miércoles, 5 de agosto de 2020

Confiados y desconectados - Puntos de vista - IntraMed

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Escepticemia por Gonzalo Casino | 02 AGO 20

Confiados y desconectados

Sobre la confianza en los científicos médicos y la desconexión de la generación Z
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Autor/a: Gonzalo Casino Fuente: IntraMed / Fundación Esteve 
La información incesante sobre la covid-19 está significando para muchos un curso de formación continua sobre investigación médica. Hasta los seguidores menos atentos se han ido dado cuenta de lo titubeante y contradictorio que puede llegar a ser el avance del conocimiento científico. Para algunos, como decíamos en una entrega anterior, esto puede haber provocado una cierta pérdida de confianza o de la inocencia, al constatar que la presunta todopoderosa Medicina no existe. Bienvenido sea este este primer paso si luego va seguido de otro, más capacitante, que consiste en entender que es así como avanza la ciencia. Pues bien, incluso el 78% de los estadounidenses reconoce ya que tiene sentido que los estudios ofrezcan resultados contradictorios porque esto es parte del proceso investigador, frente al 21% que dice que no se puede confiar en ellos precisamente por estas contradicciones, según una encuesta del Pew Research Center (PRC).

Cuatro de cada cinco ciudadanos aprobarían, por tanto, esta lección fundamental del mayor curso sobre divulgación científica de la historia (el porcentaje de aprobados sube al 87% entre los graduados universitarios). Y hay otro dato que avala el interés y aprovechamiento del curso: siete de cada 10 encuestados dicen que, a pesar de las contradicciones de los estudios, las estrategias para frenar el coronavirus están claras. El progreso es evidente si comparamos estos datos con los de otra encuesta de 2016, en la que, ante las mismas preguntas, referidas entonces a los estudios sobre los efectos de los alimentos en la salud, el 61% decía que las contradicciones eran una señal de que la ciencia estaba mejorando constantemente, frente al 37% que sostenían que eran la constatación de que no eran fiables.

Conocer los defectos, ineficacias y carencias de la investigación es una lección
A pesar de lo mucho que queda por saber y hacer para controlar la pandemia, no es de extrañar que la confianza del público en los científicos médicos sea superior a la que tienen en otros científicos y que haya crecido desde que empezó esta crisis. Un 89% de los estadounidenses tiene una confianza alta o muy alta en que los científicos médicos actúan guiados por el interés público y el 92% considera que los estándares éticos de los médicos son altos o muy altos, según otra reciente encuesta del PRC. Estos datos son concordantes con los que muestran en España las sucesivas encuestas de percepción social de la ciencia de la FECYT, que siempre han colocado a los médicos en la cumbre de respetabilidad y confianza de todas las profesiones. Conocer los defectos, ineficacias y carencias de la investigación es una lección del curso de un nivel superior. Pero, paso a paso, y tiempo al tiempo.

Entre los muchos datos interesantes que ofrece este laboratorio de ideas sobre tendencias sociales y periodismo que es el PRC, hay uno poco halagüeño sobre la llamada generación Z, la de los nacidos en torno al cambio de milenio. Esta generación de nativos digitales, conectada como ninguna otra, es también la que tiene una mayor tasa de desconexión. Definida como el porcentaje de jóvenes entre 16 y 24 años que ni estudian ni trabajan, esta tasa se ha disparado durante la pandemia y se está llevando por delante el progreso de una década en la que se había reducido al 11,4% en 2017. En junio de 2020, el 28% de los jóvenes estadounidenses no estaba ni en la escuela ni trabajando. En España, el número de “ninis”, como se llamó a estos jóvenes, había bajado en 2019 por primera vez del millón, pero seguramente habrá vuelto a subir de forma significativa. Si el término “ninis” ya era estigmatizador, a la luz fría e inclemente de este tiempo de pandemia, resulta más que frívolo para nombrar a estos jóvenes desconectados.


El autor: Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

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