Los traumas infantiles pueden generar alteraciones físicas en el cerebro
17/01/2013 - E.P.
Las heridas psicológicas infligidas en la juventud dejan marcas biológicas duraderas además de una predisposición a la violencia
Una investigación realizada por un equipo de expertos de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL) de Suiza, pone de manifiesto que el trauma a edades tempranas puede dejar una huella en el cerebro de las personas adultas.
En cuanto a las alteraciones que han observado, éstas se dan en la corteza orbitofrontal del cerebro. Sin embargo, y a pesar de este hallazgo, los científicos no encuentran un vínculo directo entre el trauma temprano y los cambios neurológicos.
Este trabajo, que ha sido publicado en la revista Translational Psychiatry, ha estado dirigido por la profesora de la EPFL Carmen Sandi. Tras analizar los resultados, explica que la evidencia obtenida "añade una dimensión adicional a las consecuencias del abuso".
La experta expone que el hecho de que los traumas generen alteraciones en el cerebro "tiene implicaciones científicas, terapéuticas y sociales". De este modo, asegura que la activación de la corteza orbitofrontal se reduce acompañada por la sobreactivación de la amígdala, región del cerebro implicada en las reacciones emocionales.
Por otro lado, Sandi señala que se ha demostrado que el nivel de expresión del gen MAOA aumenta en la corteza prefrontal, lo que está vinculado "a un cambio epigenético". Para aclarar estos términos, explica que la experiencia traumática "termina provocando una modificación a largo plazo de la expresión de este gen".
Ante ello, el equipo de investigación probó la eficacia de un inhibidor de este gen, un antidepresivo. Con esta medida se comprobó que se podía revertir el aumento de la agresividad inducida.
En cuanto a las alteraciones que han observado, éstas se dan en la corteza orbitofrontal del cerebro. Sin embargo, y a pesar de este hallazgo, los científicos no encuentran un vínculo directo entre el trauma temprano y los cambios neurológicos.
Este trabajo, que ha sido publicado en la revista Translational Psychiatry, ha estado dirigido por la profesora de la EPFL Carmen Sandi. Tras analizar los resultados, explica que la evidencia obtenida "añade una dimensión adicional a las consecuencias del abuso".
La experta expone que el hecho de que los traumas generen alteraciones en el cerebro "tiene implicaciones científicas, terapéuticas y sociales". De este modo, asegura que la activación de la corteza orbitofrontal se reduce acompañada por la sobreactivación de la amígdala, región del cerebro implicada en las reacciones emocionales.
Por otro lado, Sandi señala que se ha demostrado que el nivel de expresión del gen MAOA aumenta en la corteza prefrontal, lo que está vinculado "a un cambio epigenético". Para aclarar estos términos, explica que la experiencia traumática "termina provocando una modificación a largo plazo de la expresión de este gen".
Ante ello, el equipo de investigación probó la eficacia de un inhibidor de este gen, un antidepresivo. Con esta medida se comprobó que se podía revertir el aumento de la agresividad inducida.
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