EL MÉDICO INTERACTIVO
ESPAÑA
Piden campañas de concienciación sobre los riesgos de la obesidad abdominal
Jorge Sánchez Franco
Madrid (13/15-3-10).- La grasa visceral, central o abdominal representa cerca del 20 por ciento de la grasa corporal total en los hombres, y aproximadamente el 8 por ciento en las mujeres. En los últimos años se le ha otorgado a la obesidad abdominal un papel trascendental en la fisiopatología del riesgo cardiovascular y metabólico. “Esto es así porque la grasa visceral presenta un mayor número de adipositos por unidad de masa, más irrigación sanguínea y una mayor inervación nerviosa, fenómenos todos ellos que facilitan la liberación de ácidos grasos libres a la vía portal y posteriormente al hígado”, explica el doctor José Javier Mediavilla, de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).Está comprobado que la obesidad abdominal incrementa 24 veces el riesgo de padecer hipertensión arterial, diabetes tipo 2 y cardiopatía isquémica. También influye en la aparición de apnea del sueño, esteatohepatitis, litiasis de la vesícula biliar, artrosis y enfermedad varicosa. Además, se ha comprobado que el riesgo de padecer diabetes tipo 2 se incrementa paralelamente al aumento del perímetro de la cintura, lo que convierte a este parámetro en un elemento clave a tener en cuenta. “La ingesta de alimentos de alto contenido energético y el sedentarismo son dos factores clave en el acumulación de grasa visceral y en el desarrollo de resistencia a la insulina, aunque también interviene la predisposición genética del sujeto”, apunta el experto.
Según un estudio realizado recientemente entre la población mayor de 60 años de nuestro país, el 44,8 por ciento de los varones y el 73,6 por ciento de las mujeres presentaban obesidad abdominal, definida por un perímetro de la cintura mayor de 102 centímetros en hombres y superior a 88 centímetros en mujeres. Otro estudio realizado entre la población segoviana de 35 a 76 años muestra que la obesidad abdominal es predominante en el sexo femenino, más en el área rural (63,5 por ciento) que en la ciudad (46,6 por ciento). La medición del área adiposa intra-abdominal mediante resonancia magnética constituye otra vía para calcular la obesidad abdominal. No obstante, “este procedimiento es más sofisticado y caro que la cinta métrica”, apunta el doctor Mediavilla.
A pesar de la existencia de diversos criterios para la medición del perímetro de la cintura, las recomendaciones actuales abogan por estandarizarla. Para hacerlo en las mejores condiciones posibles, “el paciente debe estar en posición de bipedestación, pasándosele la cinta métrica por la cintura al final de una espiración no forzada, en el punto medio que hay entre la última costilla y la cresta ilíaca”, explica el experto. También hay discrepancias sobre el punto de corte a partir del cual podemos hablar de una “cintura de riesgo”, pues depende en gran medida de la raza y el sexo del paciente. Así, por ejemplo, la Federación Internacional de Diabetes establece los 94 centímetros en varones y los 80 centímetros en mujeres, valores inferiores a los definidos por la ATPIII.
La elevada prevalencia de obesidad abdominal y la necesidad de un riguroso control y seguimiento de los sujetos que la presentan convierten a los equipos de atención primaria en elementos clave para un abordaje integral del problema. “Los médicos generales se encuentran en una posición privilegiada por su mayor accesibilidad, continuidad en la asistencia e integración de cuidados”, señala. En las distintas exploraciones que habitualmente realizan estos profesionales, “debería incluirse el despistaje de personas con obesidad abdominal mediante la medición rutinaria del perímetro de la cintura y la determinación del Índice de Masa Corporal (IMC), de cara a implementar las medidas más adecuadas para intentar evitar o retrasar posibles complicaciones”.
Aunque hay muchos médicos generales que miden rutinariamente la cintura de sus pacientes, “las administraciones deberían llevar a cabo una importante labor de concienciación entre los profesionales sanitarios para que esta sencilla actividad se extienda a todas las consultas de atención primaria de nuestro país”, demanda el doctor Mediavilla. Por su parte, “también habría que lanzar campañas específicas para la población general, donde los principales mensajes tendrían que girar en torno a la importancia de llevar un estilo de vida saludable mediante el control de la alimentación y la realización de ejercicio físico, dos actividades éstas que han demostrado ser altamente efectivas”, añade.
La mayoría de las personas que presentan obesidad abdominal pueden ser perfectamente tratadas en el primer nivel asistencial. El primer paso consiste en lograr modificar los estilos de vida poco saludables de los pacientes, una labor nada fácil si tenemos en cuenta que suelen estar arraigados desde la infancia. En este contexto, “aunque el tratamiento farmacológico jamás puede sustituir a una alimentación equilibrada y cardiosaludable, la utilización concomitante de fármacos como orlistat se ha mostrado eficaz en la disminución de la obesidad abdominal”, señala el experto “Solamente deben derivarse al hospital aquellos casos en los que no se cumplen con las medidas higiénico-dietéticas impuestas por el médico”.
En el marco del I Congreso Internacional sobre Obesidad Abdominal, celebrado recientemente en Hong Kong, se presentaron los datos de un nuevo estudio que demuestra que Alli (orlistat 60 mg), junto con un régimen bajo en calorías y grasas, puede conducir a una reducción considerable no sólo del peso sino también de la grasa visceral nociva. La investigación, realizada durante más de tres meses en el mayor centro de imágenes de Europa, muestra que los adultos con sobrepeso (IMC 28 kg/m2) que tomaban Alli, junto con un régimen bajo en calorías y grasas, no sólo perdieron el 5 por ciento de su peso corporal, sino también el 10 por ciento de su grasa visceral nociva inicial. Los resultados también indican una reducción significativamente de la circunferencia de la cintura.
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