LA SUSTITUCIÓN POR REFRESCOS SIN AZÚCAR, MEDIDA EFICAZ EN NIÑOS
La asociación entre predisposición genética y adiposidad se refuerza con el consumo de bebidas azucaradas
Tres estudios que se publican en la edición on-line de The New England Journal of Medicine (NEJM) abordan la relación entre la obesidad y el consumo de refrescos azucarados.
Redacción | 26/09/2012 00:00
Una de las investigaciones, coordinada por Lu Qi, de la Escuela de Salud Pública de Harvard, en Boston, pone de manifiesto que la predisposición genética a la adiposidad se refuerza en aquellas personas que consumen una mayor cantidad de refrescos azucarados.
El análisis se realizó con los datos de dos grandes cohortes preexistentes, formadas por 6.934 mujeres y 4.423 hombres. Una tercera cohorte de 21.740 mujeres confirmó que los resultados eran reproducibles.
- El suministro domiciliario de bebidas adecuadas a un grupo de adolescentes tuvo efectos positivos -pero limitados en el tiempo- sobre el IMC
En las dos primeras cohortes se constató que la asociación entre predisposición genética e IMC era mayor entre los que consumían mayores cantidades de bebidas azucaradas.
Alelos de riesgo
En el conjunto de participantes se apreció un incremento de un punto en el IMC por cada aumento de 10 alelos de riesgo en quienes ingerían menos de una bebida al mes.
La cifra se elevaba 1,12 en aquellos individuos que tomaban entre uno y cuatro refrescos al mes, a 1,38 en quienes tomaban seis al mes y hasta 1,78 en los que consumían uno al día. También se observó un aumento del riesgo de desarrollar obesidad.
En otro de los estudios, un equipo de investigadores coordinado por Martijn Katan, de la Universidad de Amsterdam, muestra los resultados de un ensayo realizado en 641 niños de entre 4 y 11 años con un peso inicialmente normal durante 18 meses. Fueron divididos en dos grupos, a los que se administró de forma aleatoria y con un sistema de doble ciego una bebida con o sin azúcar diariamente.
Aquéllos que consumieron la bebida sin azúcar experimentaron una menor acumulación de grasa y tuvieron un aumento de peso más moderado (de 6,35 kg, frente a 7,37 en el grupo que tomó refrescos azucarados).
Finalmente, el tercer estudio, dirigido por David Ludwig, del Hospital Infantil de Boston, desarrolló un ensayo clínico en 224 adolescentes obesos o con sobrepeso. Todos ellos recibieron en su domicilio durante un año refrescos bajos en calorías y se les hizo un seguimiento de dos años. En el primer año se produjo un efecto positivo sobre el IMC, sobre todo en hispanos. Sin embargo, los resultados no se mantuvieron durante los siguientes doce meses.
(NEJM DOI: 10.1056/ NEJMoa1203039/10.1056/ NEJMoa1203034/10.1056/ NEJMoa1203388).
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