Domingo 16 de junio de 2013 | Publicado en edición impresa
Ciencia a lo loco
El sueño de la razón...
Si dormir es algo fundamental para nuestra existencia, también lo es soñar. ¿Qué pasa en ese lapso en el que nos vemos envueltos en una aventura que mayormente olvidamos al despertar?
Hace poco mencionamos en esta página que, como en la ciencia ficción, se estaba avanzando en poder leer los sueños de la gente. Como esto causó algunos escalofríos entre los lectores, vale la pena dedicarnos a ese misterio maravilloso que nos acecha noche a noche (aunque a veces no lo recordemos).
Como diría el príncipe de Dinamarca: morir, dormir. tal vez soñar. Pero no, nada de eso: dormir no es morir un poco, sino todo lo contrario. Durante el sueño no se apaga el cerebro, sino que se encienden áreas específicas que nos hacen dormir y hasta soñar. Sabemos poco, muy poco, de lo que realmente sucede en el sueño del hombre que soñaba (que, como todo Borges sabe, en algún momento se despierta). Sabemos, sí, que dormir es vital: un animal privado de sueño se muere más o menos al mismo tiempo que si no come. Y tampoco es nada sano privarlo del momento de los sueños. Sí: hay que dormir -y soñar - para vivir.Veamos: soñamos varias veces por noche, unas cuatro o cinco. Hay una forma de comprobarlo: consíganse un buen dormidor y quédense a su lado por la noche. Cuando comience a mover los ojos (aun cerrados) muy rápidamente, despiértenlo. Está bien, se ligarán una serie de insultos, pero seguramente el ex-dormidor narrará qué estaba soñando, mientras que si lo despiertan en otros momentos es muy probable que solo sean insultados, sin sueños de por medio. No por nada esos movimientos oculares rápidos le dieron nombre a la banda R.E.M. (sí, la que repite ¡32! veces en una canción llamame cuando trates de despertarla). Hay más: cuando soñamos, el cuerpo cambia y se pierden algunas regulaciones fisiológicas finas, puede variar la temperatura corporal (es como si nos volviéramos un poco más primitivos). Esos cuatro o cinco períodos no son iguales; de hecho, hacia el final de la noche los sueños son más largos, y tendemos a despertarnos en la última etapa soñadora. Justamente ese es el sueño que podemos recordar por la mañana mientras tratamos de encontrar el despertador que suena en algún lado de la mesita de luz. Durante los sueños se activan las área del cerebro que corresponden a la percepción sensorial (sobre todo el área visual), aun cuando no haya ningún estímulo ahí afuera. Y eso es muy, muy loco. ¿Será que rememoramos lo ocurrido durante el día? ¿Será que consolidamos memorias, o que practicamos nuestras acciones (de hecho, los bebés se la pasan soñando)? No lo sabemos, pero. sueños son.
Y la noticia es la de estos japoneses espías de sueños ajenos. Lo que hicieron en la Universidad de Kyoto es analizar la actividad del cerebro dormidor. Como vimos, esta actividad puede indicar si el cerebro está despierto, dormido y/o soñando. En cuanto los voluntarios entraban en una etapa que indicaba que estaban soñando (de acuerdo con lo que registraba la actividad eléctrica cerebral), los sádicos científicos los despertaban y les pedían que describieran las características del sueño. Hicieron esto unas 200 veces por cada sueñecillo de Indias (o de Kyoto) y lograron determinar las 20 imágenes más usuales de los sueños (casa, persona, agua, etc.). Entonces, les presentaron a los voluntarios ( ya bien despiertos) fotos de esas imágenes para poder analizar qué se encendía o apagaba en sus cabezas, y lograron trazar un patrón de actividad neural para cada tipo de imagen. Así desarrollaron fórmulas para comparar lo que le pasa al cerebro con las imágenes que podría estar generando, y fueron mejorando esas fórmulas noche a noche con la narración de los voluntarios. Hasta que una noche lograron predecir (con una certeza del 60 por ciento, superior al azar) lo que estaba soñando el japonés basándose en su patrón de actividad cerebral, al menos de manera muy amplia y grosera. En resumen: nos están robando los sueños, tal vez lo más privado que nos quedaba, nuestro tesoro.
Como dijo un gran soñador, que duerme hace rato su sueño stereo: "Y nunca voy a perder mis sueños, que es el único tesoro que tengo". Soñar no cuesta nada.
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