jueves, 14 de mayo de 2009
autismo: llaves del padecimiento
I/II
05 MAY 09 | Asociada con la capacidad para compartir la atención
Los niños autistas sufren un agradamiento de la amígdala cerebral
Se trata de un área clave del cerebro asociada con funciones como el procesamiento de los rostros y las emociones.
Archives of General Psychiatry (2009;66:509-516)
Según concluye un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (Estados Unidos) y publicado en el último número de la revista Archives of General Psychiatry (2009;66:509-516), los niños de 2 a 4 años de edad que padecen autismo parecen más propensos a presentar una amígdala cerebral de mayor tamaño, un área clave del cerebro asociada con funciones como el procesamiento de los rostros y las emociones.
Así, y como apuntan los propios autores, esta anomalía cerebral parece estar asociada con la capacidad para compartir la atención con otros, una habilidad que predice el funcionamiento social y lingüístico posterior en los niños autistas.
Los científicos, dirigidos por el Dr. Matthew W. Mosconi, realizaron estudios de imágenes de resonancia magnética en 50 niños con autismo y 33 niños control. Los niños pasaban por los escáneres cerebrales y por pruebas sobre características de conducta autista a los 2 y los 4 años. Entre ellas se incluía una prueba que medía la atención conjunta, que supone seguir la mirada de otra persona para comenzar una experiencia compartida.
Los resultados muestran que, en comparación con los controles, los niños con autismo eran más propensos a tener un agrandamiento de la amígdala a los 2 y 4 años. Los descubrimientos, unidos a evidencias previas sobre las tasas de crecimiento de circunferencia de la cabeza en el autismo y sobre el volumen de la amígdala en la infancia, sugieren que las trayectorias de crecimiento de la amígdala están aceleradas antes de los dos años en el autismo y siguen más grandes durante los primeros años de la infancia. Además, y de acuerdo con los resultados, el mayor tamaño de la amígdala en niños de dos años con autismo es desproporcionado en relación al mayor tamaño cerebral global y sigue así a los 4 años.
Entre los niños con autismo, el volumen de la amígdala se asoció con un aumento en la capacidad de atención conjunta a los 4 años. Esto sugiere, según los investigadores, que las alteraciones en esta estructura cerebral podrían estar asociadas con un importante déficit del autismo. No en vano, la amígdala juega un papel crítico en una fase temprana del procesamiento de la expresión facial y en alertar a las áreas corticales para la significación emocional de un evento. Por ello, indican los autores, “las alteraciones en el desarrollo temprano de la amígala interrumpen la asignación del significado emocional ante los rostros y la interacción social”.
Los científicos esperan que el seguimiento de los niños determine si las tasas de crecimiento de la amígdala continúan al mismo ritmo o pasan por otro período de crecimiento acelerado o de desaceleración en los niños autistas después de los cuatro años.
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II/II
29 ABR 09 | Publicado en 'Nature'.
Los genes del autismo y las conexiones nerviosas
* Dos trabajos localizan variaciones genéticas que aumentan el riesgo de autismo * Las regiones del genoma donde se localizan están implicadas en el desarrollo cerebral * Las alteraciones halladas podrían causar el 15% de los casos de autismo
El Mundo, España
CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Por primera vez se ha detectado un factor de riesgo genético común para los trastornos del espectro autista. Además, las funciones de los genes ahora relacionados con esta susceptibilidad respaldan la idea de que estas patologías surgen a raíz de un desarrollo anómalo de ciertas regiones cerebrales y de sus conexiones nerviosas. Los resultados aparecen en el último número de ''Nature''.
Los trastornos de espectro autista (TEA) afectan a uno de cada 150 niños. Los intentos por descubrir sus raíces genéticas habían sido hasta ahora poco fructíferos. Varios estudios habían dado con posibles candidatos pero nunca se había logrado reproducir los resultados de una población en otra distinta. Por eso, "el descubrimiento de una variante [genética] común para el autismo es un logro monumental", ha declarado Margaret Pericak-Vance, directora del Instituto de Genómica Humana de Miami y una de los muchos investigadores que tomaron parte en estos trabajos.
Parte del éxito de estos estudios se debe a la colaboración de especialistas procedentes de más de 12 instituciones distintas y el acceso a grandes bases de datos de familias afectadas por estos trastornos. En total, se analizó el genoma de más de 10.000 personas, entre individuos con autismo, sus parientes y ciudadanos sin esta patología.
Puede ser la causa más frecuente de autismo
En el primer trabajo, los investigadores rastrearon el ADN de 943 familias que tenían al menos dos miembros con un TEA y dieron con seis variaciones (SNP) frecuentes entre las personas con autismo en una zona del cromosoma 5 (5p14.1). Al estudiar más a fondo esta región del ADN, descubrieron que está localizada entre dos genes, CDH9 y CDH10, que codifican para moléculas que intervienen en las relaciones entre neuronas.
Estas proteínas "se localizan en la superficie de las células nerviosas y están implicadas en dar forma tanto al cerebro en desarrollo como a las conexiones funcionales entre sus regiones", explica Hakon Hakonarson, director del Centro de Genómica Aplicada del Hospital Infantil de Filadelfia (EEUU), principal investigador de estos estudios.
En una segunda fase, la división procedente de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), averiguó que la actividad de CDH10 era especialmente alta en el lóbulo frontal del cerebro en la etapa fetal. Esta región es crucial para el lenguaje, el comportamiento social y otras funciones complejas del pensamiento, aspectos que suelen estar alterados en las personas con un TEA. En conjunto, ha explicado el autor, estas variaciones pueden contribuir al 15% de los casos de autismo.
"De confirmarse este dato, sería la causa más frecuente de autismo", explica a elmundo.es Mara Parellada, coordinadora de la unidad AMI-TEA del Hospital Gregorio Marañón. En opinión de esta especialista, hay dos elementos a destacar en estos trabajos. En primer lugar, la replicación de los resultados en otras poblaciones, y el hecho de que "converjan con los de otros estudios".
Evolución cerebral
Pero los trabajos de Hakonarson y sus colegas dieron con otras anomalías genéticas que también respaldan las pruebas anatómicas y funcionales que muestran que el cerebro de los que padecen autismo evoluciona de una forma particular. Realizaron un nuevo análisis del genoma pero, esta vez, poniendo el acento en las llamadas variaciones en el número de copias (cuando un fragmento de ADN se repite o está ausente).
Los genes más afectados por estas alteraciones pertenecían a dos vías biológicas. Una de ellas, precisamente, está vinculada con CDH10 y la familia de proteínas que codifica (las cadherinas). La otra es la de degradación de las ubiquitinas, unas enzimas encargadas de eliminar las conexiones entre células nerviosas.
Estos descubrimientos, señala Hakonarson, "mejoran nuestro conocimiento acerca del origen del autismo. Muchos de los genes que hemos identificado concentran sus acciones en la regiones del cerebro que se desarrollan de forma anormal en los niños autistas". A la luz de estos hallazgos, "podría decirse que el autismo es un problema de desconexión neuronal", subraya el autor.
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