jueves, 24 de noviembre de 2011

La cirugía sin sangre minimiza los riesgos en el paciente - DiarioMedico.com

DISMINUYEN INFECCIONES Y COMPLICACIONES

La cirugía sin sangre minimiza los riesgos en el paciente

La cirugía sin sangre presenta múltiples beneficios para el paciente. Entre otros, la minimización del riesgo de contraer infecciones, la eliminación de complicaciones asociadas a las transfusiones o una recuperación más rápida con una estancia hospitalaria más corta.
Javier Granda Revilla. Barcelona   |  24/11/2011 00:00

Xavier Soler
Xavier Soler, de la Clínica Teknon. ()
 
La premisa es la utilización racional de la sangre. "Jamás hemos dicho que no haya que usarse, ni anatemizamos su uso, pero consideramos que transfundir un paciente supone un riesgo y puede suponer un peligro para su salud", ha explicado Xavier Soler, responsable médico de la Unidad de Medicina y Cirugía sin Sangre de Teknon, con motivo de la I Semana de Medicina y Cirugía sin Sangre organizada por dicha unidad.

Sobre esta base se optimiza la sangre en la clínica en los pacientes quirúrgicos en cuatro aspectos: corrigiendo la anemia preoperatoria, reduciendo el sangrado intraoperatorio, utilizando un protocolo restrictivo de transfusión y el uso, preferiblemente, de sangre autóloga, aunque se transfunde al paciente si fuera necesario.

En cuanto a la corrección de la anemia preoperatoria, Teknon ha aplicado una forma de trabajo en la que el paciente es visitado con bastante antelación, especialmente el que se somete a cirugía mayor como la ortopédica, oncológica, cardiaca o neurocirugía. "Los pacientes son revisados entre tres y cuatro semanas antes de la intervención por internistas, anestesiólogos y la coordinación asistencial de la unidad". La revisión se orienta de forma específica a la detección de la anemia preoperatoria y de elementos que puedan favorecer el sangrado como terapia con aspirina o si el paciente sigue alguna dieta o tratamiento vegetariano que pudiera inducir más las posibilidades de sangrado, además de una mejor preparación preoperatoria.

"Si al paciente se le detecta historia previa de sangrado, se le remite al hematólogo. Y si tiene anemia preoperatoria se le trata durante unas tres semanas con eritropoyetina y con hierro, según un protocolo diseñado específicamente. De esta forma, el paciente está en condiciones óptimas en el momento de ser intervenido", ha añadido. Posteriormente se planifican las necesidades del cirujano y del anestesiólogo para tratar al paciente: si puede o no realizarse autotransfusiones, utilizarse recuperadores de sangre intraoperatorios, si es candidato para hemodilución aguda normovolémica o si necesitará UCI.

"La coordinación planifica estas diferentes opciones para que el cirujano lo disponga en el momento de la intervención. De esta forma lo que hacemos es aprovechar al máximo la sangre autóloga del paciente y se evita tener que transfundirlo con sangre heteróloga", ha detallado Soler. En paralelo, se consulta con el cirujano acerca de la técnica quirúrgica, para que sea a la vez la menos lesiva posible y la más conservadora en cuanto a la minimización de pérdidas de sangre.

Protocolo de transfusión
"Además, disponemos de un protocolo de transfusión, por el que bajamos el dintel hasta los siete gramos de hemoglobina y no transfundimos a partir de una cifra, sino que analizamos más la situación clínica del enfermo para conseguir reducir la cantidad de sangre que le transfundimos. Y aplicamos una serie de medidas con las que minimizamos las pérdidas, como utilizar la micromuestra a la hora de hacer análisis de sangre o priorizar la monitorización no invasiva por encima de la invasiva. Y se tiene un especial cuidado en minimizar los hematomas a partir de puntos de punción, los hematomas secundarios a puntos de declive y las pérdidas de sangre que pudieran acompañarse por extracciones o por venopunciones, con la filosofía de que cada gota cuenta".

Soler ha recalcado la importancia de que este abordaje se realice de forma multidisciplinar, "porque nos permite ver el problema desde múltiples ópticas y aplicar la mejor solución en cada circunstancia. Es decir, que valoramos al paciente no desde una óptica, sino desde la de muchos profesionales. Cuando vamos a plantear una intervención, nos planteamos si el paciente sangrará o no, o qué hemoglobina será precisa para intervenir con seguridad". La labor del anestesista es crucial, en el sentido de que manteniendo al enfermo más hiperoxigenado y evitando la hipotermia al máximo se consigue menor sangrado en el acto operatorio.
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