas salivares del mosquito infectado. A través de la picadura del insecto, el parásito entra en el cuerpo humano y migra hacia el hígado, donde se divide y multiplica, dando lugar a miles de merozoitos. Al cabo de una semana, cuando estos invaden los eritrocitos o glóbulos rojos de la sangre, aparecen los episodios de fiebre, escalofríos y anemia progresiva característicos de la malaria. En ocasiones, algunos merozoitos se convierten en gametos masculinos y femeninos. En el momento en que un mosquito no infectado se alimenta de sangre, los ingiere y se inicia una nueva fase del complejo ciclo biológico del parásito. En el interior del intestino del insecto, los gametos se unen para producir un ovocito, que posteriormente libera los esporozoitos. Estos viajan a las glándulas salivares, listos para infectar a un nuevo huésped humano.
En mosquitos infectados, la bacteria Wolbachia no afecta al parásito durante el desarrollo y maduración del ovocito. Sin embargo, sí reduce el número de esporozoitos y, por consiguiente, su capacidad de propagar la enfermedad. Los científicos desconocen el mecanismo exacto de esta acción. Sin embargo, creen que la bacteria podría interferir en el suministro de nutrientes necesario para la supervivencia de los esporozoitos. También es posible que Wolbachia active el sistema inmunitario con el fin de destruir el parásito.
Hasta el momento, los insecticidas constituyen la principal estrategia para controlar la transmisión de la malaria. Sin embargo, informes recientes muestran un aumento de la resistencia a estos productos entre los mosquitos y destacan la necesidad de desarrollar acciones alternativas. El uso de la bacteria Wolbachia podría ser una de ellas.
Fuente: Investigación y Ciencia
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