martes, 8 de septiembre de 2009

El origen adaptativo de la depresión


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ESPAÑA
PODRÍA TENER ORIGEN ADAPTATIVO
El origen adaptativo de la depresión

Serio, ensimismado, con la mirada fija en un punto perdido... Ése podría ser el retrato tanto de una persona que está pensando como de alguien abatido por una depresión. Las rumiaciones mentales que se producen en algunos pacientes deprimidos constituyen el punto de partida de una argumentación sobre el origen adaptativo del trastorno. Así lo plantean algunos investigadores desde la Psicología Evolutiva, que buscan una explicación más allá del mal funcionamiento orgánico. Los psiquiatras recuerdan que la depresión es una enfermedad y, como tal, no ayuda.


S. Moreno - Martes, 8 de Septiembre de 2009 - Actualizado a las 00:00h.

llaves conceptuales:
1. Una polémica hipótesis plantea que la depresión podría ser una adaptación mental que permite el análisis exhaustivo de los problemas vitales
2. La principal crítica hacia una hipótetica ventaja adaptativa de las rumiaciones es su vertiente negativa y que impiden la concentración

¿Podría tener la depresión algún tipo de ventaja desde el punto de vista adaptativo? A esta pregunta trata de contestar Paul W. Andrews, quien se define en su página web como "un ecólogo de la conducta, un biólogo de la evolución o un psicólogo evolutivo, dependiendo de la situación, especialmente interesado en entender la evolución de la depresión".

Este investigador del Instituto de Psiquiatría y Genética de la Conducta, de la Universidad de la Commonwealth de Virginia, ha propuesto, junto con su colega Anderson Thomson, también del citado instituto, una original y controvertida hipótesis de la que se han hecho eco publicaciones como Psychological Review y Scientific American. Andrews parte de la base de que "entre el 30 y el 50 por ciento de la población en Estados Unidos" ha presentado en algún momento de su vida criterios coincidentes con el diagnóstico de un trastorno depresivo. "Puesto que el cerebro tiene un papel esencial en la promoción de la supervivencia y la reproducción humanas, la propia presión evolutiva tendría que haber reducido estos elevados porcentajes que se corresponden con un mal funcionamiento orgánico. Los trastornos mentales, como la depresión, deberían ser en general infrecuentes: ¿por qué no es así?".

Los autores se adelantan a posibles explicaciones: "Se puede argumentar el envejecimiento. El organismo se deteriora con la edad y el cerebro no iba a ser una excepción. Pero esta justificación no sirve si se tiene en cuenta que la mayoría de las personas con depresión experimentan su primer episodio en la juventud o en sus primeros años de adulto".

Otro posible razonamiento para la elevada presencia del trastorno depresivo estriba en los factores exógenos, que actuarían como desencadenantes: "Así, en la depresión ocurriría como en la obesidad, que surge debido a factores del estilo de vida moderno distintos de los que nos han hecho evolucionar. El Homo sapiens no ha evolucionado con galletas y refrescos".

Pero tampoco ésta es una explicación satisfactoria, pues "cuando se han investigado culturas con estilos de vida diferentes a los occidentales, incluyendo sociedades pequeñas, como los aché de Paraguay y los kung africanos, también se han hallado síntomas de depresión".

La polémica idea expuesta por Andrews y Thomson es que la depresión es en realidad un estado adaptativo de la mente, y que implica costes pero también algún beneficio. Los investigadores se apresuran a recalcar que ello no significa que la depresión no se deba ver como un problema: "Los afectados son incapaces de afrontar las actividades diarias, de concentrarse en el trabajo y tienden a aislarse socialmente, a caer en estados de letargo y a menudo pierden la capacidad para obtener placer de la comida y el sexo. Algunos pueden llegar a situaciones que ponen en peligro su vida. Así que ¿en qué puede ser útil la depresión?".

La respuesta, según ellos, estaría en las rumiaciones mentales. El término describe de forma muy gráfica un estado en el que se mastican los pensamientos: se piensa intensamente en los problemas, de forma persistente, volviendo a ellos una y otro vez, lo que impide centrarse en otra cosas. "Hay trabajos que han demostrado que este estilo de pensamiento es muy analítico. Pensar mucho en un problema complejo puede servir para fragmentarlo en componentes más pequeños a los que enfrentarse".

Andrews aduce que se trata de un estilo de pensamiento muy productivo y que hay investigaciones, algunas llevadas a cabo por él mismo en su centro, donde se ha constatado que las personas deprimidas resultan mejores a la hora de resolver dilemas sociales. Como este tipo de análisis requiere una gran cantidad de pensamiento ininterrumpido, el propio estado depresivo orquesta los cambios orgánicos que lo favorecen y, a modo de ejemplo, los investigadores citan el deseo de aislamiento social.

Sobre esta premisa, Andrews concluye que "los tratamientos deberían potenciar la rumiación en los pacientes depresivos en lugar de intentar detenerla, y deberían intentar ayudar a los pacientes a resolver los problemas que se esconden en el desencadenamiento de la depresión".

Jerónimo Saiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, niega la mayor: "La depresión no mejora en nada la capacidad del sujeto para enfrentarse a ninguna situación. Los psiquiatras entendemos por depresión una enfermedad que responde a un cambio en la forma en cómo el afectado percibe el mundo y sus propias emociones y afectos, y en la manera de pensar. Hay un trastorno cognitivo asociado a la depresión y que se caracteriza no tanto por las rumiaciones sino por un deterioro en la capacidad de atención, de concentración, y por una fijación en temas especialmente negativos, que no son rumiaciones de cualquier tipo, sino que generalmente son ideas en torno a la culpa, autorreproche, baja autoestima, minusvalía... Todo eso conforma un cuadro que para nada es adaptativo; bien al contrario, quien lo sufre se queda más indefenso para poder afrontar cualquier situación, ya sea de la vida real o de sus propios asuntos".

Menor prevalencia
Además, Saiz recuerda que atribuir a la depresión un porcentaje tan elevado (del 30 al 50 por ciento) es considerar como una enfermedad mental cualquier estado de disgusto, tristeza, contrariedad. "Las estadísticas más abultadas establecen que la prevalencia a lo largo de la vida del trastorno diagnosticado clínicamente se sitúa en torno a un 10-15 por ciento de la población".

En cuanto a la idea de potenciar las rumiaciones, el psiquiatra destaca que estos síntomas "responden más bien a un mecanismo de defensa de tipo obsesivo. Los tratamientos, incluida la psicoterapia, se individualizan en cada paciente y también se trabaja sobre las rumiaciones cuando es preciso, pero lo que se busca es evitar este tipo de pensamientos repetitivos de vertiente negativa. No se fomentan".


Melancolía y genialidad
Desde Aristóteles, melancolía y genialidad han urdido la imagen del hombre extraordinario dedicado a la filosofía, la política o las artes, y siempre envuelto en un halo melancólico, que ha persistido a lo largo de los siglos y que entre otros muchos inspiró a Alberto Durero su famoso grabado. No obstante, y como matiza el psiquiatra Jerónimo Saiz, la depresión no se asocia a una inteligencia más brillante, ni tampoco a una capacidad intelectual menor. Si bien es cierto que en otras enfermedades mentales, como el trastorno obsesivo compulsivo o el trastono bipolar, existen estudios que han constatado mejores índices de conciencia intelectual que los arrojados por la población general, "seguramente son artificios debidos a los propios instrumentos de medida, no una realidad".

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