sábado, 2 de noviembre de 2013

La vida en crudo | El País Semanal | EL PAÍS

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La vida en crudo

Las tendencias nutricionales se fijan en los hábitos de nuestros ancestros.

Desde la ‘paleodieta’ hasta correr al aire libre, pasando por los alimentos cultivados en casa.

 


Estudios LaLuna
 
El enésimo regreso a los orígenes lo protagonizan esta temporada las dietas, los tratamientos cosméticos y hasta el deporte. Mientras más puros, esenciales y artesanales sean, más predicamento tendrán entre la tribu exigente de entendidos que ayer veneraban el caviar y la bicicleta elíptica y hoy aúpan el aceite de argán, los alimentos crudos y el correr.

Se proclama a voz en grito la ausencia absoluta (o casi) de químicos (parabenos fuera, por supuesto), se exige conocer todo el proceso de fabricación de un cosmético, incluida la temperatura a la que han sido extraídos sus principios activos, y se siguen las dietas que están en las bases fundacionales de la especie. Así se ha vuelto a la paleodieta, un régimen similar al que se cree que llevaba el hombre de las cavernas. Un Homo sapiens al que se le presupone suficiente energía, fortaleza y vigor para cazar un mamut y arrastrarlo hasta la cueva con gracia y soltura.

Carlos Pérez, terapeuta y autor del libro Paleovida (Ediciones B), explica el concepto: “No pretendemos que cada mañana la gente se levante a cazar. En nuestro caso, la vuelta al pasado se explica por un regreso a nutrientes más antiguos, como el pescado azul, la carne magra, la fruta y la verdura, mientras se dejan de consumir otros más modernos que intervienen en procesos inflamatorios como los cereales y los lácteos”.

Primero fue lo natural, luego lo orgánico y la última vuelta de tuerca es lo raw (crudo, en español). Así ha sido en la cosmética y en la nutrición. Se busca la esencia de la esencia. Léase, la verdura cruda y los ingredientes sin refinar y sin pasteurizar. En el deporte se mira con recelo la cinta del gimnasio y se prefiere la carrera entre los árboles y sobre tierra. Para movernos, lo ideal es un medio de locomoción simple y de energía impoluta: la bicicleta. Por ejemplo, el estilo de vida que defienden los practicantes de la paleodieta pretende, según explica Carlos Pérez, recuperar “los mecanismos naturales de recompensa, es decir, las acciones que hacen que se generen endorfinas de forma natural. Esto es, comer con hambre, beber con sed, tener sexo y moverse para huir de los peligros circundantes”. Según este experto, lo mejor que podemos hacer por nuestra salud es comer como nuestros ancestros del paleolítico.

Todo esto se mezcla con los conceptos slow y kilómetro cero. Es decir, respetar tiempos de cosecha y cocción. No precipitar reducciones ni oxidaciones químicas, olvidar la olla exprés, cocer los platos según manda la tradición y consumir productos que no haya que traer de muy lejos. La regla manda que solo se lleve a la mesa lo que se cultive a menos de 100 kilómetros de casa.

En términos cosméticos, se prefieren los productos 100% naturales, elaborados a una temperatura inferior a 47 grados, según explica Vicky Ewbank en la web de la compañía de cosmética natural Live Nativa. “A partir de 47 grados puede alterarse la estructura molecular de los ingredientes”, asegura.
Con los ingredientes sin refinar, sin pasteurizar y extraídos a bajas temperaturas se garantiza que cada champú, bálsamo labial o crema hidratante contenga la totalidad de sus enzimas, fitonutrientes, antioxidantes y grasas esenciales.

La tribu que invierte en cosmética raw milita en un estilo de vida que promueve el bienestar personal y medioambiental a partes iguales. “Eximiéndose de usar productos refinados y procesados, o de comer alimentos sometidos a algún proceso de cocción, los seguidores de lo raw comienzan su retorno a la elegancia de lo tradicional y fundamental”, explica Ewbank, que sostiene que cualquier producto que quiera subirse a ese tren debe garantizar la limpieza total de ingredientes de origen animal, aditivos y conservantes químicos, parabenos, colorantes, alcohol, estabilizadores artificiales o aceites hidrogenados.

“El peor de nuestros productos puede no tener efecto alguno sobre la piel, pero nunca la dañará”, así lo explica el doctor Alkaitos, fundador de una compañía raw de alta gama a la que ha bautizado con su nombre y que vende cosméticos “cultivados orgánicamente, neutrales y libres de química” envasados en unos botes sin pretensiones porque el cliente que busca estos productos no se deja seducir por el embalaje.

Una versión menos extrema se puede ver en los turistas de la desintoxicación. Esos que hacen dieta detox una semana al mes y luego vuelven a su vida normal. Cortan el alcohol, la cafeína y los alimentos procesados, y consumen frutas, verduras y suplementos vitamínicos de herbolario que prometen limpiar el cuerpo.

En esta búsqueda de lo básico, uno se puede encontrar con media humanidad corriendo por las zonas urbanas de las ciudades. A correr se le llama running en algunos ambientes, y se ha publicado en el último año una extensa literatura que explica que el ser humano nació para correr y está diseñado para ello en un intento de crear todo un cuerpo filosófico que arrope esta nueva obsesión. Lo cierto es que, como dice el entrenador Óscar de las Mozas, se trata de un deporte “barato y fácil de practicar”.

Ahora, además, da prestigio, activa la vida social y genera de forma natural endorfinas; si hacemos caso a los defensores del modo de vida paleo, no es extraño que la venta de complementos para el running haya subido como la espuma. Se calcula que en España el negocio mueve cerca de 300 millones de euros al año (cifras de NPD Group).

Y si alguien busca otra vuelta de tuerca a los métodos naturales para alcanzar la versión más bella de nosotros mismos, tendrá que girar la mirada a todos los estudios que durante años han sostenido que una noche reparadora de sueño es el mejor cosmético. Ahora ya no solo se trata de que deje la piel tersa y luminosa. Se ha comprobado que no dormir es un factor de riesgo para aumentar de peso y se recomienda a los nutricionistas que antes de recetar un régimen para adelgazar se revisen los hábitos de sueño del interesado. La última de las investigaciones realizada en la University College de Berkeley asegura que una sola noche en blanco puede arrastrarnos a comer alimentos hipercalóricos con una especial tendencia a los dulces y a la comida basura. La explicación es que la fatiga que produce la falta de sueño activa en el cerebro la zona de la recompensa que busca una manera de resarcirse por la mala noche, y la encuentra en las comidas prohibidas. Los investigadores concluyen que, por simple que parezca, dormir es una buena manera de combatir la obesidad. “Si estuviéramos despiertos”, asegura Stephanie Greer, autora principal del estudio, “estaríamos asaltando la nevera”.

Cordura, sentido común y mucha naturaleza. Hasta nuevo aviso, por este camino se mueven las tendencias de la nutrición. ¿Será un estilo de vida que perdure? Si lo suyo es la tradición, la simplicidad y la fobia a la química, disfrute del presente. Mañana ya se verá.

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