jueves, 25 de marzo de 2010
El pediatra de AP tiene un importante papel en la detección y diagnóstico precoz de la celiaquía (2)
EL MÉDICO INTERACTIVO
ESPAÑA
El pediatra de AP tiene un importante papel en la detección y diagnóstico precoz de la celiaquía
Redacción
Actualmente, la enfermedad celíaca es la patología crónica intestinal más frecuente en España y afecta a 1 de cada 100 personas
Madrid (25-3-10).- Actualmente, la enfermedad celíaca (EC) es la patología crónica intestinal más frecuente en España. De hecho, afecta a 1 de cada 100 personas frente a la prevalencia mundial, que se estima en 1 afectado por cada 266 habitantes. No obstante, y al margen de las cifras, el principal problema es que la EC puede presentarse en muchos casos de forma asintomática. De ahí la importancia del pediatra de Atención Primaria en el diagnóstico precoz. “Según diversos estudios epidemiológicos realizados en todo el mundo, la EC sin sintomatología clásica es más frecuente que la forma sintomática; por ello, es un reto para los profesionales sanitarios la detección precoz”, señala la Dra. María Luisa Arroba, pediatra de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap).
Esta experta considera que lo más importante para diagnosticar la EC es pensar en ella. “El pediatra de AP debe aumentar su nivel de sospecha ante enfermedades asociadas y signos clínicos, especialmente digestivos, que se mantienen en el tiempo”. Así, apunta que, como profesionales que están en contacto directo con el niño, deben estar alerta si éste “tiene antecedentes familiares, gana peso de forma insuficiente, tiene diarrea prolongada o heces pastosas habitualmente, sufre un retraso en el crecimiento o distensión abdominal”.
Una vez exista la sospecha de EC por parte del facultativo, éste debe llevar a cabo un estudio serológico. “Es decisivo ya que posibilita la detección de pacientes con síntomas leves que en el pasado hubieran quedado sin diagnóstico”, puntualiza la Dra. Arroba. Además, es necesario en todos los casos realizar una biopsia intestinal para confirmar el diagnóstico.
El objetivo final es evitar el desarrollo a largo plazo de complicaciones graves. No en vano, conviene recordar que la EC es una intolerancia permanente al gluten que produce, en individuos predispuestos genéticamente, una lesión grave en la mucosa del intestino delgado, provocando una atrofia de las vellosidades intestinales, lo que determina una inadecuada absorción de los nutrientes de los alimentos.
Contrariamente a lo que, en ocasiones, puede pensarse, ésta es una enfermedad que no siempre aparece en la infancia sino que puede presentarse a cualquier edad. “Algunos adultos cuya enfermedad pasó desapercibida en la edad pediátrica –explica la Dra. María García-Onieva, pediatra de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP)- pueden debutar con un cuadro de estas características a raíz de un acontecimiento vital estresante o un embarazo”.
El tratamiento de la enfermedad celiaca está basado en la exclusión del gluten de la dieta de por vida. Por tanto, el paciente celíaco debe saber que tiene que eliminar de la dieta cualquier producto o derivado de los cereales que contengan este componente en su origen. “Es sabida la importancia de una alimentación estricta –apunta la Dra. García-Onieva- ya que el consumo de pequeñas cantidades de gluten puede causar trastornos clínicos, biológicos e histológicos”.
La recuperación completa de la mucosa intestinal no se produce de modo inmediato tras la retirada del gluten de la dieta. De hecho, en los niños puede tardar un año y en los adultos hasta más de dos. No en vano, “según la severidad de la malabsorción o del grado de malnutrición del paciente puede ser necesario instaurar inicialmente un tratamiento dietético especial, así en algunos lactantes o niños pequeños puede ser beneficiosa la retirada temporal de la lactosa”, resaltan ambas expertas.
Es recomendable que el pediatra de AP realice un seguimiento periódico de los pacientes celíacos para controlar el cumplimiento de la dieta, comprobar la desaparición de la sintomatología inicial y valorar el correcto desarrollo ponderoestatural y madurativo del paciente. La frecuencia de dichos controles podrían comenzar a los tres meses del diagnóstico con una valoración clínica y del cumplimiento de la dieta. Posteriormente, se realizará la determinación de los marcadores serológicos a los seis meses y las revisiones también se harán a partir de ese momento cada seis meses hasta la negativización de la serología para a continuación tener un carácter anual. “En cada una de estas últimas –explica la Dra. Arroba- se realizarán marcadores de enfermedad celiaca y determinación de parámetros nutricionales, valoración del desarrollo ponderoestatural, aparición de nuevos síntomas, así como la comprobación de la adherencia a la dieta”.
Es importante tener en cuenta en estas revisiones la detección precoz de otras enfermedades autoinmunes como la diabetes mellitus o el hipotiroidismo.
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