INVESTIGACIÓN | Biomarcadores
Los científicos quieren ser más rigurosos con sus estudios
Sólo se confirma el 0,2% de las asociaciones entre un gen y una enfermedad. | Mitxi
- Muchos análisis sobre factores de riesgo generan falsas expectativas
- Siete revistas publican unas normas para comunicar mejor los descubrimientos
María Sánchez-Monge | Madrid
Actualizado miércoles 26/10/2011 05:03 horas
"Cuesta un poco reconocer que las cosas no siempre se hacen con todo el rigor necesario". Miquel Porta, coordinador del grupo de investigación en epidemiología clínica y molecular del cáncer del Instituto de Investigación Hospital del Mar (IMIM) de Barcelona, admite que muchos estudios contienen deficiencias importantes que restan validez a los hallazgos. "Pero, por otra parte, los investigadores siempre hemos contado con directrices y la comunicación científica dispone de mecanismos para regularse", añade. Porta forma parte de un grupo internacional de científicos que ha elaborado unas normas para comunicar los estudios de factores de riesgo genético y molecular de forma más precisa y ética.
Las nuevas pautas, publicadas simultáneamente en siete revistas científicas, instan a contar con más detalle cómo se llevan a cabo los ensayos sobre los factores de riesgo que ayudan, entre otras cosas, a predecir el riesgo de sufrir una determinada enfermedad, o bien a diagnosticarla. Por ejemplo, la mutación de un gen o la presencia de cantidades elevadas de una proteína en sangre. Se trata de los denominados biomarcadores, cuyo uso se ha extendido rápidamente en los últimos tiempos y que han propiciado grandes avances, pero no han estado exentos de polémica.
"Efectivamente, se han generado falsas expectativas porque tendemos a exagerar las implicaciones de nuestros hallazgos", asevera Porta. La revista 'The Journal of the American Medical Association' ('JAMA') publicó este verano un artículo que constató que buena parte de los estudios con resultados muy positivos han sido posteriormente rebatidos por trabajos más amplios o revisiones sistemáticas. Es lo que sucedió con la vinculación entre la proteína C reactiva en sangre y las enfermedades cardiovasculares, así como con el gen BRCA1 y el riesgo de cáncer de colon.
Los investigadores publican preferentemente los estudios con resultados positivos, guardando en el cajón los que no les han llevado a las conclusiones deseadas. Pero es que los propios directores de revistas científicas desechan los ensayos cuyos descubrimientos no son 'redondos'.
Porta cita como ejemplo de lo que no se debe hacer las investigaciones realizadas hace algunos años que observaron una asociación entre un alto nivel de pesticidas en el cuerpo y un mayor riesgo de cáncer de mama. "Esos resultados iniciales no se confirmaron, pero tampoco es que se hayan descartado", comenta. "Los trabajos que se realizaron posteriormente no se hicieron bien y, finalmente, se abandonó esa línea de investigación", resume.
En el ámbito de la genética, el panorama es, según el epidemiólogo barcelonés, "desolador", ya que "sólo se confirma el 0,2% de los hallazgos que relacionan un gen con una enfermedad". Ante esta situación, las nuevas directrices se perfilan como un paso obligado. Lógicamente, no se puede forzar a ningún científico a que las cumpla, pero las revistas que las suscriben ('PLoS Medicine, 'European Journal of Clinical Investigation', 'European Journal of Epidemiology, 'Journal of Epidemiology and Community Health, 'Journal of Clinical Epidemiology', 'Preventive Medicine y 'Mutagenesis') se han comprometido a publicar sólo aquellos estudios que se ajusten a ellas.
Por otro lado, la experiencia muestra que las anteriores directrices, referidas a otros aspectos de la investigación, han servido como revulsivo para reducir las malas prácticas. Bajo el nombre de STROBE-ME (acrónimo en inglés de Fortaleciendo la Conmunicación de los Estudios Observacionales en Epidemiología-Epidemiología Molecular), se recoge el conjunto de recomendaciones que ayudarán a los investigadores a contar de forma más completa y precisa los resultados de sus trabajos, de tal manera que la comunidad científica pueda evaluar sus puntos fuertes y débiles e interpretar claramente los resultados. Los promotores de STROBE-ME harán un seguimiento para comprobar el grado de cumplimiento de la iniciativa.
Las nuevas pautas, publicadas simultáneamente en siete revistas científicas, instan a contar con más detalle cómo se llevan a cabo los ensayos sobre los factores de riesgo que ayudan, entre otras cosas, a predecir el riesgo de sufrir una determinada enfermedad, o bien a diagnosticarla. Por ejemplo, la mutación de un gen o la presencia de cantidades elevadas de una proteína en sangre. Se trata de los denominados biomarcadores, cuyo uso se ha extendido rápidamente en los últimos tiempos y que han propiciado grandes avances, pero no han estado exentos de polémica.
"Efectivamente, se han generado falsas expectativas porque tendemos a exagerar las implicaciones de nuestros hallazgos", asevera Porta. La revista 'The Journal of the American Medical Association' ('JAMA') publicó este verano un artículo que constató que buena parte de los estudios con resultados muy positivos han sido posteriormente rebatidos por trabajos más amplios o revisiones sistemáticas. Es lo que sucedió con la vinculación entre la proteína C reactiva en sangre y las enfermedades cardiovasculares, así como con el gen BRCA1 y el riesgo de cáncer de colon.
Los investigadores publican preferentemente los estudios con resultados positivos, guardando en el cajón los que no les han llevado a las conclusiones deseadas. Pero es que los propios directores de revistas científicas desechan los ensayos cuyos descubrimientos no son 'redondos'.
Porta cita como ejemplo de lo que no se debe hacer las investigaciones realizadas hace algunos años que observaron una asociación entre un alto nivel de pesticidas en el cuerpo y un mayor riesgo de cáncer de mama. "Esos resultados iniciales no se confirmaron, pero tampoco es que se hayan descartado", comenta. "Los trabajos que se realizaron posteriormente no se hicieron bien y, finalmente, se abandonó esa línea de investigación", resume.
En el ámbito de la genética, el panorama es, según el epidemiólogo barcelonés, "desolador", ya que "sólo se confirma el 0,2% de los hallazgos que relacionan un gen con una enfermedad". Ante esta situación, las nuevas directrices se perfilan como un paso obligado. Lógicamente, no se puede forzar a ningún científico a que las cumpla, pero las revistas que las suscriben ('PLoS Medicine, 'European Journal of Clinical Investigation', 'European Journal of Epidemiology, 'Journal of Epidemiology and Community Health, 'Journal of Clinical Epidemiology', 'Preventive Medicine y 'Mutagenesis') se han comprometido a publicar sólo aquellos estudios que se ajusten a ellas.
Por otro lado, la experiencia muestra que las anteriores directrices, referidas a otros aspectos de la investigación, han servido como revulsivo para reducir las malas prácticas. Bajo el nombre de STROBE-ME (acrónimo en inglés de Fortaleciendo la Conmunicación de los Estudios Observacionales en Epidemiología-Epidemiología Molecular), se recoge el conjunto de recomendaciones que ayudarán a los investigadores a contar de forma más completa y precisa los resultados de sus trabajos, de tal manera que la comunidad científica pueda evaluar sus puntos fuertes y débiles e interpretar claramente los resultados. Los promotores de STROBE-ME harán un seguimiento para comprobar el grado de cumplimiento de la iniciativa.
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