Acoso moral en el trabajo
Enero de 2013 - José Manuel Solla Camino. Presidente de la Fundación SEMG-Solidaria
El acoso psicológico (mobbing) es hostigamiento deliberado y continuado, vejación, difamación o maltrato, verbal y/o modal, contra un empleado realizado por un jefe o un compañero, con la intención, implícita o explícita, de excluirle del ámbito laboral o reducir su efectividad en el trabajo mediante la destrucción de su integridad y resistencia psicológica. Asimismo, las situaciones de acoso se han ligado a dos aspectos: la organización del trabajo y la gestión de los conflictos por parte de los superiores (la negación del mismo o la implicación y participación activa con el fin de contribuir a la estigmatización de la persona afectada)
El mobbing es producto de muchos factores combinados hasta constituir una mezcla letal: factores de la organización, ambientes laborales conflictivos, cambios en el medio laboral, entorno social violento.
Sus consecuencias afectan no solo a las víctimas, sino también a sus familias y a los demás empleados que trabajan en el mismo entorno. Son las segundas víctimas de esta forma de violencia laboral que, si no se controla, acaba haciendo insuficiente e insostenible a toda la organización.
Las manifestaciones del acoso están más relacionadas con las características específicas de la víctima que con la propia situación violenta:
1. La primera manifestación del acoso suele consistir en hacer objeto a la víctima de críticas sistemáticas e injustificadas.
2. A partir de aquí comienza la persecución sistemática por parte de superiores o compañeros.
3. Se suspende la comunicación con el acosador.
4. Se adjudican a la víctima cometidos de menor responsabilidad.
5. Esto ocasiona una pérdida de la confianza de la víctima en sí misma.
6. Que lleva a una destrucción de la autoestima y al aislamiento.
7. Alteración del equilibrio emocional y físico.
8. Esto desencadena absentismo laboral.
9. Salida de la organización de trabajo, que puede ser de forma voluntaria o forzada.
El cuadro clínico que provoca puede ser:
• Depresivo: la clínica es muy parecida a la que aparece en el cuadro de estrés profesional:
• Cansancio emocional, con agotamiento físico y psíquico.
• Sentimientos de impotencia y desesperanza.
• Desarrollo de un auto concepto negativo.
• Actitudes negativas hacia el trabajo y la vida en general.
• Comportamientos de evitación y aislamiento.
• Deterioro progresivo de la capacidad laboral.
• Estrés y ansiedad: características comunes con el síndrome de estrés postraumático, aunque en este caso la víctima suele vivenciar repetidos ataques, amenazas y ridiculizaciones por parte del acosador. Se acompaña con frecuencia de absentismo laboral.
La Organización Internacional del Trabajo (1998) ha recomendado que se desarrollen planes de prevención para que los empleados de todos los estamentos laborales tomen conciencia de esta creciente forma de violencia laboral y encuentren las soluciones necesarias para prevenirla de forma efectiva. No es posible prevenir todos los actos de violencia laboral, pero ignorarla es un factor de riesgo que la determina, al igual que no dar importancia a los avisos o señales indicativos de posible escalada de violencia.
Los planes de prevención del acoso laboral deben comprometer a todos los empleados públicos y privados y a la propia Administración en la búsqueda de soluciones efectivas a los problemas laborales, así como a no tolerar y a denunciar todo acto, amenaza o sospecha de violencia.
Deben establecerse métodos claros y fáciles para resolver problemas laborales a la mayor brevedad posible así como proporcionar ayuda psicológica a las víctimas.
Recientemente en nuestro país, Tamagaz Films (www.TamagazFilms.com) ha realizado un mediometraje estrenado en Madrid en el 4º Congreso Mundial sobre Salud Mental de la Mujer (Marzo 2011) y tuve la oportunidad de presentar, con la Dra. Dolores Crespo –probablemente la persona que más ha hecho en nuestro entorno para que esta dramática realidad aflore-, la película La pesadilla de Claudia (Claudia´s Nightmare).
Desde entonces La pesadilla de Claudia ha seguido un curioso recorrido, reflejo quizá de las carencias existentes hasta la fecha en este ámbito: no solo se ha difundido entre médicos del trabajo, profesores universitarios, psiquiatras y psicólogos –algunos lo utilizan en sus consultas para explicar a sus pacientes las consecuencias que tiene este tipo de acoso sobre aquellas personas que lo padecen- sino que está siendo utilizado por otros sectores, como la banca y las grandes corporaciones, para intentar concienciar acerca de esta lacra que lamentablemente está de plena actualidad y que a la luz de los recientes acontecimientos en toda Europa podría sufrir un serio repunte.
A la hora de concebir este mediometraje la preocupación fundamental fue recrear la atmósfera opresiva que debía envolver al personaje de Claudia. Encerrada en su propio drama, tendría que resultarle tremendamente complicado encontrar la salida al laberinto que supone el mobbing. Es por eso por lo que se optó por filmar en el interior de un teatro, en el que necesariamente tendría que discurrir toda la 'dimensión biográfica' de Claudia.
Las otras cuatro dimensiones afectadas por el mobbing serían adjudicadas a distintos espacios dentro del teatro. Así, el proscenio representaría la 'dimensión biológica' de la persona, manifestada por su estado físico: ojeras, caída de cabello, insomnio... El patio de butacas contendría la 'dimensión interpersonal', amigos, familia, pareja... Los pasillos laterales, próximos a las ventanas, serían testigos de la 'dimensión espiritual, ética, moral'... En la cabina de proyección se desarrollarían las conversaciones de Claudia con su psiquiatra, la 'dimensión psicológica'... Y finalmente, no podíamos olvidarnos del escenario, 'la organización', donde se desarrollaría todo lo relacionado con su entorno laboral, la fuente de todos sus problemas.
En este drama humano son tan importantes los protagonistas que aparecen en escena como los grandes ausentes: servicio de prevención, sindicatos, colegio de médicos, jueces y abogados. Todo ello pone de manifiesto la carencia de medidas eficaces de prevención y control de la violencia interna. En definitiva, se constata la falta de una cultura de calidad y de seguridad para usuarios y sanitarios. Claudia recibe ayuda psicológica y se la cambia de lugar de trabajo, pero la historia de acoso continúa con otro compañero, antes cómplice, ahora víctima.
Llegar al fondo de la cuestión, una necesidad imprescindible
El Dr. Carlos Mingote, otro experto en este tema, propone algunas preguntas que deberíamos realizarnos en nuestro ámbito laboral:
• ¿Conoce usted algún caso de acoso laboral y no ha hecho nada?
• ¿Se siente usted vulnerable en su centro de trabajo?
• ¿Practica usted también "el síndrome de la avestruz"?
• ¿Es usted cómplice?
• ¿Es usted otro acosador?
• ¿Cree que la organización en la que trabaja favorece el mobbing?
• ¿Puede hacer algo usted para mejorar esta situación?
Existe una amplia jurisprudencia sobre el acoso moral, que reconoce las enfermedades derivadas de una conducta de acoso moral como accidente de trabajo (entre otras, las del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 30.4.01, 18.5.01 y 15.6.01), e incluso otras sentencias más recientes que claramente consideran el acoso moral como riesgo laboral que debe ser prevenido por el empresario conforme a las normas generales de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (entre otras, la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco nº 517/2007 de 20 de febrero).
Sin embargo, todos los juristas reconocen la gran dificultad de poner en evidencia al acosador y son pocas las sentencias positivas que se obtienen: tanto abogados como jueces creen que es un proceso que merece una constante revisión para mejorar el abordaje judicial del mismo. El XVIII Congreso Nacional de Derecho Sanitario, celebrado en Madrid, lo abordó en una mesa específica donde ésta era una de las conclusiones importantes.
El final de este drama en muchas ocasiones es el suicidio, suicidios que pasan al olvido y que a diferencia de otros crímenes jamás serán investigados.
No quisiera terminar este artículo de opinión sin agradecer a la doctora Dolores Crespo, al doctor Carlos Mingote y al Plan de Prevención de la Violencia Interna en las Instituciones Sanitarias de la Comunidad de Madrid la oportunidad que me dieron de trabajar con ellos y que me hizo tomar conciencia de esta infravalorada y dramática realidad de la que todos los profesionales sanitarios deberíamos tomar conciencia si queremos, sino erradicarla, sí al menos evitar sus nefastas consecuencias.
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