viernes, 23 de septiembre de 2011

Medicalización en niñez y adolescencia: Respuesta rápida, "solución mágica"?

Respuesta rápida, "solución mágica"?
 
Por María Luz Nespola
Departamento Salud Mental de la Obra Social Agentes Propaganda Médica - OSAPM

En la actualidad, es cada vez más frecuente el uso de medicación psiquiátrica para trastornos mentales en niños y adolescentes. Sería interesante poder plantearnos dónde está el límite en el criterio profesional para el uso racional de medicación en un período de desarrollo tan sensible como la infancia y adolescencia.

Muchos niños y adolescentes presentan problemas de salud mental que interfieren en su desarrollo normal y las actividades de la vida cotidiana. Algunos problemas de salud mental son de corto período de duración, mientras que otros plantean un tratamiento interdisciplinario de duración tendiente a la cronicidad.

Dentro de los trastornos más frecuentes, la prevalencia en trastornos de ansiedad en niños y adolescentes, se ha incrementado de manera vertiginosa. Es así como el trastorno hiperactivo de déficit de atención (ADHD), inquieta tanto a las familias, como a los colegios, demandando una “respuesta rápida” o “solución mágica” a este niño/niña estigmatizado como “caso problema”. Los trastornos de depresión y alimentarios, incluyendo la anorexia y bulimia nerviosa, son los más comunes entre las adolescentes y mujeres jóvenes de Argentina.

A raíz del incremento del uso de psicofármacos en una población joven cabe plantearnos y pensar medidas preventivas que apunten a reducir factores de riesgo y protección reduciendo los factores de estrés y aumentando la fortaleza. Entendemos así, la importancia de promover un inicio saludable desde el nacimiento, reduciendo el abuso y abandono. Analizar en qué situación ambiental se encuentra el sistema familiar y la salud mental de los padres, enfrentando las adversidades que lleven a la desintegración familiar. Como así también no es de menor relevancia reducir la conducta de riesgo en la escuela.
Los factores de riesgo, no se pueden pensar aisladamente, sino considerando los determinantes individuales, familiares, sociales, económico y ambientales que no sólo llevan a una variedad de trastornos mentales sino también a problemas de salud física asociados.

Un tema central en todo este debate es el de un acertado diagnóstico de las patologías psiquiátricas en los niños y adolescentes. El beneficio de una estrategia psicofarmacológica está determinado por la correspondencia con un certero diagnóstico.

Es riesgoso medicar a un niño que no necesita ser medicado, tanto como es nocivo no aplicar una terapéutica farmacológica cuando es necesario hacerlo.

Actualmente, los trastornos anteriormente mencionados, no se pueden pensar sin acompañamiento de medicación. Los psicofármacos y la psicoterapia se complementan para lograr la eficacia y eficiencia en el tratamiento. En niños con déficit de atención, no se puede trabajar sin medicación, ya que sin ella es muy difícil que el paciente pueda escuchar, y focalizar la atención; dos funciones fundamentales para iniciar un intercambio con el paciente. En pacientes con trastornos alimenticios, también el tratamiento va acompañado de medicación psiquiátrica, como en los trastornos depresivos.
 
Si bien el criterio de uso racional de medicación y el arribar a un buen diagnóstico, está avalado por protocolos y criterios de manual diagnóstico psiquiátrico, es de gran relevancia, como el profesional conjuga estos dos dispositivos para el tratamiento. Como todo tratamiento en un período de desarrollo temprano, la sensibilidad al psicofármaco es mayor, la flexibilidad y permeabilidad del aparato psíquico también lo es. Motivo importante a tener en cuenta, para pensar tratamientos que no tiendan a la cronificación, y aprovechar las fortalezas del paciente en este período para llegar a una adolescencia con un mejor pronóstico. Buscando calidad de vida en el paciente, disminuyendo sintomatología y acrecentando su desarrollo y vínculo social.
 
Insistimos en que esta es una cuestión fundamental, ya que no existe ninguna duda acerca de la eficacia comprobada de los psicofármacos en determinadas patologías infantiles (ej. El metilfenidato en ADHD), especialmente en la depresión, pero es necesario arribar aun diagnóstico correcto para poder evaluar la ecuación riesgo/beneficio de medicar a un niño o no, ya que el impacto de los psicofármacos sobre un cerebro en desarrollo, así como los efectos a largo plazo de los mismos aun no han sido suficientemente investigados.

Los trastornos antes mencionados, pueden ser repensados en su abordaje en la adolescencia, acompañados con psicoterapia sin prescindir de la psicofarmacología. Todo esto, pensando al paciente como un emergente del sistema familiar; quién tiene una carga genética, otra ambiental y por último el contexto de las circunstancias de su vida, tres factores que conjugan y son protagónicos en el desarrollo de la personalidad.
 
Una inquietud frecuente en las familias de pacientes de corta edad, está relacionada con la medicación, hasta dónde el psicofármaco es imprescindible para lograr una mejora terapéutica.

Como expresamos anteriormente, si bien el tratamiento psicofarmacológico va de la mano con la psicoterapia, para una respuesta más rápida y efectiva, es bueno poder plantearnos hipótesis, como ser; ¿Hasta dónde las funciones parentales podrían suplantar o acompañar un tratamiento con la menor psicofarmacología posible? La inquietud no es menor y las respuestas pueden ser mayores. Plantearnos qué pasa con estos roles que en la actualidad parecen estar desdibujados; familias dónde ambos trabajan, los tiempos se acortan, y dar respuestas a las demandas básicas, como es la alimentación, salud y educación, parece hacerse cada vez más complejo. En estos casos, no estaría mal recordar el viejo dicho “lo importante no es la cantidad sino la calidad”, es decir, pensamos que si bien las demandas actuales y los tiempos corren de manera apresurada, no es justificativo para que los niños no reciban el cariño y la atención básicas e indispensables para un mejor desarrollo integral. Los padres pueden no estar el tiempo que ellos desearían o que sus hijos demandan, pero sí pueden dar en calidad lo que sus hijos necesitan. Esto no acreditaría que estén exentos de problemas psíquicos o físicos, pero sí podemos conjeturar que en el caso de presentarlos estos serían menores o se acompañarían de una manera más eficaz y equilibrada en el sistema familiar.

Para finalizar, si comprendemos, que los pacientes heredan una genética familiar y parte de esta se expresa en un contexto familiar que puede o no exacerbar la sintomatología, hablar de un buen pronóstico, es plantear un criterio racional de medicación, acompañado con una psicoterapia específica y una familia que comprenda que le pasa a este niño y/o adolescente que a la vez repercute y es constantemente modelado por la conducta familiar.
 

A los muchas veces criticados criterios diagnósticos de las clasificaciones internacionales de enfermedades mentales (D.S.M. IV de la American Psychiatric Association (1994) o C.I.E. 10 de la Organización Mundial de la Salud (1992)),tildados de encorsetar a los pacientes en compartamentalizados trastornos ; se contrapone actualmente el concepto de espectro ( bipolar, obsesivo-compulsivo, etc), que engloba dentro de el, un arco de entidades nosológicas relacionadas o similares, ampliando concomitantemente y de esta manera el uso de psicofármacos para todo el mencionado arco. Todo ello entraña el peligro de la sobrediagnosticación de cuadros pasibles de medicación  cuando en realidad no lo ameritan.
 
Insistimos en que esta es una cuestión fundamental, ya que no existe ninguna duda acerca de la eficacia comprobada de los psicofármacos en determinadas patologías infantiles (ej. El metilfenidato en ADHD), a la vez que su función de neuroprotección, promoviendo la formación de factores neurotróficos (BDNF, proteína CREB, etc.), especialmente en la depresión, pero es necesario arribar aun diagnostico correcto para poder evaluar la ecuación riesgo/beneficio de medicar a un niño o no, ya que el impacto de los psicofármacos sobre un cerebro en desarrollo, así como los efectos a largo plazo de los mismos aun no han sido suficientemente investigados.

En octubre de 2004 la F.D.A. ( Food and Drug Administration) de los EEUU, emitió un aviso público acerca del incremento del riesgo de ideas y conductas suicidas en niños y adolescentes que recibían antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y recomendando que estos pacientes sean estrictamente monitoreados en las primeras semanas de tratamiento. Estudios retrospectivos que valuaron el riesgo suicida o autolesivo en pacientes adolescentes medicados, concluyeron en que la información recogida no indicaba incremento significativo del riesgo, todo lo cual genero confusión e incertidumbre pero que puso en evidencia la falta de información suficiente aun acerca de los efectos y consecuencias a largo plazo del uso de psicofármacos en niños y adolescentes. 
 
Maria Luz Nespola 
 
Nota: Permitida la reproducción de este artículo citando la fuente http://www.inversorsalud.com.ar/

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