POLÉMICA | Riesgo cardiovascular
Promover una vida sana sólo entre los que lo necesiten
- Expertos subrayan que no hay pruebas de que funcione con todo el mundo
- Según un informe, sólo los pacientes con factores de riesgo deben recibir ayuda
Las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de muerte en el mundo. Afortunadamente, los factores que las provocan son en su mayoría evitables y, por eso, las autoridades sanitarias llevan años insistiendo en que es necesario adoptar hábitos de vida saludables para prevenirlos. Ahora, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EEUU, un organismo que emite recomendaciones relacionadas con la salud y la sanidad, ha señalado que los beneficios de generalizar estas intervenciones son tan pequeños que los médicos deben limitarse a ofrecer consejos a aquellos pacientes con algún factor de riesgo.
Este comité asegura que "ha encontrado pruebas suficientes para concluir con una certeza moderada que el asesoramiento de intensidad media-alta tiene un efecto pequeño sobre los hábitos saludables y los resultados en adultos sin enfermedad cardiovascular, hipertensión, hiperlipemia o diabetes".
Por eso, desaconsejan a los médicos establecer esta intervención como algo habitual en las consultas de Atención Primaria en contra, por ejemplo, de las recomendaciones de la Asociación Médica Americana, que anima a los profesionales a establecer con sus pacientes metas específicas, planes de seguimiento y otras estrategias para promocionar el ejercicio y la alimentación sana.
Sus conclusiones se basan en la revisión de decenas de estudios centrados en los efectos a corto y largo plazo de estas intervenciones, cuyos resultados no arrojaron, según este comité, cambios significativos en los participantes ni reducción del riesgo cardiovascular ni otros efectos que justifiquen su aplicación generalizada.
Sin embargo, si debería extenderse la determinación del índice de masa corporal (IMC) entre todos los adultos para diagnosticar a aquéllos que padecen obesidad, un problema que afecta ya a más del 30% de los hombres y mujeres en EEUU. Y, en el caso de que el paciente tenga un IMC igual o superior a 30, el médico "deberá ofrecerle intervenciones conductuales".
En este caso, su decisión tampoco goza del beneplácito de todos. José M. Ordovás, director del laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la Universidad de Tufts (EEUU), ha expresado a este medio su "preocupación ante la miopía" de estas conclusiones.
"Debe haber una 'educación continuada' de la población con respecto a hábitos saludables. Pero de toda la población y no sólo de aquéllos a riesgo, porque si no todos nos convertiremos en personas de riesgo", asegura Ordovás. "Además, un comportamiento saludable va más allá de lo cardiovascular y afecta prácticamente a todas las condiciones cronicodegenerativas. Si nos ocupamos sólo de aquéllos con alto riesgo de cardiovascular, podemos negar los beneficios a sujetos con futuros problemas neurológicos, óseos, etc.".
Este comité asegura que "ha encontrado pruebas suficientes para concluir con una certeza moderada que el asesoramiento de intensidad media-alta tiene un efecto pequeño sobre los hábitos saludables y los resultados en adultos sin enfermedad cardiovascular, hipertensión, hiperlipemia o diabetes".
Por eso, desaconsejan a los médicos establecer esta intervención como algo habitual en las consultas de Atención Primaria en contra, por ejemplo, de las recomendaciones de la Asociación Médica Americana, que anima a los profesionales a establecer con sus pacientes metas específicas, planes de seguimiento y otras estrategias para promocionar el ejercicio y la alimentación sana.
Sus conclusiones se basan en la revisión de decenas de estudios centrados en los efectos a corto y largo plazo de estas intervenciones, cuyos resultados no arrojaron, según este comité, cambios significativos en los participantes ni reducción del riesgo cardiovascular ni otros efectos que justifiquen su aplicación generalizada.
Sin embargo, si debería extenderse la determinación del índice de masa corporal (IMC) entre todos los adultos para diagnosticar a aquéllos que padecen obesidad, un problema que afecta ya a más del 30% de los hombres y mujeres en EEUU. Y, en el caso de que el paciente tenga un IMC igual o superior a 30, el médico "deberá ofrecerle intervenciones conductuales".
Es necesario educar a la población
Aunque las decisiones de este Grupo no son vinculantes para ningún organismo, la FDA (agencia que regula los fármacos en EEUU) suele, por ejemplo, hacer caso de sus recomendaciones. Entre las últimas están los cambios en las pruebas de 'screening' del cáncer de mama y de próstata, que han levantado algunas críticas desde la Asociación Médica Americana.En este caso, su decisión tampoco goza del beneplácito de todos. José M. Ordovás, director del laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la Universidad de Tufts (EEUU), ha expresado a este medio su "preocupación ante la miopía" de estas conclusiones.
"Debe haber una 'educación continuada' de la población con respecto a hábitos saludables. Pero de toda la población y no sólo de aquéllos a riesgo, porque si no todos nos convertiremos en personas de riesgo", asegura Ordovás. "Además, un comportamiento saludable va más allá de lo cardiovascular y afecta prácticamente a todas las condiciones cronicodegenerativas. Si nos ocupamos sólo de aquéllos con alto riesgo de cardiovascular, podemos negar los beneficios a sujetos con futuros problemas neurológicos, óseos, etc.".
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