DÍA MUNDIAL DE LA SALUD 2017
Cuando hablar de la depresión forma parte de su solución
Francisco Romero | 06 - Abril - 2017 15:00 h.
Más de 2 millones de españoles sufren depresión, una enfermedad que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 será la segunda causa de incapacidad. La depresión afecta a personas de todas las edades y condiciones sociales. Aunque se puede prevenir y tratar eficazmente, en España sólo la mitad de los afectados están diagnosticados y bien tratados (en los países con menos recursos la cifra apenas llega a uno de cada diez). Como cada 7 de abril, para celebrar su fundación, la OMS promueve el “Día Mundial de la Salud”, que este año tiene como objetivo concienciar a la sociedad en general, y a las autoridades sanitarias en particular, sobre la trascendencia de la depresión. Además se pretenden impulsar iniciativas para prevenir esta enfermedad y reducir su estigmatización social.
"Hablemos de la depresión” es el lema elegido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Día Mundial de la Salud. Esta enfermedad provoca angustia mental y afecta a la capacidad de las personas para llevar a cabo incluso las tareas cotidianas más simples, lo que tiene en ocasiones efectos nefastos sobre las relaciones con la familia y los amigos. Según la OMS, en 2020 constituirá la segunda causa de incapacidad en el mundo. Actualmente, se ha convertido en una preocupación social y se estima que más de 350 millones de personas la padecen en todo el mundo.
Tal y como recuerda la OMS, esta enfermedad se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en actividades con las que normalmente se disfruta, así como la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas. Las personas con depresión suelen presentar varios síntomas, como pérdida de energía, cambios en el apetito, necesidad de dormir más o menos de lo normal, ansiedad, disminución de la concentración, indecisión, inquietud, sentimiento de inutilidad, culpabilidad o desesperanza, y pensamientos de autolesión o suicidio.
La depresión constituye un reto para la salud pública. Las tasas de prevalencia de depresión en España están en torno al 5 por ciento, pero se encuentran tasas superiores cuando los criterios de inclusión incorporan los casos subclínicos (ESEMeD- España 2000). Sin embargo, la prevalencia a lo largo de la vida se estima en torno al 17 por ciento de la población general. Según el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), el Dr. Julio Bobes: “El estilo de vida actual no ha incrementado el número de casos de depresión, aunque sí han aparecido más cuadros depresivos-ansiosos leves o moderados, especialmente en los peores años de la reciente crisis socioeconómica”.
El presidente de la SEP apunta que en la actualidad el tratamiento ha mejorado sustancialmente, aunque todavía es necesario optimizar los sistemas de monitorización. Y es que, según el Dr. Bobes, “sigue existiendo una alta tasa de infradiagnósticos y, por lo tanto, también de infratratamientos de esta enfermedad crónica”. Por ello, este experto señala la necesidad de “reducir la estigmatización social asociada a la enfermedad, que en algunas poblaciones persiste y sigue muy arraigada”.
Y para tratar de superar este problema, en opinión del presidente de la SEP, “las nuevas tecnologías pueden ser de gran ayuda” y, de hecho, “parte de nuestro abordaje futuro de la depresión tendrá que apoyarse en las nuevas tecnologías como las aplicaciones móviles (App)”, pudiendo ser “especialmente útiles para mejorar la adherencia al tratamiento de estos pacientes”, otro de los talones de Aquiles que se advierten actualmente en el manejo terapéutico de la depresión (la escasa adherencia a los tratamientos prescritos).
Sin embargo, esta nueva sociedad interconectada y copada por sistemas tecnológicos que facilitan la comunicación puede tener, en ocasiones, resultados contrarios a los esperados. Según el catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), director del Centro Colaborador de la UAM para la OMS y subdirector del CIBER de Salud Mental (CIBERAS), José Luis Ayuso, “las nuevas tecnologías influyen en la aparición de la depresión, una enfermedad causada por factores sociales, psicológicos y biológicos”. Para este psiquiatra, “las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información han cambiado los hábitos de ocio y han incrementado los contactos, pero los efectos no siempre son positivos para la Salud Mental”.
El éxito de la prevención
La OMS considera que la depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, traumatismos psicológicos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente, la propia depresión. También se han descrito estrechas relaciones entre la depresión y la salud física; así, por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares pueden producir depresión, y viceversa.
Para evitar su aparición, el Dr. Vicente Gasull, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental/Depresión de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) considera que “es necesario prevenir situaciones de estrés y educar a los pacientes para que afronten los problemas cotidianos y dispongan siempre de apoyo social.”
Está demostrado que los programas de prevención reducen la depresión. Entre las estrategias comunitarias eficaces para prevenirla se encuentran los programas escolares, para promover un modelo de pensamiento positivo entre los niños y adolescentes. Por su parte, las intervenciones dirigidas a los padres de niños con problemas de conducta pueden reducir los síntomas depresivos de los padres y mejorar los resultados de sus hijos. Además, los programas de ejercicio para las personas mayores también pueden ser eficaces para prevenir la depresión.
Con todo, si las medidas preventivas no son suficientes y termina desarrollándose la enfermedad, “resulta fundamental extremar las medidas diagnósticas y la coordinación asistencial, todo ello para conseguir una detección lo más precoz posible de esta enfermedad”, apunta el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.
Algunos estudios indican que el número de pacientes con depresión diagnosticados por el médico de Atención Primaria se sitúa entre el 42 por ciento y el 72 por ciento del total de pacientes deprimidos. Para el Coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental/Depresión de SEMERGEN, “el médico de Familia se encuentra en una posición privilegiada para realizar un diagnóstico y tratamiento de la depresión, al detectar pequeños cambios en el comportamiento, el carácter y los hábitos del paciente”. Con todo, el éxito de esta estrategia pasa, necesariamente, por “mejorar y agilizar la comunicación entre todos los niveles asistenciales”, subraya el Dr. Gasull.
Los profesionales sanitarios pueden ofrecer tratamientos psicológicos (como la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal) o medicamentos antidepresivos. Los tratamientos psicosociales suelen ser eficaces en los casos de depresión leve; por su parte, los antidepresivos pueden ser útiles en la depresión moderada a grave, pero no son el tratamiento de elección en los casos leves, y no se deben utilizar para tratar la depresión en niños ni como tratamiento de primera línea en adolescentes, en los que hay que utilizarlos con cautela.
En cualquier caso, para el Dr. Vicente Gasull, “la familia debe participar del plan de tratamiento y responsabilizarse, debe ser positiva, apoyar al paciente, crear un clima de confianza y seguridad en su recuperación, así como estimular a que realice pequeñas actividades y acompañarle en ellas”. Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90 por ciento en muchos países) no los recibe. Entre los obstáculos a una atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario capacitado, además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Según el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, Julio Bobes, “la falta de tiempo” en los médicos de Atención Primaria es una de las principales causas para no llevar a cabo el diagnóstico adecuado.
Recursos del sistema de salud
Los sistemas de salud todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga que supone la depresión y, en general, los trastornos mentales; en consecuencia, la divergencia entre la necesidad de tratamiento y su prestación es grande en todo el mundo. En los países de ingresos bajos y medios, entre un 76 por ciento y un 85 por ciento de las personas con trastornos mentales graves no recibe tratamiento; la cifra es alta también en los países de ingresos elevados: entre un 35 por ciento y un 50 por ciento. Para el catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), José Luis Ayuso, “la depresión afecta tanto a personas que viven en países desarrollados como en países con bajos ingresos”, y “es un problema de salud pública” que no recibe la atención sanitaria adecuada.
El problema se complica aún más por la escasa calidad de la atención que reciben los casos tratados. Además de la ayuda que prestan los servicios de salud, las personas que presentan enfermedades mentales necesitan apoyo y atención social. “A menudo necesitan que se les ayude a participar en programas educativos que satisfagan sus necesidades, así como a encontrar un empleo y una vivienda que les permitan vivir y mantenerse activos en su entorno social”, exige José Luis Ayuso.
El Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2020 de la OMS, aprobado por la Asamblea Mundial de la Salud en 2013, reconoce que la Salud Mental es un elemento esencial para el bienestar de todas las personas. Este Plan tiene el objetivo de reforzar un liderazgo y gobernanza eficaces en el ámbito de la Salud Mental, proporcionar en el ámbito comunitario servicios de asistencia social y de Salud Mental completo, integrado y con capacidad de respuesta, y poner en práctica estrategias de promoción y prevención en el campo de la Salud Mental. El Plan también pretende fortalecer los sistemas de información, los datos científicos y las investigaciones sobre la Salud Mental.
Objetivo de la campaña: pedir y obtener ayuda
El Día Mundial de la Salud tiene como objetivo concienciar, identificar y prevenir a las personas acerca de algún trastorno. Cada 7 de abril se conmemora la fundación de la OMS, en 1948, y se elige una temática sobre salud para tratar. Este año se centra en la depresión.
El objetivo de la campaña de este año es que la sociedad en general esté mejor informada sobre la depresión, sus causas y sus posibles consecuencias, incluido el suicidio, y sobre la ayuda de la que se dispone para la prevención y el tratamiento de la enfermedad. Asimismo, se pretende que las personas con depresión sin tratar pidan y obtengan ayuda, y que los familiares, los amigos y los colegas de las personas con depresión puedan apoyarlas.
El eje de la campaña es la importancia de hablar de la depresión como componente vital de la curación. La estigmatización de las enfermedades mentales, incluida la depresión, sigue siendo un obstáculo para que las personas de todo el mundo pidan ayuda, reconoce este organismo. Por ello, insisten en que hablar de la depresión, bien con un familiar, amigo o profesional médico, bien en contextos más amplios (como la escuela, el lugar de trabajo y los entornos sociales) o en el ámbito público (medios de comunicación, blogs o redes sociales), ayuda a eliminar esta estigmatización, lo que, en definitiva, conllevará un aumento de las personas que piden ayuda.
Esta campaña va dirigida a todas las personas, independientemente de su edad, sexo o condición social, aunque la Organización Mundial de la Salud quiere prestar más atención a tres grupos afectados de manera desproporcionada: los jóvenes de 15 a 24 años, las mujeres en edad de procrear (especialmente tras el nacimiento de un hijo) y las personas de edad avanzada (más de 60).
La amenaza del suicidio
Cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, la depresión puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos, y situaciones muy límites, puede llevar al suicidio. Para el catedrático Luis Ayuso, “la vinculación entre depresión y suicidio es especialmente relevante y evidente entre los varones mayores de 65 años y, aunque en menor medida, entre los jóvenes”. Asegura que la relación entre depresión y suicidio consumado es “muy estrecha”, y que “la mejor forma de reducir los casos de suicidio es mejorar los tratamientos de la depresión”
Cada año se suicidan más de 800.000 personas, siendo la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. España presenta una de las tasas más bajas de suicidio en Europa, pero los datos en nuestro país siguen siendo preocupante: actualmente se estima que, en España, hay una media de 10 suicidios diarios.
Depresión en el anciano: la realidad oculta
En la campaña de la OMS se presta una especial atención a la depresión en el anciano. Y es que, según reconoce este organismo, es una enfermedad especialmente frecuente entre las personas de edad avanzada; sin embargo, generalmente se pasa por alto, y las personas afectadas no suelen recibir tratamiento.
La depresión entre las personas de edad avanzada va asociada normalmente a afecciones físicas, como cardiopatías, hipertensión, diabetes o dolor crónico; a acontecimientos vitales difíciles, como la pérdida de la pareja; y a una disminución de la capacidad para hacer cosas que antes se podían hacer. Las personas de edad avanzada corren un mayor riesgo de suicidio.
Según destaca la OMS, la depresión se puede tratar con terapia de conversación, con medicación antidepresiva o con una combinación de ambos métodos. Y, además, señala siete consejos muy básicos para aquellas personas de edad avanzada que necesitan saber qué hacer si están desanimadas o creen que pueden estar deprimidas:
• Hable de sus sentimientos con alguien de su confianza.
• Si cree que está deprimido, pida ayuda profesional. Hablar con un profesional sanitario local o con su médico de cabecera es un buen punto de partida.
• Siga haciendo las actividades que siempre le han gustado, o busque alternativas si ya no le es posible realizarlas.
• No se aísle. Mantenga el contacto con familiares y amigos.
• Coma a intervalos regulares y duerma suficientes horas.
• Si puede, haga ejercicio regularmente, aunque se trate de un pequeño paseo.
• Evite o limite la ingesta de alcohol y tome solo los medicamentos que le prescriba su médico.
La depresión, en cifras en España
En España, según datos aportados por la Asociación Española de Psiquiatría (SEP), el riesgo de que la población general desarrolle, al menos, un episodio de depresión grave a lo largo de la vida es casi el doble en mujeres (16,5 por ciento) que en hombres (8,9 por ciento) (GPC, 2014), mientras que el porcentaje de personas que padece anualmente la enfermedad es del 4 por ciento (Gabilondo, 2010). Diferentes trabajos publicados cifran en un 50 por ciento los trastornos depresivos que no reciben tratamiento o no el adecuado (psicofármacos o psicoterapia o combinación). En estudios españoles como el estudio SCREEN los trastornos depresivos se encontrarían en cerca del 20 por ciento de los pacientes atendidos en Atención Primaria. Hasta el 43 por ciento de los pacientes abandona el tratamiento y otro porcentaje importante no lo cumple como le ha sido prescrito. Los datos señalan que cada episodio depresivo incrementa la probabilidad de una recaída posterior. Aproximadamente, un 60 por ciento de los pacientes que ha sufrido un episodio depresivo presenta al menos una recurrencia a lo largo de su vida (Yiend, 2009). La estimación de la prevalencia para España es del 4,33 por ciento (Ferrari, 2013).
Se estima que la depresión representa el 3,8 por ciento del total de años de vida ajustados por discapacidad para la población europea. El aumento de esta incidencia en nuestro país, y en Europa en general, se debe fundamentalmente a varios factores: el incremento de la edad media en la población, el nivel de estrés que invade a nuestras sociedades y al aumento de consumo de sustancias tóxicas y fármacos.
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