PSICOLOGÍA | Reyes
La ciencia del regalo
El rey Melchor entrega un regalo a un niño. | J.G. Koch
- Ponerse en el lugar del otro,y ser un poco creativo, claves para acertar
- Regalar permite transmitir un mensaje al otro sin necesidad de palabras
Hace más de 40 años que la Psicología estudia los entresijos de regalar, ese intercambio social y emocional entre dos personas que alcanza su punto álgido estos días. Ponerse en el lugar del otro, mirar más allá de las cosas materiales y ser un poco creativo pueden ser algunas de las claves para acertar con el regalo perfecto.
Como recordaban en 2010 Carol Mayet y Karen Pine, de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido), hacer regalos es un intercambio social y comunicativo inherente a todas las sociedades humanas; que permite transmitir un mensaje a la otra persona sin necesidad de palabras. Regalar, argumentan ambas psicólogas, permite mantener y reforzar lazos sociales y, de alguna manera, preserva ciertos ritos culturales.
Aunque todos somos al mismo tiempo 'regaladores' y 'regalados', algunos estudios demuestran que no siempre sabemos explotar nuestra experiencia recibiendo para acertar a la hora de elegir un presente. Y esto se traduce en "un despilfarro objetivo de recursos", como ya advirtió el 1993 el economista Joeal Waldfogel.
Otro trabajo publicado en 'Journal of Experimental Psychology', demostró que los beneficios de hacer un regalo muy pensado y escogido eran mayores para la persona que hacía el obsequio que para quien lo recibe; porque como coinciden otros psicólogos, el buen regalador tiene un punto de narcisista y en cierto modo pretende plasmar una parte de sí mismo en el objeto elegido.
"Hacer un regalo es una experiencia positiva capaz de aumentar la autoestima", asegura por ejemplo Jon Shapiro. Un estudio publicado en 2006 en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS) demostró que, efectivamente, nuestro cerebro activa ciertas áreas de bienestar cuando realizamos un regalo; y los beneficios cerebrales son mayores cuando damos que cuando recibimos.
Por otro lado, y aunque pueda parecer mal visto o un atentado contra las sorpresas, otro ensayo en 'Experimental Social Psychology' concluyó que la mayoría de individuos aprecia más un regalo si lo ha pedido explícitamente que si se trata de una sorpresa o de algo que no desea. "El secreto de hacer buenos regalos consiste en darles lo que que quieren", asegura pragmático Nicholas Epley, profesor en la Universidad de Chicago (EEUU) en declaraciones recogidas por el diario 'Wall Street Journal'.
Una idea en la que coincide Elena Borges, psicóloga clínica. "Si ya conoces a la persona, no está mal preguntarle qué quiere, aunque sea solapadamente". Para Borges, en la actualidad vivimos en una sociedad presa del consumismo y de la neofilia (el amor a las novedades, a comprarse lo último que sale al mercado) que ha hecho perder parte de su magia a los regalos. Por eso, asegura, "bienvenida sea esta crisis si nos ayuda a recuperar el valor de la humildad y la generosidad, de las cosas no materiales".
Borges coincide con sus colegas en que hay personas que prefieren hacer a recibir presentes, y subraya el grado de empatía y altruismo que exige ponerse en el lugar del otro para acertar a la hora de elegir.
También se han estudiado las diferencias de género en esta cuestión y todo apunta a que son las mujeres quienes ejercen como 'regaladoras' en más ocasiones (como demostró ya en 1982 Theodore Caplow). Una encuesta británica, aseguraba que ellas son quienes hacen el 84% de los regalos (frente al 61% que reciben) y apenas existe un 16% de varones que haga regalos por su cuenta, sin ayuda de una mujer. Más infrecuente aún es el caso de hombres que regalan a otros hombres: 4%.
Los psicólogos también reconocen la carga mental (y a menudo económica) que puede suponer la búsqueda del regalo perfecto; por eso, como recomienda Borges, recurrir a la imaginación y a la creatividad puede ser de gran ayuda. "Un vale por un masaje o por tiempo libre para ir al cine con tu pareja puede ser un gran regalo", concluye.
Como recordaban en 2010 Carol Mayet y Karen Pine, de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido), hacer regalos es un intercambio social y comunicativo inherente a todas las sociedades humanas; que permite transmitir un mensaje a la otra persona sin necesidad de palabras. Regalar, argumentan ambas psicólogas, permite mantener y reforzar lazos sociales y, de alguna manera, preserva ciertos ritos culturales.
Aunque todos somos al mismo tiempo 'regaladores' y 'regalados', algunos estudios demuestran que no siempre sabemos explotar nuestra experiencia recibiendo para acertar a la hora de elegir un presente. Y esto se traduce en "un despilfarro objetivo de recursos", como ya advirtió el 1993 el economista Joeal Waldfogel.
Otro trabajo publicado en 'Journal of Experimental Psychology', demostró que los beneficios de hacer un regalo muy pensado y escogido eran mayores para la persona que hacía el obsequio que para quien lo recibe; porque como coinciden otros psicólogos, el buen regalador tiene un punto de narcisista y en cierto modo pretende plasmar una parte de sí mismo en el objeto elegido.
"Hacer un regalo es una experiencia positiva capaz de aumentar la autoestima", asegura por ejemplo Jon Shapiro. Un estudio publicado en 2006 en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS) demostró que, efectivamente, nuestro cerebro activa ciertas áreas de bienestar cuando realizamos un regalo; y los beneficios cerebrales son mayores cuando damos que cuando recibimos.
Por otro lado, y aunque pueda parecer mal visto o un atentado contra las sorpresas, otro ensayo en 'Experimental Social Psychology' concluyó que la mayoría de individuos aprecia más un regalo si lo ha pedido explícitamente que si se trata de una sorpresa o de algo que no desea. "El secreto de hacer buenos regalos consiste en darles lo que que quieren", asegura pragmático Nicholas Epley, profesor en la Universidad de Chicago (EEUU) en declaraciones recogidas por el diario 'Wall Street Journal'.
Una idea en la que coincide Elena Borges, psicóloga clínica. "Si ya conoces a la persona, no está mal preguntarle qué quiere, aunque sea solapadamente". Para Borges, en la actualidad vivimos en una sociedad presa del consumismo y de la neofilia (el amor a las novedades, a comprarse lo último que sale al mercado) que ha hecho perder parte de su magia a los regalos. Por eso, asegura, "bienvenida sea esta crisis si nos ayuda a recuperar el valor de la humildad y la generosidad, de las cosas no materiales".
Borges coincide con sus colegas en que hay personas que prefieren hacer a recibir presentes, y subraya el grado de empatía y altruismo que exige ponerse en el lugar del otro para acertar a la hora de elegir.
También se han estudiado las diferencias de género en esta cuestión y todo apunta a que son las mujeres quienes ejercen como 'regaladoras' en más ocasiones (como demostró ya en 1982 Theodore Caplow). Una encuesta británica, aseguraba que ellas son quienes hacen el 84% de los regalos (frente al 61% que reciben) y apenas existe un 16% de varones que haga regalos por su cuenta, sin ayuda de una mujer. Más infrecuente aún es el caso de hombres que regalan a otros hombres: 4%.
Los psicólogos también reconocen la carga mental (y a menudo económica) que puede suponer la búsqueda del regalo perfecto; por eso, como recomienda Borges, recurrir a la imaginación y a la creatividad puede ser de gran ayuda. "Un vale por un masaje o por tiempo libre para ir al cine con tu pareja puede ser un gran regalo", concluye.
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