martes, 9 de marzo de 2010
IntraMed - Artículos - Día Internacional de la Mujer
08 MAR 10 | La salud de las mujeres hoy
Día Internacional de la Mujer
Sus problemas y sus particularidades para la asistencia sanitaria. ¡Cómo funciona el cerebro femenino? Violencia de género. Salud cardiovascular en mujeres, un problema que reclama mayor atención.
La Nación / El Mundo, España
¿Qué tienen las mujeres en la cabeza?
En su día, un intento por revelar los misterios del cerebro femenino, qué secretos esconden y cómo piensan.
Por Eduardo Chaktoura / Especial para lanacion.com
Cuando ella comió la tostada, el pájaro quedó libre. Lo que nadie sabe es que el "carpintero taladrador" voló derecho a esta redacción para contar los secretos más preciados del cerebro femenino. ¿Qué piensan las mujeres de hoy? ¿Qué tienen en la cabeza?
"El pájaro representa lo que ellas piensan, así como refleja la presión social y cultural que modelan los pensamientos de la mujer de hoy", cuenta Gabriel Huici, director creativo de la agencia BBDO , quienes dieron vida al "pajarraco" de la publicidad de las tostadas con el que en el último tiempo se identificaron la mayoría de las mujeres.
El equipo de creativos disfruta del aprendizaje que les dejó la invención del "pajarito". "Nos sorprendió que las mujeres pudieran reírse de sí mismas -cuenta Huici-, nos llena de orgullo haber encontrado un camino más comprometido con la mujer. Creo que logramos hablarles desde un lugar diferente, más sincero, más inteligente".
A muchos hombres les costó entender cómo las mujeres de su entorno caían a los pies de ese espejo con plumas y copete, enchufado a 220. Así como el hombre puede tardar años en conquistar a una mujer, en un aleteo, este "pájaro loco" lograba pasarlas por todos los estados. De la sorpresa al pánico, de la sonrisa a la carcajada. De la inacción frente a la pantalla a correr directo al teléfono para buscar la risa cómplice de una amiga. El plumífero llegó a convertirse en una mezcla rara de oráculo y gurú en las redes sociales. Al parecer, un pajarito las conocía mejor que los hombres.
A diferencia de otros comerciales que requieren largos meses de testeos e investigaciones de mercado, los creativos de esta agencia de publicidad se dedicaron a observar a las mujeres de su entorno (esposas, novias, madres, compañeras de trabajo, en fin...). Y si en algo coincidieron todos es en que "las mujeres tienen muchas cosas en la cabeza, muchos temas, que taladran todos juntos, a veces, sin jerarquía".
Más allá del contenido que identifica a cada mujer, parece ser que al ritmo del taladro es como piensan las mujeres de hoy.
La doctora Alejandra Vieitez Bussalleu, médica psiquiatra, ayuda a entender el sustento biológico, a cerca de las particularidades del cerebro femenino: "Hasta las ocho semanas de gestación, hombres y mujeres tienen un mismo cerebro. Por entonces, las oleadas de hormonas propias de cada género se encargan de tejer estructuras bien diferenciadas. Con el aprendizaje, factores genéticos se combinarán con cuestiones ambientales y culturales que marcarán las diferencias individuales, sea hombre o mujer. Así como habrá cerebros femeninos y masculinos los habrá acordes a cada experiencia de vida".
Al parecer, el cerebro femenino tiene estructuras que facilitan el desarrollo de ciertas capacidades a las que el hombre no puede acceder.
"Sin ánimo de caer en tecnicismos -baja al llano la doctora Vieitez- las particularidades del cerebro femenino lo explican todo. Hay zonas del cerebro que justifican el por qué las mujeres pensamos en eso o lo hacemos de esta forma. El hipocampo, por ejemplo, el área del cerebro que facilita el desarrollo de la memoria, es mucho mayor y activo en las mujeres que en los hombres. Esto explica cómo la mujer nunca olvida detalles muy precisos, ya sea de una discusión fatal, de una noche inolvidable o de la cara que puso o de lo que dijo X persona aquel día de invierno... (la doctora se ríe mientras saca de la cartera esta construcción tan femenina). Sí era invierno, fue una tarde de sol, yo tenía puestos unos zapatos turquesa, esos que a la semana siguiente me los pidió prestados una amiga que... cierto, no me los devolvió... y eso que yo se los pedí pero... en fin, siempre me envidió...".
La psicoanalista Marisa Chamizo coincide con la idea inicial de que "es propio de las mujeres tener la capacidad de hacer malabares con muchos temas en la cabeza" a lo que suma la realidad de "cuán desilusionadas solemos sentirnos las mujeres frente a la imposibilidad de conciliar todos estos temas que surgen al mismo tiempo".
Chamizo cree que "los hombres piensan en torno a un objetivo muy preciso, generalmente relacionado con el éxito personal o profesional. En el caso de las mujeres este no es un tema central. Aunque muchas puedan pensar en ser exitosas, hay otros temas que también dirigen de por vida los pensamientos cotidianos".
El Día Internacional de la Mujer suele ser excusa para hablar de la larga lucha de las mujeres por conquistar la igualdad de condiciones con el hombre. Es fiesta nacional en algunos países, en homenaje a las 146 mujeres que, ese día de 1908, murieron calcinadas dentro de la fábrica textil de Nueva York en la que se atrincheraron reclamando por las infames condiciones laborales. Las bombas incendiarias que se arrojaron para combatirlas las quemaron en esa hoguera de pasiones y deseos conquistados mucho tiempo después.
Si bien, como escribe la filósofa Esther Díaz, "la mujer sigue siendo construida socialmente desde las exigencias del poder masculino", a más de 100 años de aquella revolución industrial, hoy resulta más interesante construir, entendiendo un poco más acerca de sus pensamientos y deseos, que seguir haciendo pausa en el duelo interminable de hormonas y géneros.
"Es cierto que la mujer ya no es mero objeto de deseo y sumisión. Ha comenzado a ser sujeto legal, laboral y sexual. Pero los nuevos derechos no la eximen de sus deberes tradicionales", escribe Esther Díaz en su artículo Las mujeres se construyen diferente .
Lo conquistado y lo que le preocupa a la mujer de hoy es tan intenso que atrasa el hombre que no reconozca de qué viene la novela de la que hoy todos somos protagonistas.
"Así como la glándula pituitaria produce las hormonas de la fertilidad y nos facilita la producción de leche y el comportamiento de crianza -detalla la psiquiatra- la amígdala en las mujeres es más pequeña que en los hombres. Eso les da a ellos la posibilidad de ser dominados por los impulsos o instintos más salvajes. Más allá de la pasión, la mujer es más racional que el hombre. De hecho, la corteza prefrontal es mayor en las mujeres y eso nos ayuda a gobernar las emociones, aunque algunas veces creamos enloquecer de bronca o histeria".
La psicoanalista Marisa Chamizo no puede pasar por alto que "si bien hay temas universales en el mundo femenino, hay pensamientos y preocupaciones propios de cada condición social y cultural. Hoy hay mujeres que sostienen un hogar con posibilidades de progreso profesional y otras que viven al límite en busca de lo mínimo e indispensable que necesita una persona, ni que hablar de un grupo familiar".
Es cierto, los tiempos definen. La realidad se construye y determina. Hoy la mujer tiene tantas cosas en la cabeza como deseos y ambiciones puedan cruzarse a su paso. "La insatisfacción define hoy la estructura de pensamiento femenino. El deseo nunca termina de satisfacerse. Es tanto lo que se desea, es tanto el esfuerzo por encontrar la satisfacción plena, que nada alcanza", postula la psicoanalista.
"Muchas de las insatisfacciones de estos tiempos están relacionados con la compulsión por el consumo", sostiene Chamizo, convencida, cuando se le pregunta si la estética y la imagen también gobiernan el pensamiento de la mujer de hoy. "Es entendible el temor al envejecer por la proximidad con la muerte, pero el valor de no envejecer a cualquier precio degrada y es una exigencia mortífera", dice.
Ya hay varias pistas para seguir haciendo camino. Si bien parece que por estructura es muy difícil que las mujeres cambien su manera de pensar, tal vez sea un buen momento para revisar y jerarquizar el contenido de esos pensamientos que les taladran cada día el cerebro.
Hoy, quizás, siguiendo con la excusa de la efemérides, algunas mujeres tengan ganas de redefinir, sin exigencias, palabras como amor, placer, felicidad, deseos...
Si en algo no están de acuerdo, no se olviden: no fui yo, me lo contó un pajarito.
La Nación
Contra la violencia de género
Alicia Dujovne Ortiz
Siempre he pensado que la verdadera celebración relacionada con este tema sería que el festejo perdiera razón de ser. Mientras exista un día consagrado a la mujer, querrá decir que la pobre continúa siendo lo que siempre ha sido: una criatura lateral, suerte de excrecencia al lado del hombre, de cuya costilla, justamente, proviene. Eliminar semejante lateralidad implicaría celebrar también el Día del Hombre, cosa que no se le ha pasado a nadie por las mientes, como si quedara muy claro que lo normal es ser hombre y que ser mujer constituye una excepción dentro de la norma. La prueba está en que se habla de "literatura femenina", presuponiendo que la masculina no necesita adjetivo: hay "literatura" por un lado y "literatura femenina" por otro.
Este carácter marginal dentro de lo humano convierte a la mujer, como a todo marginal, en una candidata a perseguida, de donde el 8 de marzo viene a representar dos cosas: un balance de los avances conseguidos, que no son pocos, y una comprobación de todo cuanto no se ha logrado, que es aún más.
El balance feliz lo conocemos de memoria. Cada 8 de marzo me llaman de algún lado para pedirme que me congratule por lo bien que le va a la mujer. Y como de verdad parece irle mejor, agarro dócilmente el bombo y el platillo, y me sumo a la fiesta. Esta vez, sin embargo, un acontecimiento sucedido en Francia -positivo, pero revelador de vastas zonas de sombra- me mueve a celebrar la fecha con más cautela.
Esas zonas de sombra son como para ensombrecer al más pintado: cada tres días, una mujer francesa, o que vive en territorio francés, muere a manos de su cónyuge. Esto lo sabíamos acerca de España o de la India, pero admitamos que la magnitud del fenómeno en el país de la cultura y la racionalidad causa una extraña impresión.
Lo positivo de eso a lo que acabo de referirme es lo siguiente: el jueves de la semana pasada, se aprobó en la Asamblea Nacional francesa un proyecto de ley sobre la lucha contra las violencias conyugales, que contiene un elemento nuevo: el acoso psicológico considerado delito.
¿Un delito de violencia no física, sino verbal? "Nunca hay violencias físicas sin violencias psicológicas preexistentes", sostienen los promotores de esta ley, que, milagrosamente, ha logrado ponerlos de acuerdo a todos, tanto a los del UMP, que gobierna, como a los socialistas, que no. "Las violencias físicas siempre derivan de una estrategia de su autor, de una toma de control -prosiguen-. Denigración sistemática, culpabilización? Destruidas psicológicamente, las mujeres ya no están en condiciones de reaccionar. Es cierto que se va a plantear el problema de la prueba: ¿cómo demostrar que ha habido acoso? Razón por la cual algunos habrían preferido que se considerara un delito más amplio, y que la figura de "violencia conyugal" incluyera también las violencias económicas (cuando, por ejemplo, el cónyuge endeuda a su compañera, haciéndole pagar la totalidad del alquiler, o quedándose tranquilamente con las ayudas estatales destinadas a la familia).
La medida fundamental e indiscutible del proyecto de ley es un "mandato de protección" que podrá ser decretado por un juez -y aquí está la novedad-, incluso antes de que la mujer formule su denuncia. ¿Por qué? Porque cuatro de cada cinco víctimas no abren la boca. Denunciar al padre de sus hijos y mandarlo preso se hace muy cuesta arriba, sobre todo si la mujer está aislada y sometida a presiones familiares del estilo de "Bueno, es tu marido..." o "El hogar es sagrado".
El mandato de protección permitirá alojar a la mujer en sitio seguro y alejar al cónyuge calamitoso. Una vez al abrigo de insultos y mamporros, la víctima podrá comenzar los trámites que quiera sin temor a represalias. Detalle importante: cuando consiga mudarse, podrá disimular su dirección.
Hasta ahora, al denunciar las violencias, tenía la obligación de comunicarle al marido el sitio en que vivía, para que éste visitara a sus hijos, lo que la mantenía en situación de peligro: el ejercicio de la patria potestad suele acarrear nuevos coscorrones.
El delito de violencia conyugal también contempla el caso de los hombres que la padecen, y que los hay, los hay. Eso sí: no llenarían un estadio de fútbol: apenas un cuatro por ciento de las llamadas recibidas en el 3919, el número nacional destinado a las víctimas, son hombres. "Nuestra sociedad, en la que el machismo, la dominación masculina, está muy presente, propicia la violencia hacia la mujer, y en todas las capas sociales, sin excepción", concluyen los legisladores, no sin agregar que la pulsera electrónica, que en Francia se utiliza para los maridos violentos (a imitación de esa gran ganadora en el terreno de la violencia machista, que es nuestra Madre Patria), tiene sentido si se la utiliza dentro de un dispositivo coherente que incluye, entre otras cosas, el trabajo en las escuelas para luchar contra los estereotipos entre los jóvenes.
Al leer esto, recordé a un alumno de un liceo parisiense donde alguna vez tuve la malhadada idea de enseñar español. Hablábamos en clase sobre una costumbre establecida en los suburbios de la ciudad, llamada la tournante (un grupo de muchachos elige a una chica del barrio, de preferencia muy joven y muy poco avispada, para violarla regularmente de a varios y lograr que se calle bajo amenaza), cuando mi alumno, que hasta el momento tampoco había dicho una palabra, en este caso sobre los verbos o el Quijote , pronunció la frase, breve, pero enjundiosa: "A ellas les gusta". Es cierto que se armó una batahola y que, mientras yo me agarraba del escritorio para no estrangularlo, los otros chicos y chicas se me adelantaron queriendo matarlo, pero en aquel momento me dije que ese pibe de pocas luces no era un caso aislado. El infeliz reproducía estereotipos.
Cuando hace unos días, en Buenos Aires, el día de San Valentín escuché una conocida radio porteña en la que se hacía votar a los oyentes para que definieran cuál era la mejor mujer, si la que se luce en la cocina o la que brilla en la cama, volví a pensar que uno de los frentes de lucha, acaso el más urgente, es el de la batalla contra el estereotipo, también llamado imbecilidad hereditaria.
Volviendo al maltrato psicológico, nuestro país implementó en 2008 una campaña contra la violencia de género con el auspicio de las Naciones Unidas, del Ministerio de Educación y, colmo de la dicha, de la Asociación del Fútbol Argentino. La campaña incluía una pieza audiovisual titulada "El dice". Mujeres de distintas edades contaban lo que su pareja les repetía a diario: "Yo no soy así: vos me ponés así", "El estudio no te sirve de nada; me tenés a mí, que te puedo mantener", "¿Que yo vaya a la psicóloga? ¿Con qué te desayunás?", o "Ridícula, así pintada, ¿adónde vas?", todas lindezas que desafío personalmente a que alguna mujer, del medio socioeconómico que sea, jure no haber oído jamás, y que apuntan a lo mismo: desvalorizar.
Es un primer paso: alguien que se siente como un trapo se dejará tratar como si lo fuera; alguien consciente de su propio valor nunca permitirá que le toquen un pelo. Así de simple.
En la Argentina, la ley referida a la violencia doméstica es la 26.485. Aunque la violencia tenida en cuenta, considerada delito y punible con la cárcel es la que saca moretones, la inclusión de los habituales denuestos en la campana de marras prueba que sus promotores también pensaron, y cómo, en la violencia psicológica.
Pero el gran paso adelante, que nos coloca a la vanguardia mundial del acceso a la justicia, es la Oficina de Violencia Doméstica, con sede en Lavalle 1250, inaugurada por la Corte Suprema de Justicia y que funciona las 24 horas del día durante el año entero, con médicos, psicólogos, asistentes sociales, psiquiatras y abogados.
Esta oficina tiene un doble papel: por un lado, "asistir a las víctimas de maltrato físico o psicológico propiciado por algún familiar" y, por otro, agilizar el trabajo de los jueces y "desjudicializar" los casos que no requieran ir a la Justicia, sencillamente porque el apoyo psicológico basta para que la víctima salga solita del círculo de la violencia. A esto se le agrega la casa donde las víctimas pueden refugiarse, y cuyo emplazamiento, por obvias razones (impedir que un marido con espuma en la boca se precipite a reapropiarse de lo suyo para seguir sacándole sangre), permanece secreto. Dos mujeres excepcionales, las doctoras Carmen Argibay y Elena Highton de Nolasco, están a la cabeza del organismo, que por ahora funciona, como prueba piloto, sólo en la Capital.
Hago votos, en este Día de la Mujer que acaso confiera a las palabras, al menos, una carga simbólica, por que la oficina de la calle Lavalle crezca, se multiplique y llegue a las más lejanas ciudades de provincia. Pienso, por ejemplo, en Comodoro Rivadavia, donde una chica de quince años, violada desde los once por su padrastro policía, amenaza con suicidarse si no se le presta oídos. Para no amargarnos de más, hagamos notar que, frente a dos jueces para los que la violación de una nena cuenta poco frente a sus acendrados y comprensibles principios, buena parte de la población de esa ciudad, incluida una asociación de mujeres católicas, ha salido a la calle en defensa de aquello mismo que dichos magistrados, seguramente de buena fe, creen honrar: la vida. Unos principios respetables a los que opondríamos el argumento de que el abuso sufrido desde la niñez y la consiguiente imposibilidad de defenderse (suponiendo que alguna mujer violada lo pudiera hacer), son asimilables a los casos de violación de menores con deficiencia mental, en los que la interrupción de embarazo ha sido legalmente posible.
¡Ah, si el 8 de marzo fuera una celebración de vida sonriente y florida, y no de rabia ante la repetición de un fenómeno que empezó en las cavernas y va en aumento! Pero lograr que la justicia reine también es fiesta, si se implementan los gestos necesarios para que al fin lo sea y para que este día de carácter tristemente específico termine siendo lo que debería ser: el Día de la Persona Humana.
© La Nación
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