PUBLICADO EN EL 'AMERICAN JOURNAL OF PSYCHIATRY'
El cerebro de pacientes con anorexia no se recupera pese al tratamiento
Nuevos datos apuntan que el impacto neurobiológico de la anorexia sigue latente en los pacientes tras el tratamiento, por lo que se busca aumentar los recursos asistenciales y realizar un mayor esfuerzo en su prevención y detección precoz.
Redacción | dmredaccion@diariomedico.com | 03/04/2017 13:50
Marina Díaz Marsá, jefa de la Unidad de TCA del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y Presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid. (DM)
Los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) siguen siendo uno de los principales problemas de salud mental entre la población adolescente juvenil. Los TCA constituyen un auténtico problema de salud pública que acarrea, además, el riesgo de sufrir otro tipo de trastornos de salud mental y enfermedades físicas.
Marina Díaz Marsá, jefe de la Unidad de TCA del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid, ha recordado que "Los trastornos TCA son desconocidos aún por gran parte de la sociedad y, en algunos casos, se minimiza su gravedad y su frecuencia. Permanecen ocultos y no reciben el tratamiento adecuado. Afectan a niñas, a adolescentes y a mujeres adultas que ven mermadas y deterioradas su salud física, psicológica y su funcionamiento social".El cerebro también sufre.
"La sospecha del impacto neurobiológico de la anorexia ha sido respaldada en continuos estudios. Ahora, sabemos que los cerebros de las pacientes adolescentes con la enfermedad siguen alterados tras el tratamiento lo que eleva el riesgo de recaídas", ha declarado Díaz Marsá.
Según los datos de un estudio que se publica en American Journal of Psychiatry, en el que se examinaron a 21 adolescentes antes y después del tratamiento y se encontró que sus cerebros todavía tenían un sistema de recompensa elevado a la inanición y al deseo de estar más delgadas en comparación con 21 participantes sin el trastorno alimentario.
"Eso significa que no se curan", ha dicho Guido Frank, autor principal del estudio y profesor asociado de Psiquiatría y Neurociencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado, "Esta enfermedad cambia fundamentalmente la respuesta del cerebro a los estímulos en nuestro medio ambiente, el cerebro tiene que normalizarse y eso lleva tiempo".
"Se sabe, también, que los cerebros de las personas con anorexia, como el de las expacientes que han logrado recuperarse tienen diferencias sutiles pero impactantes en comparación con el de las personas que nunca han tenido que luchar contra la enfermedad. Los cerebros de las pacientes tienen una respuesta de recompensa diferente, reaccionan de manera distinta a la retroalimentación, y tienen alteradas las vías de transmisión de la serotonina", ha recordado Díaz Marsá, "La ciencia aún no ha descubierto si estas diferencias neurobiológicas están presentes antes de que se desarrolle la enfermedad o si son predictores físicos de la mismas o si estas son las 'cicatrices' que deja la falta de ingesta prolongada".
Clínicamente, los pacientes con anorexia tienen dificultad para experimentar satisfacción y se abstienen más fácilmente de experiencias placenteras (no sólo la renuncia al postre o a una comida apetecible) sino que, también, renuncian a la mayoría de los placeres en la vida en comparación con las personas no afectadas por el trastorno.
En España los últimos estudios establecen una tasa de prevalencia de casos en población adolescente de alrededor del 4,5 por ciento. En concreto, la anorexia se sitúa en torno al 0,3 por ciento, la bulimia en el 0,8 por ciento y el TCA no especificado en torno al 3,1 por ciento de la población femenina de entre 12 y 21 años. Pero si se incluyen formas más leves la frecuencia asciende a entre el 11-16 por ciento.
Díaz Marsá, también directora del Programa de TCA de la Unidad de Personalidad y Comportamiento del Hospital Ruber Juan Bravo-Grupo Quirón Salud, ha reclamado una llamada de atención hacia este tipo de patologías, "porque la población desconoce su verdadero impacto. Las afectadas pueden presentar, además, otras enfermedades psiquiátricas como depresión (65 por ciento de los casos), fobia social (34 por ciento), trastorno obsesivo compulsivo (26 por ciento) y trastornos de personalidad (20-40 por ciento, según el tipo de patología). Se sabe, también, que sufren distorsiones cognitivas o falta de habilidades sociales".
La investigación en el campo de los trastornos de la alimentación ha avanzado considerablemente en las dos últimas décadas y aunque todavía "hoy existen muchos enigmas por resolver, lo que sí sabemos es que no se debe bajar la guardia ante este tipo de patología que, además, suele ir asociada a otros trastornos de salud mental", ha concluido Díaz Marsá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario