Las educación no desarrolla el autocontrol
El contexto social es decisivo en salud mental
La estructura y los factores sociales influyen en la existencia de la patología psiquiátrica de la sociedad, imbuida en la cultura de la prisa y el consumismo.
Isabel Gallardo Ponce | igallardo@diariomedico.com | 17/10/2012 00:00
Javier Cabanyes, neurólogo del Clínica Universidad de Navarra. (José Luis Pindado)
El equilibrio entre la esfera afectiva, cognitiva, social y espiritual conforma la salud mental del individuo, según ha explicado a DM, Javier Cabanyes, neurólogo infanto-juvenil de la Clínica Universidad de Navarra, en su sede de Madrid, que acaba de publicar La salud mental en el mundo de hoy, de Ediciones Universidad de Navarra.
El desequilibrio de la salud mental puede estar determinado por una enfermedad biológica o por factores ambientales, que terminan por desencadenar una patología psiquiátrica. "Existe un grupo de enfermedades psíquicas con base biológica marcada -como la esquizofrenia, el trastorno obsesivo compulsivo, los trastornos psicóticos y algunas depresiones endógenas, entre otras- sobre las que se puede actuar con fármacos. En éstas, el ambiente puede ser un punto de apoyo mayor o menor, pero no es un factor decisivo en la enfermedad".
- Si la persona pierde el sentido de su vida se convierte en alguien que sobrevive, y cuando se plantea qué hacer puede aparecer el vacío existencial o la depresión
Sin embargo, según Cabanyes, el contexto social favorece el aumento de patologías: "Hay factores que promueven algunas enfermedades psíquicas y desde esa perspectiva se habla de una sociedad que genera enfermedades, porque hay una dinámica en la sociedad y unas estructuras que no son las adecuadas para la persona". Así, las sociedades occidentales y su carácter hedonista, consumista, competitivo, rápido, y con poco margen para el pensamiento, producen un aceleramiento vital que se traduce en síntomas de estrés en general, de ansiedad como un trastorno, a veces, muy consolidado, y de depresión reactiva a situaciones coyunturales.
Es decir, si la persona pierde "el sentido de su vida acaba convirtiéndose en alguien que sobrevive, y cuando se plantea qué hace se pueden generar manifestaciones de depresión o de vacío existencial".
Según Cabanyes, las estructuras sociales y educativas modernas no dotan a la persona de recursos para enfrentarse al sufrimiento, al dolor y a la frustración. "El contexto social educa a los niños en planteamientos que no permiten el desarrollo integral de la persona ni les dota de recursos para enfrentarse a los problemas que la vida trae consigo. Igual ocurre con la crisis que estamos viviendo, que nos obliga a cambiar los esquemas y el estilo de vida. Si uno no tiene recursos le cuesta mucho cambiar y puede, incluso, generar una patología".
De esta forma, no se desarrolla el autocontrol en beneficio de una cultura en la que prevalece la inmediatez, el deseo, y la autonomía. Esta carencia puede favorecer la aparición de adicciones, problemas de dinámica social, y de trastornos de la personalidad, al no ser capaz de afrontar los problemas ni reaccionar ante la frustración. Por ello es necesario establecer límites, y diferenciar entre lo que está bien y mal, aprender a esperar y a renunciar.
Cabanyes se ha centrado en el diagnóstico frecuente del trastorno por déficit de atención e hiperactividad: "Hay que diferenciar entre los niños con una base biológica, que produce una dificultad de atención, y otros con problemas educativos, que no han aprendido a controlarse, y con un entorno de alta estimulación. Vemos muchos problemas de aprendizaje que, en el fondo, son una falta de límites educativos".
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