Un nuevo estudio desarrollado por investigadores del CIBER Diabetes y Enfermedades Metabólicas (CIBERDEM) demuestra que una mala dieta influye más en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2  (DM2) que la obesidad. Tal y como se ha publicado en la revista Clinical Nutrition este hallazgo podría cambiar la estrategia dietética en pacientes prediabéticos hacia enfoques centrados en una alimentación más saludable, en detrimento de dietas restrictivas enfocadas a la pérdida de peso.
Para valorar estrategias alternativas, en este estudio los investigadores siguieron la evolución de 182 pacientes mayores de 65 años con prediabetes, para analizar si los distintos patrones dietéticos que seguían estaban ligados a su condición de obesidad y cómo estos patrones podían influir en el riesgo de desarrollar diabetes. Para ello, se puso el foco en el análisis de la microbiota intestinal, que desempeña un rol esencial en el desarrollo de la DM2. La microbiota intestinal puede depender de los nutrientes que se consumen, aumentando o disminuyendo la concentración de diferentes tipos de bacterias.
Para valorar la interrelación entre  mala dieta, obesidad y riesgo de enfermedad, se analizaron con técnicas de bioestadística los diferentes patrones dietéticos de los participantes y se dividieron los pacientes en cuatro grupos de estudio: obesos con dieta saludable, obesos con  una mala dieta, no obesos con dieta saludable y no obesos con dieta no saludable. Tras comparar la microbiota intestinal de los cuatro grupos, se pudo comprobar que ésta era más parecida entre sí dependiendo del tipo de dieta, independientemente de la condición de obesidad.
A la vista de estos resultados, los investigadores proponen un cambio de estrategia dietética para la prevención de la DM2 en personas mayores. “Las dietas restrictivas enfocadas en la pérdida de peso en mayores de 65 años con prediabetes podrían no ser la mejor opción; en su lugar, podría jugar un papel primordial en la prevención una alimentación basada en elecciones dietéticas saludables y el seguimiento de un patrón alimentario variado y equilibrado, en el cual se incluyen alimentos con grasas beneficiosas y almidones, incluso azúcares naturalmente presenten en los alimentos como las frutas, y un mayor consumo de proteína vegetal y no animal”, concluyen.