domingo, 18 de septiembre de 2011

De la intuición artística a las reglas cerebrales - DiarioMedico.com

Neurobiología de la percepción artística

De la intuición artística a las reglas cerebrales

El ser humano crea en tiempo real una representación interna del mundo exterior que puede ser utilizada por otras partes del cerebro para guiar el comportamiento, una tarea extremadamente compleja que los artistas dominan mejor. Los especialistas sostienen que ver no es sólo captar imágenes y transmitirlas al cerebro sino que más bien consiste en la resolución de problemas.

Enrique Mezquita. Valencia   |  19/09/2011 00:00

Luis Miguel Martínez
Luis Miguel Martínez, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante.
Dedicamos más del 50 por ciento de los recursos de nuestra corteza a crear en tiempo real una representación interna del mundo
  • Tras años de ensayo y error, los artistas pueden haber descubierto de forma intuitiva las reglas y la lógica interna del cerebro
Ver es extremadamente importante para los seres humanos. De hecho, somos animales fundamentalmente visuales y, por ello, no es extraño que dediquemos más del 50 por ciento de los recursos de nuestra corteza cerebral a realizar una tarea extraordinariamente compleja: crear, en tiempo real, una representación interna del mundo exterior que pueda ser utilizada por otras partes del cerebro para guiar nuestro comportamiento. En este escenario, la pregunta obvia es cómo lo hacemos.

Esta cuestión ha intrigado a generaciones de neurocientíficos y ha producido, además de ingentes cantidades de publicaciones especializadas, seis premios Nobel. En esencia, nuestro cerebro ha desarrollado mecanismos, reglas y estrategias que se han ido optimizando a lo largo de la evolución. Sin embargo, según ha señalado a DM Luis Miguel Martínez, del Laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto de Neurociencias de Alicante, centro mixto del CSIC y la Universidad Miguel Hernández, de Elche, "es una pregunta para la que seguimos sin encontrar una respuesta satisfactoria". Curiosamente, muchos neurocientíficos, entre los que se incluye el propio Martínez, consideran que los artistas pueden ser sus grandes aliados para desentrañar los misterios de la visión. "Creemos que los artistas, tras años de ensayo y error, han descubierto de forma intuitiva esas reglas y esa lógica interna del cerebro, y las utilizan para potenciar el impacto visual generado por su obra".

Lo atractivo de esta hipótesis, según Martínez, "es que convertiría a los cuarenta mil años de historia de la pintura en una suerte de piedra Roseta en la que podemos encontrar, a modo de complejas combinaciones de patrones y formas, luminancia y color, todos los elementos necesarios para explicar cómo el cerebro reconstruye una imagen interna del mundo que nos rodea; en definitiva, cómo ve". El especialista explica que "Picasso decía que el Arte es la mentira que explica la verdad; en realidad, esta frase podría generalizarse al decir que la percepción visual es la mentira que explica la verdad física de nuestro entorno".

En su opinión, la razón fundamental de esa complejidad radica en el hecho de que "ver no consiste simplemente en una transmisión pasiva de imágenes, sino que se parece más a un proceso de resolución de problemas. Y el problema que ha de resolver el cerebro no es trivial, como lo sería si fuese equivalente a reconstruir la imagen de un puzzle ordenando de forma correcta sus componentes individuales, sino algo mucho más complejo".

Entre las causas de esa complejidad destaca fundamentalmente que "una escena visual refleja en nuestras retinas una imagen bidimensional y su reconstrucción en tres dimensiones plantea infinitas soluciones desde un punto de vista matemático, como sabe cualquier estudiante de diseño. Y, también, porque nuestro cerebro es un órgano bastante lento en relación con el ritmo al que se producen cambios en nuestro entorno y, para colmo, muy caro metabólicamente (aunque sólo representa el 2 por ciento de la masa corporal, consume el 20 por ciento de la energía necesaria para sustentar nuestro organismo)".

En consecuencia, "la mayor parte de la información que llega a nuestras retinas no puede ser procesada en tiempo real y ha de ser filtrada porque no tendríamos ni los recursos ni el tiempo necesarios para analizarla toda. Lo que realmente hacemos al explorar una imagen es, primero, extraer sólo la información más relevante para nuestro comportamiento; y, segundo, realizar una estimación de lo que estamos viendo, rellenando literalmente la información que falta, en función de nuestra experiencia previa y nuestro conocimiento sobre las propiedades físicas de los objetos que nos rodean (dos procesos que han de aprenderse a lo largo de los primeros años de nuestra vida, como hablar o caminar)".
  • El cerebro representa sólo el 2 por ciento de la masa corporal, pero consume el 20 por ciento de la energía necesaria para sustentar el organismo
Con la colaboración de Instituto Tomás Pascual

Ahorrar esfuerzos

Nuestro cerebro escoge siempre la explicación más probable, económica y sencilla. En la ilusión de la acuarela, el cerebro rellena el interior de la figura con el mismo color amarillo que tapiza la cara interna del borde azul aunque el interior de la figura es blanco. El efecto neón consiste en que los colores de las cruces, rojo y azul, se extienden dando la impresión de ser en realidad círculos transparentes. El azul que parece rellenar de forma homogénea la estrella en realidad tiene una forma mucho más irregular. Ilusiones como éstas demuestran que el cerebro no analiza exhaustivamente las imágenes, sino que las interpreta a partir de unos pocos datos.

APOYOSCIENCIA Y HUMANISMO: UNA FRACTURA SIN SENTIDO

En 1959 el científico y novelista británico Charles Percy Snow generó un acalorado debate con su conferencia titulada Las dos culturas y la revolución científica, en la que se lamentaba del abismo que separaba a los intelectuales humanistas de los científicos. Lord Snow pensaba que la evolución divergente entre ciencia y arte había terminado por romper todos los puentes de comunicación entre estas dos culturas, impidiendo la resolución de los problemas del mundo. Según Martínez, "la oposición a esta visión catastrofista de la cultura ha llegado hasta hoy. Y lo más doloroso es que, en muchos casos, lo que se separan son campos del saber tan íntimamente relacionados que comparten el objeto de su estudio, aunque se diferencien en la metodología". Por ejemplo, el trabajo de un pintor no es muy diferente al de un neurocientífico. "En muchos aspectos es más lo que los une que lo que los separa. Así, desde hace miles de años, los pintores tratan de generar en un soporte bidimensional y estático, como una pared de roca o un lienzo, imágenes que se asemejen a su experiencia perceptiva, rica y compleja, del mundo en el que viven.

Para ello construyen un lenguaje personal, con su propia gramática basada en una combinación más o menos complicada de patrones y formas, de colores y luminancia. Los neurocientíficos toman el camino inverso e intentan averiguar cuáles son las reglas que permiten al cerebro reconstruir una realidad subjetiva del mundo visual que nos rodea".
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