domingo, 11 de febrero de 2018

A las farmacéuticas ya les sale poco rentable desarrollar nuevos medicamentos (y va a empeorar) - INVDES

A las farmacéuticas ya les sale poco rentable desarrollar nuevos medicamentos (y va a empeorar) - INVDES

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A las farmacéuticas ya les sale poco rentable desarrollar nuevos medicamentos (y va a empeorar)

Durante décadas, las farmacéuticas han encabezado la lista de industrias más rentables. La salud es un asunto que no ha dejado de preocupar a la humanidad a lo largo de la historia (más bien al contrario) y los avances en ciencia y tecnología abren la puerta al desarrollo de medicamentos cada vez más precisos y sofisticados.
Sin embargo, todo sector depende de la abundancia de recursos. Mientras que en la minería puede tratarse de elementos tangibles, como metales preciosos, los cimientos de la industria farmacéutica se asientan sobre una base más volátil: los pequeños receptores de las células donde actúan sus moléculas, tanto para combatir patógenos como para controlar al cuerpo humano cuando este se ataca a sí mismo.
Aunque el número de estas dianas proteicas es alto, no es ni mucho menos infinito. Cada proteína viene determinada por un gen que controla su fabricación y sólo unas 19.000 piezas del ADN tienen este rol. En total, la cifra de proteínas que tienen algún papel en las enfermedades ronda el millar y las farmacéuticas ya han logrado desarrollar agentes compatibles para algo más de 500.
El hecho de que hayan agotado la mitad de las reservas de recurso, por así decirlo, es es uno de los factores que limitan el desarrollo de nuevas fórmulas, pero hay más. La tasa de aprobación de nuevos medicamentos -una tarea que corresponde a la FDA en Estados Unidos, a la EMA en Europa y a la AEMPS en España- se ha mantenido más o menos estable durante las últimas décadas. La media se sitúa en unos 27 por año, sin que las nuevas tecnologías o la genómica hayan disparado su producción.
Lo que sí crece de forma disparada es el coste de sacar al mercado una nueva molécula. Ninguna empresa revela la cantidad exacta, pero se barajan cifras que rondan los 1.000 millones de euros.
Aunque, todo hay que decirlo, los números bailan en función de a quién se pregunte: el último estudio sobre la industria de la Universidad de Tufts coloca el gasto en 2.558 millones de dólares (alrededor de 2.091 millones de euros). Sin embargo, un análisis publicado a finales del año pasado en ‘JAMA Internal Medicine’ revela que desarrollar un nuevo medicamento contra el cáncer cuesta, de media, unos 650 millones de dólares (unos 530 millones de euros).
El precio, millones arriba o abajo, incluye desde la inversión en el desarrollo inicial hasta los ensayos clínicos, pasando por la publicidad. Y todo eso aumenta a una tasa del 9 % anual, y lo hace de una forma tan uniforme que los expertos lo han bautizado con el nombre de ‘ley de Eroom’ -el inverso de la ley de Moore-.
Cambios en la industria
Ante este panorama, es lógico pensar que cuando el precio de comercializar nuevos medicamentos sea demasiado alto su desarrollo dejará de ser rentable o, incluso, generará pérdidas. Un análisis de Deloitte al respecto sitúa el punto de inflexión en el 2020. Si ahora el proceso ronda los 2.600 millones de dólares, según el estudio de la Universidad de Tufts, y sigue aumentando al mismo ritmo, dentro de 16 años será de unos 10.000 millones, según las estimaciones.
En el caso de los antibióticos, ese techo está especialmente cerca. El Departamento de Economía de la Salud de Gran Bretaña estima que el valor de las moléculas que se postulan como candidatos es de varios millones de dólares en negativo. Tanto es así que muchas farmacéuticas lo veían venir y hace años que eliminaron sus programas de desarrollo de estos productos.
Para capear la situación las empresas recurren también a estrategias para ahorrar costes en investigación, como comprar moléculas desarrolladas por compañías biotecnológicas para acortar el periodo de desarrollo y exprimir al máximo el de patente.
Además, a diferencia de los medicamentos más tradicionales, muchos de los nuevos reúnen dos características: sirven para tratar a un número limitado de pacientes y tienen un precio desorbitado. Algunos, de hecho, pertenecen al terreno de la medicina personalizada.
Por poner un ejemplo, la primera terapia génica contra el cáncer, de una sola dosis, cuesta 475.000 dólares, unos 396.000 euros. Este tipo de fórmulas destinadas a unos pocos cientos de miles de individuos eran más escasas en el pasado, pero ahora, suponen alrededor del 40% de las nuevas incorporaciones al mercado.
Lo cierto es que la medicina tradicional está muy cerca de alcanzar su límite a la hora de alargar la vida humana. Por eso, algunos expertos señalan que el paradigma de crear un medicamento dirigido a una diana para tratar una enfermedad está condenado a desaparecer. Una de las tendencias que podrían sustituirlo es el desarrollo de mecanismos para cambiar el propio cuerpo humano, del sistema inmune a la flora intestinal.
Aunque aún no sabemos cuál será el desenlace, seguramente no tengamos que esperar demasiado para conocerlo…
Fuente: Tecnoxplora

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