Son similares las dietas bajas en grasas y en carbohidratos a la hora de perder peso
Los niveles de insulina y el microbioma pueden inclinar la balanza cuando se trata de la pérdida de peso
El Médico Interactivo | 28 - febrero - 2018 2:12 pm
Nueva evidencia de un estudio en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en California, Estados Unidos, podría desanimar a aquellos que han elegido el lado del debate de la dieta baja en grasa frente a la alimentación baja en carbohidratos. Ninguna de las opciones es superior: reducir carbohidratos o grasas rebaja el exceso de peso en aproximadamente la misma proporción, según este estudio. Además, los niveles de insulina o un patrón de genotipo específico no predecían el éxito de un individuo en cualquiera de las dietas, hallaron los autores.
“Todos hemos escuchado historias de un amigo que siguió una dieta, funcionó muy bien, y luego otro amigo probó la misma dieta, y no le funcionó en absoluto –apunta el autor principal del trabajo, Christopher Gardner, profesor de Medicina en Stanford–. Es porque todos somos muy diferentes y estamos empezando a comprender las razones de esta diversidad. Tal vez no deberíamos preguntarnos cuál es la mejor dieta, sino ¿cuál es la mejor dieta para quién?”.
Investigaciones anteriores han demostrado que una serie de factores, incluida la genética, los niveles de insulina y el microbioma, pueden inclinar la balanza cuando se trata de la pérdida de peso. El nuevo estudio, que se publica en ‘JAMA’, se centra en la genética y la insulina, buscando descubrir si estos matices de la biología alentarían al cuerpo de una persona a obtener más beneficios de una dieta baja en carbohidratos o de una dieta baja en grasas.
Los autores principales del estudio son Gardner; Abby King, profesora de investigación y política de salud y de medicina; Manisha Desai, profesor de medicina y de ciencia de datos biomédicos; y John Ioannidis, profesor de medicina. En su búsqueda para descubrir si los factores biológicos individuales dictan la pérdida de peso, Gardner reclutó a 609 participantes entre las edades de 18 y 50 años; aproximadamente la mitad eran hombres y la mitad, mujeres.
Todos los participantes fueron aleatorizados en uno de dos grupos dietéticos: bajo en carbohidratos o bajo en grasa. Cada grupo recibió instrucciones de mantener su dieta durante un año. Para el final de ese año, cerca del 20 por ciento de los participantes habían abandonado el estudio debido a circunstancias externas, destaca Gardner.
Los individuos participaron en dos actividades previas al estudio, cuyos resultados fueron luego probados como predictores de la pérdida de peso. Se secuenció una parte de su genoma, permitiendo a los científicos buscar patrones genéticos específicos asociados con la producción de proteínas que modifican el metabolismo de los carbohidratos o las grasas. Entonces, los participantes se sometieron a una prueba de insulina de referencia, en la que bebieron una solución de glucosa (como el jarabe de maíz) con el estómago vacío, y los investigadores midieron la producción de insulina de sus cuerpos.
En las primeras ocho semanas del estudio, se les dijo a los participantes que limitaran su ingesta diaria de carbohidratos o grasas a solo 20 gramos, que es aproximadamente lo que se puede encontrar en 1,5 rebanadas de pan integral o en un generoso puñado de nueces, respectivamente. Después del segundo mes, el equipo de Gardner instruyó a los grupos a hacer pequeños ajustes incrementales según fuera necesario, agregando 5-15 gramos de grasa o carbohidratos gradualmente, con el objetivo de alcanzar un equilibrio que creían poder mantener durante el resto de sus vidas.
El genotipo y los niveles de insulina, sin relación con el éxito de la dieta
Al final de los 12 meses, aquellos con una dieta baja en grasa informaron de una ingesta promedio de grasa diaria de 57 gramos; quienes seguían una alimentación con bajo contenido de carbohidratos ingirieron aproximadamente 132 gramos de carbohidratos por día. Esas estadísticas complacieron a Gardner, dado que el consumo promedio de grasa para los participantes antes del inicio del estudio fue de alrededor de 87 gramos por día, y la ingesta promedio de carbohidratos fue de aproximadamente 247 gramos.
Lo que es clave, según Gardner, fue enfatizar que eran dietas saludables bajas en grasa y bajas en carbohidratos: una gaseosa podría ser baja en grasa, pero ciertamente no es saludable. La manteca de cerdo puede ser baja en carbohidratos, pero un aguacate sería más saludable.
“Nos aseguramos de decirle a todos, independientemente de la dieta en la que estaban, que fueran al mercado de agricultores, y no compraran comida procesada. Además, les aconsejamos que hicieran dieta de manera que no se sintieran hambrientos o carentes: de lo contrario, es difícil mantener la dieta a largo plazo –apunta Gardner–. Queríamos que eligieran un plan de dieta baja en grasa o bajo en carbohidratos que pudieran seguir para siempre, en lugar de una dieta que dejarían cuando terminara el estudio”.
Durante el periodo de 12 meses, los investigadores rastrearon el progreso de los participantes, registrando información sobre el peso, la composición corporal, los niveles iniciales de insulina y cuántos gramos de grasa o carbohidratos consumían a diario. Al final del análisis, los individuos en los dos grupos habían perdido, en promedio, 13 libras (casi 6 kilogramos). Sin embargo, todavía había una gran variabilidad de pérdida de peso entre ellos; algunos bajaron hasta 60 libras (27,22 kilogramos), mientras que otros ganaron cerca de 15 o 20 (6,8 o 9,07 kilogramos).
Pero, contrariamente a la hipótesis de estudio, Gardner no encontró asociaciones entre el patrón de genotipo o los niveles iniciales de insulina y una propensión a tener éxito en cualquiera de las dietas. “Este estudio cierra la puerta a algunas preguntas, pero abre la puerta a otras”, dice Gardner, cuyo equipo continúa profundizando en sus bancos de datos y ahora se pregunta si el microbioma, la epigenética o un patrón de expresión génica diferente pueden dar una idea de por qué hay una variabilidad tan drástica entre las personas que hacen dieta.
Tal vez la conclusión más importante de este estudio, según Gardner, es que la estrategia fundamental para perder peso con un enfoque bajo en grasa o bajo en carbohidratos es similar. “En ambos lados, escuchamos de las personas que habían perdido más peso que les habíamos ayudado a cambiar su relación con la comida, y que ahora estaban más atentos acerca de cómo comían”, apunta Gardner.
A partir de ahora, él y su equipo continuarán analizando la gran cantidad de datos recopilados durante el estudio de un año, y esperan asociarse con científicos de todo Stanford para descubrir las claves del peso individual.
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