una proteína que podría ser diana terapéutica
EndoG es vital en el metabolismo cardiaco al controlar el crecimiento
La proteína EndoG, ubicada en los cardiomiocitos, juega un papel clave en el metabolismo cardiaco y podría convertirse en una nueva diana terapéutica. El hallazgo, que se publica hoy en Nature, es resultado de un trabajo de siete países coordinado por Stuart Cook, del Medical Research Council, y por Daniel Sanchis, del IRB-Universidad de Lérida.
Javier Granda Revilla Barcelona | 06/10/2011 00:00
De izquierda a derecha, David García Dorado (VHIR), Marisol Ruiz-Meana (VHIR), Xavier Cañas (PRAAL-PCB), Anna Serafín (PRAAL-PCB), Daniel Sanchis (IRB-Universidad de Lérida), Maria Cardona (IRB-Lérida), Junmei Ye (IRB-Lérida), Ramón Martí (VHIR), Elena García-Arumí (VHIR) y Joan X Comella (VHIR). (DM)
Un equipo multicéntrico internacional de investigadores ha demostrado que la proteína EndoG regula y controla el engrosamiento del músculo cardiaco. Como ha explicado Daniel Sanchis, del IRBLérida-Universidad de Lérida, y uno de los coordinadores del estuio, "cuando al músculo cardiaco se le pide trabajar, como a cualquier otro músculo, aumenta su tamaño y su fuerza. Y esta proteína es la que controla y modula este crecimiento".
En su opinión, la relevancia clínica del hallazgo radica en que hay muchas enfermedades del sistema cardiovascular que acaban en el grosor del músculo del corazón. "Este hecho es el inicio de su pérdida de función: el corazón, cuando se le pide que trabaje más, se hace más fuerte y más grueso. Pero ese mismo crecimiento, si no está bien controlado, acaba induciendo una pérdida de capacidad y función. Y, cuando lo hace, sucede de forma irreversible: porque la sangre no llega, los pulmones se encharcan y tiene un gran impacto en la calidad de vida. Además, este engrosamiento exacerbado es una de las primeras causas de enfermedad y muerte en los países occidentales. Hasta ahora no estaba claro cómo se orquestaba ese problema; nuestra aportación ha sido presentar uno de los reguladores que están marcando las reglas del juego. Esperemos que éste sea el paso previo para poder intervenir", ha dicho el investigador.
Apoptosis
El equipo de Sanchis ha trabajado en los últimos diez años en los mecanismos genéticos que silencian la muerte por apoptosis, marcando el camino que ha permitido el descubrimiento que se presenta ahora. Como ha recordado, "cuando empezamos a trabajar en 2001 en este campo nos dimos cuenta de que en realidad el corazón se aparta del modelo de muerte celular que acaece en el hígado, en el sistema inmune, en los glóbulos blancos y en otros órganos. Observamos que cuando el corazón se moría, por ejemplo, por causa de un infarto, lo hacía por un mecanismo diferente. Y, al investigar la causa, comprobamos que el corazón cambia toda su composición durante el desarrollo y silencia la maquinaria de muerte celular. De este modo, aunque los genes permanecen, no se producen las proteínas necesarias, porque es una manera que tiene el corazón de hacerse resistente a estímulos tóxicos que matarían a otros tejidos".
En este proceso se mantiene EndoG, por lo que se cuestionaron los motivos por los que el corazón elimina proteínas para defenderse de estímulos nocivos pero mantiene ésta. "Hemos comprobado que el corazón mantiene EndoG porque le ayuda a crecer de forma normal. Y, en los modelos, al eliminar esta proteína, hemos comprobado que el corazón no se desarrolla correctamente", ha subrayado Sanchis.
Con la edad
En su opinión, ese efecto tiene mucha relación con las enfermedades cardiacas del ser humano, ya que la ausencia de esta proteína agrava progresivamente los problemas en el corazón en función de la edad. En la actualidad, el equipo de Sanchis comienza a desarrollar la parte farmacológica, intentando identificar sustancias "que ayuden a impulsar que EndoG realice correctamente su trabajo, con posibles aplicaciones en enfermedades cardiacas en los próximos años".
La proteína EndoG tiene una localización muy específica dentro de los cardiomiocitos, en las mitocondrias del corazón.
"Las mitocondrias están regulando el latido cardiaco y la producción de energía y, si no hay mitocondrias, el corazón no puede latir. Y, si EngoG falta, el proceso se complica: hay menos mitocondrias, éstas tienen menos ADN y, por lo tanto, respiran peor y generan menos energía. Y, al generar menos energía, el corazón por un lado se hace más grande y, por otro lado, trabaja peor", ha resumido.
El estudio se publica hoy en la revista Nature y, además de Daniel Sanchis, está coordinado por Stuart A. Cook, del Medical Research Council en el Imperial College de Londres.
(Nature 2011; 478: 114-118).
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