Cómo cambiar ciertas conductas y partes del pensamiento
Los terapeutas trabajan sobre los celos, las emociones y la coerción sexual
I. P. CH. Donostia-San Sebastián 27 DIC 2011 - 08:46 CET
410 maltratadores participaron el año pasado en un programa piloto de rehabilitación impulsado por el Ministerio de Interior y el de Igualdad. El contenido de las sesiones, diseñadas por Instituciones Penitenciarias, abordaron, entre otros aspectos, los celos, las emociones y sentimientos, la empatía, la coerción sexual, las agresiones físicas y la violencia psicológica. Interior también fue el responsable de seleccionar a las personas participantes, todos "con un perfil bajo de violencia", según recoge el informe de evaluación del proyecto, elaborado por la Universidad del País Vasco.
El programa se desarrolló, en función de cada comunidad participante (Andalucía, Aragón, Cataluña, Valencia, Euskadi, Extremadura y Navarra), a lo largo de entre seis y cuatro meses con un total de 25 sesiones, de dos horas de duración cada una. Los maltratadores fueron tratados por un grupo de terapeutas, especializados en su mayoría en psicológica y con formación en violencia de género.
"No somos maestros, ni guías. Nos gusta decir que somos acompañantes, o catalizadores", explican Jorge Freudnthal y Teresa Peña, dos de los psicólogos que desarrollan un programa de reeducación en Bilbao. "Intentamos sacar lo que ya existe en las personas para después desaparecer".
Los terapeutas vienen a convertirse en una especie de entrenadores "que escuchan mucho". "Es posible modificar ciertas conductas y ciertas partes del pensamiento", subrayan. Tras una primera fase de acogida se abordan las diferentes temáticas articuladas en torno a un eje común: "La perspectiva de género". "Por ejemplo, cuando fue Halloween abordamos con ellos las diferencias entre los disfraces de hombres y de mujeres, las connotaciones de disfrazarse de médico o de enfermera, de brujo o de bruja", recuerdan.
Freudenthal y Peña explican que intentan "empatizar" con los agresores que tratan, dejando a un lado por unos minutos "lo que ha podido pasar". "Es una situación dura para muchas personas, sin responsabilizar a nadie, pero una separación es dura, también, una orden de alejamiento, el hecho de no poder ver a un hijo", aclaran.
Los agresores que acuden a estas sesiones lo hacen por "imperativo legal", y no como sustitución de una pena, un aspecto que ha sido criticado por algunas asociaciones de mujeres. "No estamos en contra de la reeducación, pero que nunca se haga en sustitución de una pena. Además, internacionalmente estos programas no han tenido grandes resultados, un maltratador no se educa de un día para otro", explica Consuelo Abril, de la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos.
Tras una entrevista personal con cada agresor, comienza el desarrollo del programa para terminar con otra evaluación final individual. El catedrático de Psicología Clínica de la UPV, Enrique Echeburúa, y con una experiencia de 16 años en la rehabilitación de agresores, aconseja que estos tratamientos se desarrollen en sesiones individuales y grupales.
La importancia de tratar a cada agresor de forma individualizada radica en que "el maltrato es una meta al que se llega por muchos caminos distintos. A una persona le puede empujar sus ideas machistas, la falta de control de sus impulsos, los celos patológicos, el abuso de alcohol...", enumera Echeburúa.
El programa se desarrolló, en función de cada comunidad participante (Andalucía, Aragón, Cataluña, Valencia, Euskadi, Extremadura y Navarra), a lo largo de entre seis y cuatro meses con un total de 25 sesiones, de dos horas de duración cada una. Los maltratadores fueron tratados por un grupo de terapeutas, especializados en su mayoría en psicológica y con formación en violencia de género.
"No somos maestros, ni guías. Nos gusta decir que somos acompañantes, o catalizadores", explican Jorge Freudnthal y Teresa Peña, dos de los psicólogos que desarrollan un programa de reeducación en Bilbao. "Intentamos sacar lo que ya existe en las personas para después desaparecer".
Los terapeutas vienen a convertirse en una especie de entrenadores "que escuchan mucho". "Es posible modificar ciertas conductas y ciertas partes del pensamiento", subrayan. Tras una primera fase de acogida se abordan las diferentes temáticas articuladas en torno a un eje común: "La perspectiva de género". "Por ejemplo, cuando fue Halloween abordamos con ellos las diferencias entre los disfraces de hombres y de mujeres, las connotaciones de disfrazarse de médico o de enfermera, de brujo o de bruja", recuerdan.
Freudenthal y Peña explican que intentan "empatizar" con los agresores que tratan, dejando a un lado por unos minutos "lo que ha podido pasar". "Es una situación dura para muchas personas, sin responsabilizar a nadie, pero una separación es dura, también, una orden de alejamiento, el hecho de no poder ver a un hijo", aclaran.
Los agresores que acuden a estas sesiones lo hacen por "imperativo legal", y no como sustitución de una pena, un aspecto que ha sido criticado por algunas asociaciones de mujeres. "No estamos en contra de la reeducación, pero que nunca se haga en sustitución de una pena. Además, internacionalmente estos programas no han tenido grandes resultados, un maltratador no se educa de un día para otro", explica Consuelo Abril, de la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos.
Tras una entrevista personal con cada agresor, comienza el desarrollo del programa para terminar con otra evaluación final individual. El catedrático de Psicología Clínica de la UPV, Enrique Echeburúa, y con una experiencia de 16 años en la rehabilitación de agresores, aconseja que estos tratamientos se desarrollen en sesiones individuales y grupales.
La importancia de tratar a cada agresor de forma individualizada radica en que "el maltrato es una meta al que se llega por muchos caminos distintos. A una persona le puede empujar sus ideas machistas, la falta de control de sus impulsos, los celos patológicos, el abuso de alcohol...", enumera Echeburúa.
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