DESAYUNO CON... VALERIA EDELSZTEIN
“Al zumo se le va la vitamina pero la zanahoria no mejora la vista”
La divulgadora científica defiende el papel de las mujeres en la transmisión de conocimientos
Hemos pedido dos jugos (zumos) de naranja. Así que empezamos por ahí, aterrados ante la posibilidad de que se derrumbe uno de los mitos de nuestra infancia. ¿Es cierto que si no lo bebemos enseguida se le va la vitamina? “Es verdad. La vitamina C es antioxidante y en contacto con el aire, la luz y el calor pierde sus propiedades”. Nos quedamos tranquilos. Valeria Edelsztein (Buenos Aires, 1982), doctora en Química y divulgadora, ha presentado en la Feria de Guadalajara (México) Los remedios de la abuela (Siglo XXI), un libro donde examina lo que hay de verdad científica y de leyenda en la medicina casera. En España solo puede conseguirse por Internet, pero en Argentina va por la cuarta edición.
Edelsztein es divulgadora y mujer, una combinación poco frecuente. “No hay muchas mujeres que salgan del laboratorio y cuenten ciencia, quedan algunos resabios de épocas pasadas. Y es raro, porque las mujeres siempre fueron una base de transferencia de conocimientos científicos, muchas veces sin saberlo. En la cocina adquirieron muchos saberes y los transmitieron a las generaciones posteriores. Pero no sabían por qué funcionaban, y eso es lo que yo he intentado hacer”.
El libro derrumba algunos mitos. “La zanahoria tiene betacarotenos, que el cuerpo convierte en la vitamina A que nos hace falta para una visión saludable. Pero uno no va a ver mejor por comer muchas. Lo más curioso de esta historia es su origen. Al principio de la Segunda Guerra Mundial los británicos habían desarrollado un sistema de radares y los alemanes no entendían cómo podían derribar con tanta facilidad sus aviones. Así que, para ocultar su descubrimiento, desde Inglaterra se difundió la leyenda de que sus aviadores habían desarrollado una vista prodigiosa comiendo zanahorias”.
Edelsztein niega el supuesto beneficio de la leche contra la acidez de estómago. “Puede aliviar en un primer momento, pero el calcio y las proteínas que contiene acaban provocando un efecto rebote”. En lo que sí tenían razón nuestras abuelas era en mandarnos a la cama con un caldo cuando teníamos catarro. “Más allá del mimo, inhalar el vapor tibio de la sopa alivia las secreciones nasales. El caldo contribuye además a evitar la deshidratación. Pero, sobre todo, evita la acumulación de neutrófilos, las células de defensa que al aglomerarse contribuyen a la congestión”.
En mayo, Edelsztein ganó el primer Premio Internacional de Divulgación Ciencia que Ladra / La Nación con Científicas: cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera), un repaso a las contribuciones de las mujeres durante los siglos, desde Hipatia, la primera matemática, hasta Marie Curie, a quien no querían dejar entrar en la Academia Francesa, pasando por María la Judía, descubridora del método para calentar alimentos que lleva su nombre, o Mary Anderson, inventora del limpiaparabrisas. El nombre del libro ironiza con el titular que la revista Family Health eligió para informar del Nobel de Medicina concedido en 1977 a Rosalyn Yalow.
Edelsztein reivindica así el papel de las mujeres. “La historia la cuenta el que gana pero hay que conocer la otra mitad del relato”. Y aprovecha para hacer proselitismo. “Hay que romper barreras, pasar del desconocimiento al reconocimiento. Conocer a las mujeres que hicieron ciencia, en circunstancias más adversas que las actuales, es una forma de despertar vocaciones. Y que muchas puedan demostrar lo que valen”.
Edelsztein es divulgadora y mujer, una combinación poco frecuente. “No hay muchas mujeres que salgan del laboratorio y cuenten ciencia, quedan algunos resabios de épocas pasadas. Y es raro, porque las mujeres siempre fueron una base de transferencia de conocimientos científicos, muchas veces sin saberlo. En la cocina adquirieron muchos saberes y los transmitieron a las generaciones posteriores. Pero no sabían por qué funcionaban, y eso es lo que yo he intentado hacer”.
El libro derrumba algunos mitos. “La zanahoria tiene betacarotenos, que el cuerpo convierte en la vitamina A que nos hace falta para una visión saludable. Pero uno no va a ver mejor por comer muchas. Lo más curioso de esta historia es su origen. Al principio de la Segunda Guerra Mundial los británicos habían desarrollado un sistema de radares y los alemanes no entendían cómo podían derribar con tanta facilidad sus aviones. Así que, para ocultar su descubrimiento, desde Inglaterra se difundió la leyenda de que sus aviadores habían desarrollado una vista prodigiosa comiendo zanahorias”.
Edelsztein niega el supuesto beneficio de la leche contra la acidez de estómago. “Puede aliviar en un primer momento, pero el calcio y las proteínas que contiene acaban provocando un efecto rebote”. En lo que sí tenían razón nuestras abuelas era en mandarnos a la cama con un caldo cuando teníamos catarro. “Más allá del mimo, inhalar el vapor tibio de la sopa alivia las secreciones nasales. El caldo contribuye además a evitar la deshidratación. Pero, sobre todo, evita la acumulación de neutrófilos, las células de defensa que al aglomerarse contribuyen a la congestión”.
En mayo, Edelsztein ganó el primer Premio Internacional de Divulgación Ciencia que Ladra / La Nación con Científicas: cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera), un repaso a las contribuciones de las mujeres durante los siglos, desde Hipatia, la primera matemática, hasta Marie Curie, a quien no querían dejar entrar en la Academia Francesa, pasando por María la Judía, descubridora del método para calentar alimentos que lleva su nombre, o Mary Anderson, inventora del limpiaparabrisas. El nombre del libro ironiza con el titular que la revista Family Health eligió para informar del Nobel de Medicina concedido en 1977 a Rosalyn Yalow.
Edelsztein reivindica así el papel de las mujeres. “La historia la cuenta el que gana pero hay que conocer la otra mitad del relato”. Y aprovecha para hacer proselitismo. “Hay que romper barreras, pasar del desconocimiento al reconocimiento. Conocer a las mujeres que hicieron ciencia, en circunstancias más adversas que las actuales, es una forma de despertar vocaciones. Y que muchas puedan demostrar lo que valen”.
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