martes, 18 de septiembre de 2012

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El Médico Interactivo, Diario Electrónico de la Sanidad Un estudio demuestra que comer sano no garantiza una mayor longevidad

Un estudio demuestra que comer sano no garantiza una mayor longevidad

(18/09/2012) - E.P.

La restricción calórica proporciona una vida más saludable pero no aumenta la longevidad

Científicos del Instituto Nacional del Envejecimiento (NIA) de Estados Unidos, que forma parte de los Institutos Nacionales de Salud, han concluido un estudio a largo plazo que muestra que llevar una dieta saludable no garantiza una mayor esperanza de vida en contra de lo que se pensaba, según los resultados que publica la revista Nature.
Si hay una forma de manipular la dieta humana para vivir más, aún no se conoce y quizá no exista, ha reconocido el biólogo Steven Austad, miembro del Instituto de Estudios sobre Longevidad y Envejecimiento Activo Barshop de la Universidad de Texas, que ha publicado un análisis sobre la investigación.
Desde 1934, diferentes estudios han ido demostrando que diferentes modelos experimentales alimentados en laboratorio con un 10 a un 40 por ciento menos de calorías que quienes llevan una alimentación libre vivían alrededor de un 30 por ciento más. De hecho, en algunas investigaciones, llegaron a vivir el doble de tiempo.
Estos hallazgos han ido generando una creciente comunidad de creyentes que buscan mejorar la salud y vivir más a través de dietas calóricamente restringidas, y llevó a numerosas compañías a desarrollar fármacos que imitaran los efectos de la restricción calórica.
Sin embargo, este nuevo estudio rompe esta conexión entre comer sano y la prolongación de la vida. El trabajo reveló que la mayoría de los sujetos del modelo experimental que consumieron dietas calóricamente restringidas tenían el corazón y el sistema inmune más saludable y menores tasas de diabetes, cáncer y otras enfermedades que los que actuaron como grupo de control. Pero en cambio no había ninguna recompensa en su longevidad.
Uno puede argumentar que la restricción calórica es más saludable, ha admitido Austad, que sin embargo insiste en que esto no afecta a su longevidad.
La investigación del Instituto Nacional del Envejecimiento, que arrancó en 1987, es uno de los dos estudios que han analizado hasta edad avanzada si comer apenas el 70 por ciento de las calorías de una dieta estándar de laboratorio prolonga la vida.
El otro trabajo fue iniciado por el Centro Nacional para la Investigación de Primates de Wisconsin en 1989, también con monos rhesus, cuya psicología, genética y período de vida promedio (27 años) son más cercanos a los de los humanos.
Los resultados iniciales eran prometedores, ya que en 2006 informaron de que la dieta en estos sujetos tenía como consecuencia unos sistemas inmunes que parecían más jóvenes y además existía una menor prevalencia de problemas cardiacos, diabetes, cáncer y otras enfermedades de la vejez.
Pero lo llamativo fue que, en 2009, el 80 por ciento de los individuos con una alimentación no controlada había muerto por enfermedades ligadas al envejecimiento, mientras que sólo el 50 por ciento con restricción calórica había fallecido.
En cambio, en este estudio han observado como los sujetos más ancianos de cada grupo tenían la misma incidencia de tumores, problemas cardiacos y deterioro general. Mientras que los sujetos abstemios tenían algunos indicadores de salud mejores, como los niveles de colesterol y triglicéridos, lo que "aun así no se ha traducido en una mejor supervivencia, argumentan los autores.
Ni siquiera los individuos que iniciaron la dieta más jóvenes, entre su primer año de vida y los 14 años, mostraron ventaja alguna con respecto al grupo control. De hecho, lo llamativo fue que en estos casos sus indicadores de salud eran incluso peores.
Además, se detectaron más fallecimientos por causas no relacionadas con el envejecimiento en este subgrupo de animales que iniciaron la restricción calórica cuando eran jóvenes. Quizá una restricción calórica tan temprana les hace más susceptibles a la muerte por otras causas, dijo Austad.
Los equipos del NIA y de Wisconsin continúan recopilando datos para ver si la restricción calórica demuestra ser más beneficiosa, algo que los autores del estudio ven poco probable a estas alturas de la investigación.

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