Psicología
Genialidad y locura
¿Cuál es el límite entre el arte y la psicosis? Especialistas opinan sobre las conexiones entre la creación y los desórdenes que sufren esas mentes brillantes
No hay nadie que jamás haya escrito o pintado, esculpido y modelado, construido o inventado, a no ser para salir del infierno", reflexionaba un atormentado Artaud en Van Gogh, el suicidado por la sociedad.
Desde aquella perspectiva no resulta extraño que el ingenio y la sensibilidad del artista, unidos a su condición contestataria, se relacionen con la locura dentro de lo inconsciente colectivo. Viéndolo así, existe un lábil límite que vuelve todo más difuso, aquél que divide una aparente realidad de los mundos ficcionales y los confunde en la mente del creador.
Ampliamente visitado, el matrimonio arte-psicosis no deja de sorprender. De hecho, el reciente 15º Congreso Mundial de Psiquiatría, que este año se realizó en Buenos Aires, brindó amplios espacios para el debate y las novedades sobre este tema.
Andrés Heerlein, psiquiatra chileno, encargado de disertar sobre la vida de Robert Schumann y sus afecciones mentales, opina que "nuestra cultura actual es mucho más anónima e inespecífica que la que existía 100 o 200 años atrás. Las condiciones de masificación no favorecen la proliferación de este tipo de genios creativos."
En los últimos meses se han publicado diversos papers basados en autopsias realizadas a personalidades brillantes como la de Albert Einstein, que explican que la genialidad se puede manifestar a través de la dispersión. Esta puede provocar conexiones entre ideas y pensamientos que jamás podrían haberse producido si esa mente no sufriera déficit de atención. Heerlein explica que esto se debe a una mayor cantidad de glías (células del sistema nervioso que intervienen activamente en el procesamiento cerebral de la información en el organismo) en comparación con las que presenta una mente normal.
Infinitas investigaciones como ésta (conocidas en el ambiente científico como patografías) evidencian muestras psicóticas en las personalidades de Samuel Beckett y James Joyce que escribieron sus más grandiosas obras gobernados por voces internas que los alejaban de un epicentro basado en la normalidad efectiva y los sumergían en indefinidos y turbulentos universos creativos.
La inspiración artística, asociada a los misterios de la mente, permite entrever secretos, enigmas y traumas escondidos tanto en la obra como en la irracionalidad y el comportamiento errático de quien la crea. Para el psicólogo Mario Pujó, la locura y la imaginación se ven fuertemente vinculadas, ya que suponen una transgresión de los cánones aceptados como establecidos. Y agrega: "Existe una relación frecuente entre escritura y psicosis, en el sentido de diarios, notas y narraciones más o menos delirantes con las que el psicótico intenta dar testimonio de aquello inexpresable que lo aqueja."
Bajo estos términos, el caso más intenso y evidente de trastorno esquizofrénico puede hallarse en el prolífico escritor de ciencia ficción Philip K. Dick que desde los 13 años sufrió manías persecutorias, alucinaciones y delirios mesiánicos. Durante una entrevista que mantuvo en 1982 con el novelista Charles Platt, el autor admitió haber pasado 2 años debatiendo su existencia entre dos personalidades: la suya y la de Tomás, un cristiano perseguido por los romanos en el siglo I d.C, que finalmente era capturado y estrangulado en el sótano del Coliseo. También explicó que en los momentos de mayor intensidad llegó a experimentar glosolalia (don de lenguas), augurando premoniciones apocalípticas en latín y griego. Lo llamativo es que Dick jamás había estudiado estos idiomas. El cúmulo de visiones inspiró la producción de novelas como Radio libre Albemuth y la semiautobiográfica Sivainvi, repleta de detalladas descripciones sobre las paranoias que padecen cada uno sus protagonistas.
En Idios Kosmos: claves para Philip K. Dick, Pablo Capanna observa que las experiencias místicas que sufrió el escritor se asemejan estrechamente a la descripción que hacen los psiquiatras de ciertos estados psicóticos, además de explicar cómo afectaron su existencia: "Tuvo una vida agitada y no llegó a conocer la vejez, sólo fue consecuente con sus propias obsesiones, y abusó de sus fuerzas, quemando prematuramente su vida."
Para muchos, sus visiones y su deterioro estuvieron más vinculados a la relación que mantenía con las drogas (durante más de 20 años ingirió enormes cantidades de psicofármacos) que a los traumas que lo aquejaron desde su nacimiento, como la muerte de Jane, su hermana gemela.
Desde sus primeros estudios, Jacques Lacan se ha interesado por el borde en que el síntoma se revierte en los diferentes efectos que implica el hecho de la creación artística. Claudio Godoy, psicoanalista y coautor de Las Psicosis, explica este accionar: "El arte puede ser uno de los modos posibles en que un sujeto trate su sufrimiento patológico. El acto creativo constituye una respuesta al malestar subjetivo". En contraposición a esta postura, el psiquiatra Adrián Sapetti sostiene que el quitapenas que Freud propone como una sublimación volcada en el arte, no funciona en todos los casos y lo que termina provocando es mayor sufrimiento.
Pinturas esquizoides
No sólo la historia de la literatura estuvo plagada de psicóticos. Numerosos son los casos de artistas plásticos que padeciendo enfermedades mentales produjeron obras de altísima originalidad técnica y estética. Alöise Corbaz y Adolf Wölfli -exponentes del Art Brut- transitaron infancias turbulentas y desde una temprana edad hasta el fin de sus vidas permanecieron encerrados en hospitales psiquiátricos por ser considerados peligrosos para la sociedad. Aunque pueda parecer extraño, allí desarrollaron sorprendentes habilidades en pintura y dibujo, creando así una obra vasta e insistente. Godoy explica que, a diferencia de una posición meramente pasiva frente al síntoma, para un psicótico la creación representa un acto. "Es una solución que, si bien no elimina radicalmente el problema, lo transforma de un modo singular", observa el psicoanalista. Para Andrés Muglia, profesor y licenciado en Artes por la Universidad de La Plata, alguien que no ha demostrado interés previo por el acto creativo (esto es así en casi todos los casos de artistas psiquiátricos), el apego y la pasión pulsional con la que abrazan esta labor, es hecho suficiente como para entender su importancia sobre el paciente que se vuelve autor.
Un rasgo estilístico que se observa en los cuadros de ambos pintores suizos es el proceso conocido como hórror vacui, un intento desesperado por cubrir los espacios en blanco que pudieran existir en la superficie sobre la que se trabaja. Esta característica, implementada de manera caótica y frenética por Wölfli y Corbaz, se puede interpretar como una cualidad que les permitía alejarse de la abrumadora depresión y apaciguar sus fuertes temperamentos. "Los cuadros de Wölfli presentan un carácter sinestésico. Allí combina dibujo, poesía y música, como si no hubiese (o él no viera) diferencia entre una y otra. Algunos ven en eso señales de su desorden psíquico e incluso neurológico, ya que se mezclan todos los sentidos", analiza Muglia.
Sin ir más lejos, Heerlein explica que el propio test de Rorschach fue creado para distinguir diferentes formas de percepción, pensamiento y razonamiento más convergentes o más divergentes. He aquí un claro ejemplo de cómo la creatividad (en este caso pictórica y visual) puede servir para detectar síntomas y trastornos.
Vastas son las fuentes que dejaron artistas tan disímiles como Van Gogh, Pizarnik, Lovecraft o Kafka que hoy permiten realizar diagnósticos post mórtem a quienes investigan sus obras. A través de cartas, memorias, testamentos, anotaciones y diarios personales se pueden percibir los cambios en sus estados de ánimo, sus incongruencias y sus alejamientos de la aparente realidad. Por otro lado, son sus herencias las que reflejan colosales crisis de personalidad, que una vez volcadas en el libro, un cuadro o un poema pueden ser interpretadas como metáforas de patologías mentales. Así sea para rechazar lo establecido o para dar lógica y sentido propios a sus psicosis, las alegorías artísticas prevalecen como semblanzas de vidas tortuosas y agitadas. Todos han creado para salir del infierno.
ESTUDIOS REVELADORES
En el libro Marcados con fuego (1993), la psicóloga estadounidense Kay Jamison arroja valiosas conclusiones fundadas en exhaustivos exámenes realizados a un sinfín de artistas.Uno de los estudios mencionados se hizo sobre 47 escritores y artistas plásticos ingleses. El resultado indicó que el
38 % había recibido tratamiento por algún trastorno psíquico, mientras que el 75 % había necesitado medicación, hospitalización o ambas cosas. También se menciona un trabajo en el que fueron examinados 20 novelistas, poetas, pintores y escultores europeos galardonados con importantes premios. El resultado: dos tercios de ellos presentaron tendencias ciclotímicas o hipomaníacas recurrentes, mientras que la mitad había sufrido alguna depresión grave.
Otro de los temas que Jamison aborda es la influencia que los psicofármacos tienen sobre la creatividad, específicamente el litio, administrado en dosis muy controladas. Dos estudios realizados a 45 artistas plásticos y escritores concluyen que el 57 % notó un incremento en su productividad, el 20 % la mantuvo y el 23 % la redujo..
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